Porsche - Kinn

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Porsche recordaba el sonido de la bala a la perfección, recordaba el momento exacto en el cual escuchó el gatillo de la pistola sonar, un ruido al cual sus oídos se habían acostumbrado en los últimos años, más de los que en un principio tenía pensado.

Pero eso ahora ya no le importaba, sin darse cuenta se había enamorado y eso era lo único que podía sentir en el fondo de su corazón cuando notó como la bala impactó de forma indirecta sobre su pecho. Era un dolor extraño, distinto a los que había sentido hasta ahora, le habían disparado en otras ocasiones, había sido golpeado millones de veces, pero nunca había sentido un dolor como ese, dolía de una manera tan distinta, como si su corazón estuviera asustado, siendo roto en pedazos.

Todavía sentía el peso en sus brazos cuando Kinn perdió el conocimiento, podía sentir como caían ambos al suelo, sentía como él mismo perdía el equilibrio. No quería soltarlo, no estaba dispuesto a dejarlo caer, no después de esta acción que conocía y que tenía claro que iba a reprocharle si salían de esta. Habían pasado tantas cosas en aquel maldito bosque del cual parecía que nunca iban a poder salir, recordaba como el mayor lo abrazaba por las noches cuando le decía que tenía frío o que estaba asustado, como lo miraba y lo cuidaba en todo momento.

Hacía unos años de todo lo sucedido aquella noche, no entendía por qué ahora se atormentaba con ello, quizás era por su consciencia, consideraba que se había portado como un capullo con Kinn durante el inicio de todo, recordaba perfectamente cómo llegó a odiarlo, a considerar que todo lo malo que les sucedía era por su culpa... pero quizás también tenía parte de culpa, él había sido capaz de interponerse entre una bala y él solo por salvarle, pero él le había odiado durante tanto tiempo, quizás de manera gratuita en cierto modo. Negó con la cabeza de nuevo, ahora estaban todos bien, eran felices, más allá de eso, pero no podía evitar sentirse mal por su comportamiento en un inicio.

Acarició al hombre que dormía a su lado, dormía apoyado en su pecho, con un rostro completamente tranquilo, sin rastros de ese estrés que llegó a ver tantas noches, esa preocupación. Era extraño, a pesar del tiempo, ver a un Kinn que era capaz de dormir horas y horas seguidas sin despertarse, y aún no se podía acostumbrar, pero no podía esconder su mirada de amor y admiración hacia este cada vez que podía sentir su lenta respiración en su pecho cuando se quedaba dormido encima de él. Acarició sus mejillas, sonriendo como un idiota tras la imagen pacífica que tenía delante, sentía que su corazón no sería capaz de querer tanto a alguien en la vida si alguna vez terminaban separados.

Cerró los ojos, quería intentar memorizar este momento para siempre, sus noches en vela pensando en lo que una vez fueron y en lo que son ahora, no podía quitarse el sentimiento de culpa de todas y cada una de las veces en las que había intentado culpar a Kinn por sus problemas, de todas y cada una de las veces que se había comportado como un completo capullo frente a él por el simple hecho de estar rebotado con el mundo, por el simple hecho de no ser capaz de aceptar sus sentimientos, de aceptar que el mayor tenía sentimientos por él, exactamente los mismos que él tenía. Se sentía extraño diciendo, en su cabeza, que siempre había sentido algo diferente cuando estaba cerca de Kinn y que por mucho que se obsesionara con que lo odiaba, su interior sabía que no era eso, no era odio lo que sentía.

Tal vez en un principio, si lo pensaba fríamente, podría haberlo odiado por todo lo que pasó en sus primeros encuentros, pero Kinn siempre luchó por ayudarlo, por protegerlo y estar a su lado... era capaz de recordar cómo le gritó cuando pidió volver a casa, cuando decidió dimitir... era incapaz de olvidar el dolor que se dibujó en los ojos del mayor en aquella discusión. Él mismo se sorprendió ante esa reacción, tan solo había pedido dimitir, dejar el trabajo porque sentía que le odiaban, pero resultó ser algo completamente distinto, aquella noche pudo comprender muchas cosas que no había entendido hasta ese momento.

Lo acariciaba con delicadeza, con miedo a despertarlo, todavía no había amanecido, y seguramente debían rondar por las seis de la mañana, pero tenía claro que quería aprovechar el momento. Tenían mucho rato solos, pero pocos donde pudieran respirar la paz que había en este preciso momento, Porsche no se cansaba de observar como la espalda de Kinn subía y bajaba con tanta calma y tranquilidad, como si de verdad no hubiera ninguna preocupación en su cabeza, como si todos sus dolores de cabeza se hubieran terminado, era una imagen que adoraba y nunca se cansaría de observar e intentar grabar, para siempre, en su mente.

Seguía encerrado en sus pensamientos, tanto que no se percató de la mirada, ya despierta, del otro en su pecho. Kinn no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que el menor estaba absorto en sus pensamientos y ni siquiera se percató de su estado, acercó su mano a su mejilla y la acarició con delicadeza, como si temiera poder romperla, y sonrió de vuelta cuando el otro lo miró, sin poder evitar dibujar una sonrisa en sus labios sabiendo que había sido descubierto en sus pensamientos y, seguramente, con una mirada de completo idiota. Ninguno de los dos rompió el silencio que había en el lugar, no les hacían falta las palabras, solo sus gestos de cariño, sus miradas de amor o sus caricias eran las palabras que necesitaban decirse en esos momentos.

Kinn volvió a apoyarse en su pecho, cerrando los ojos mientras sentía como la mano izquierda de Porsche se enredaba con su pelo, acariciándolo de nuevo con cuidado y delicadeza, transmitiendo la paz que, junto a su corazón, le estaba transmitiendo en ese mismo instante. La mano derecha del menor buscó una de sus manos y entrelazó sus dedos, reuniendo más caricias entre sus manos. Porsche cerró los ojos en señal de comodidad, se sentía en paz con él mismo, todos sus pensamientos inseguros y dolorosos habían desaparecido una vez vio la sonrisa del mayor, había recuperado la paz que esos pensamientos le habían robado una vez más.

En la habitación únicamente se escuchaban sus caricias y sus leves palabras de amor que se decían de vez en cuando, palabras suaves y cariñosas, solo audibles para ellos mismos, como si temieran que alguien se percatara y los despertara, sacándolos de su nube de tranquilidad y amor en la cual se encontraban en ese mismo instante. Sonrisas dibujadas en sus rostros, alguna que otra risa leve, "te quiero", "te amo", "te adoro" eran algunas de las palabras que podían decirse, y escucharse de vez en cuando. Sus labios se juntaron de repente en un beso que era diferente a los otros, era un beso completamente inocente, delicado y débil, lleno de amor, seguridad, protección... al separarse sus sonrisas seguían clavadas en sus labios, un tono rojizo en sus mejillas, una felicidad que nunca imaginaron poder sentir en la vida, una paz que se les había arrebatado hacía años y que se habían devuelto con solo mirarse, tocarse, abrazarse. Solamente les bastaba su compañía para darse cuenta de que nunca podrían volver a sentirse solos, que nunca deberían tener miedo de nuevo.

-Time<3.

KinnPorsche cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora