Kinn-Porsche

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Hacía más de media hora desde que Porsche no estaba en la habitación, había salido poco después de ver a Kinn entrar en la ducha. Estuvo unos segundos tumbado en la cama, descansando o recuperando el aliento que había perdido. Esta permanecía desordenada, la ropa de ambos se encontraba en el suelo completamente esparcida por la habitación, pero siguiendo un cierto patrón, ambas camisetas desabrochadas, cerca de la puerta, los pantalones eran la siguiente prenda que se encontraba, esta ya más cercana a la cama donde ahora descansaba el castaño. Prácticamente era capaz de cerrar los ojos y ver como entraron a la habitación, como cruzaron la puerta. Sus brazos abrazados en el cuello de Kinn, mientras que los del mayor descansaban en su cintura con un agarre lo suficiente fuerte para dejar pequeñas marcas al día siguiente; sus labios entrelazados en uno de sus muchos besos previos a todo lo que sucedía en esa cama. Negó antes de levantarse, sin poder borrar la sonrisa de sus labios, se decantó por ir hacia la piscina exterior que había en la planta superior de la casa que ahora era su hogar, usó una camiseta negra algo más ancha de lo normal y se puso los pantalones grises de deporte que solía usar Kinn cuando entrenaban. Al llegar se sentó en el borde de la piscina, suspirando al notar el agua fría contra sus piernas. Era casi noche cerrada, aún se dibujaban los últimos rayos de sol que apenas calentaban, pero que teñían el cielo de colores lilas y rosados. Mantuvo los ojos completamente cerrados, buscando poder respirar parte de la paz que había perdido desde que había dejado de sentir el calor de los brazos de Kinn en su cuerpo cuando este salió de la cama.


El mayor había salido de ducharse con la toalla rodeando su cintura, sorprendiéndose al percatarse de la ausencia del menor en la cama, al inicio no le dio importancia, tal vez había salido a hablar con Pete, o simplemente había salido a fumar, una rutina típica de Porsche después del sexo. No pudo evitar reír levemente al recordar esa oración, pudo ver al menor asomando la cabeza por la ventana una de las primeras veces que se acostaron, posteriormente a conocer los sentimientos de ambos, aún escuchaba el mechero prendiendo el cigarro, y como el menor suspiraba tras realizar la primera calada, confesando esa misma frase que ya les hizo romper a reír en ese momento.


Para su sorpresa hacía más de media hora que había salido de la ducha y Porsche no volvía, por lo que salió a buscarle. Empezó a sentir un nudo en su pecho, el cual iba subiendo por su garganta a medida que buscaba en cada rincón que podía imaginar y no le encontraba, incluso se acercó a la habitación de Pete esperando escuchar la voz de ambos, pero apenas pudo escuchar alguna cosa que lo tranquilizara. Subió a la planta superior, su corazón yendo a mil por hora, siendo este el último lugar en el que se le ocurrió mirar, incluso previo a subir había revisado que la moto continuara aparcada donde siempre la dejaban. Al llegar a poder ver la piscina por completo, en su rostro se dibujó la sonrisa que llevaba desaparecida desde hacía casi una hora, pudo ver la figura del menor sentada en el borde de esta, sus piernas dentro de ella, mientras su pelo era movido por el aire que corría allí arriba. Se acercó poco a poco, no quería asustarlo, no quería romper la paz que parecía envolver a Porsche en ese momento y en la cual parecía estar tan cómodo. Al llegar a su espalda se arrodilló, acariciando sus hombros con la máxima tranquilidad posible, con el cuidado único que había aprendido a tener desde que estaba con él. Porsche solo sonrió y echó la cabeza hacia atrás en señal de saludo, sus ojos aún cerrados, pero más relajados que antes, dejándose llevar por las caricias y las manos del mayor, guiándose por los pequeños besos que recorrían su cuello. Todos esos gestos habían hecho que terminara de encontrar esa paz que llevaba tanto rato buscando, sabiendo perfectamente que era incapaz de descansar si el mayor no estaba a su lado, con él.
Pero cuando menos se lo esperaba, esas caricias se hicieron más fuertes, descendiendo por su cintura hasta envolverse, una vez más, en su cadera y en un movimiento rápido y completamente inesperado, el menor se encontraba en el agua, soltando un leve grito cuando el agua fría se filtró por dentro de la ropa que llevaba puesta. Kinn no pudo evitar reír, un acto que robó todo pensamiento negativo de la cabeza de Porsche, haciéndolo sonreír amplia y sinceramente, amaba ver al otro así, amaba su risa, amaba sentir que era el responsable de haber devuelto a Kinn ese niño que una vez le fue robado, de haberle traído de vuelta una parte que parecía no existir en él, esa parte que el mismo añoraba y que nunca pensó recuperar, un sentimiento que hacía años que no tenía, que no notaba ni mostraba, un sentimiento que en su mente estaba completamente roto, prohibido, incluso muerto.

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