↳;; ❝Volkacio AUs♡

don't pretend we aren't in love✨

Donde Horacio es parte de una mafia y debe seducir al mejor comisario de Los Santos para conseguir lo que quiere. O donde a Horacio se le va de las manos el plan y acaba seducido él. 

Parte final ;) 

*´¨'*•.¸¸.•*´¨'*•.¸¸.•*´¨'*•.¸¸.•*´¨'*•.¸¸.•

—¿Crees que se los han llevado? —Horacio hablaba en susurros por si acaso la mafia seguía tras esa puerta. 

Lo que habían hecho había sido extremadamente arriesgado y podía tener consecuencias negativas para ambos, pero sabían que había sido lo correcto. 

—Shh —lo acalló Gustabo, que tenía su oreja pegada a la puerta metálica, intentando escuchar lo que estaba ocurriendo en la otra sala. 

Sabía que Conway y algunos agentes habían entrado disparando a los miembros de la mafia, pero, como ellos se habían escondido, no se habían enterado de lo que había pasado. 

—¿Oyes algo? —Horacio se acercó un poco más a Gustabo. 

—Oigo tu voz, ¿puedes callarte? —frunció el ceño y se concentró en descifrar lo que decían los murmullos que escuchaba al otro lado. Oyó pasos acercándose, pero no le dio tiempo a reaccionar porque alguien abrió la puerta, haciendo que Gustabo perdiera el equilibrio. Se habría caído al suelo de no ser por su hermano, que lo sujetó por la camiseta. 

—Salid de ahí —ordenó la voz profunda del superintendente, y ellos hicieron caso—. Contra la pared, que no me fío. 

Gustabo chasqueó la lengua, molesto por tener que ser cacheado cuando le acababa de salvar la vida al comisario, pero obedeció. Horacio se colocó al lado del rubio, y pudo ver a Volkov siendo atendido por un EMS en el otro lado de la habitación. 

El superintendente comprobó los bolsillos de los dos chicos, asegurándose de que no tuvieran nada escondido, y después les permitió volver a darse la vuelta. 

—Quiero que uno de los dos me lo explique todo bien clarito, y como vea alguna tontería os vais con vuestros amigos, que seguro que tienen muchas ganas de veros después de que les hayáis jodido el plan, ¿a que sí? —hablaba con un tono pausado pero duro. Horacio maldijo cuando el EMS se fue y Volkov se introdujo en la conversación. 

Gustabo decidió tomar la palabra y le explicó todo, desde el robo de Horacio hasta lo arrepentidos que se sentían y por eso le habían mandado ese mensaje. Conway no interrumpió su explicación, tan solo asentía de vez en cuando. Cuando Gustabo se calló, Conway suspiró pesadamente mientras se frotaba el puente de la nariz con dos dedos. 

—¿Y ahora que hago con vosotros, decidme? ¿¡Os meto en la puta trena, eh!? 

—¿Qué cojones? ¡Pero si le hemos salvado la vida a un comisario! 

—Sí, pero si no fuera por vosotros, para empezar, ¡ni siquiera estaría aquí! —Gustabo y Conway se habían enfrascado en una acalorada discusión, mientras que Horacio evitaba mirar a Volkov, que parecía intentar buscar su mirada. 

De nuevo, el ruso era incapaz de establecer contacto visual con el chico. Ni siquiera sabía por qué quería que lo mirara, o qué buscaba encontrar en sus ojos, pero no podía evitar buscar su mirada. 

Pero era en vano, uno de los dos había impuesto un muro invisible entre ellos, y, sorprendentemente, había sido Horacio en lugar de Volkov. 

—Mira, vamos a hacer una cosa —decidió Conway—, vosotros no vais a la cárcel pero, a cambio, trabajáis para mi. Sin cobrar. 

Gustabo gimió frustrado ante la idea de no ganar dinero y Horacio, en cambio, estaba horrorizado ante la idea de trabajar junto a Volkov. 

—Venga, vale, hecho —aceptó Gustabo—. ¿Tú que dices, Horacio?