Arm - Pol pt.1

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Sentía que sus piernas temblaban, como si no fueran capaces de mantener su cuerpo en pie, intentaba desabrochar la camisa blanca, o que horas antes era completamente blanca y ahora estaba teñida de rojo por todos lados, pero sus manos no lograban coordinarse. Se quitó las gafas de golpe, tirándolas al suelo y suspirando antes de apoyarse en el mármol del baño de su cuarto, apenas era capaz de cerrar sus ojos, sus oídos zumbaban y era capaz de escuchar todavía los tiros que habían cesado hacía un par de horas. Pero cada vez que parpadeaba veía la sangre salpicar, veía gente caer, compañeros morir. Negó repetidas veces con la cabeza, cogió la toalla que tenía apretada en su puño y se limpió la sangre que manchaba su rostro con fuerza, dejando una marca roja en su mejilla debido a la rozadura de esta en la piel.


Todo lo que sentía ahora mismo era impotencia, rabia, y aunque no quisiera aceptarlo, tenía miedo. Por primera vez desde que entró en este lugar tenía miedo, sus rodillas finalmente se dieron por vencidas y se dejó caer al suelo, cubriendo su rostro con las manos y dejando que las lágrimas salieran rápidamente. De sus labios salían continuos "no" que ya no podía callar, temía por su vida, pero temía más por acabar con la de alguno de sus compañeros, temía por terminar con la vida de sus amigos o quizás terminar con la de él por puro accidente, los disparos eran a ciegas y sangre fría, podía asegurar que alguna, seguro, se desviaría hacia alguien a quien nunca debió disparar.


Gritó, pensando que lo hizo para él, para su cabeza, incluso había podido jurar que su boca estaba cubierta por la toalla que había usado para limpiarse, pero no era así. Todo el mundo le había escuchado, pero solo él corrió hasta su cuarto, solo él fue quien se atrevió a abrir la puerta sin llamar, ignorando la privacidad del otro.


Desde el principio eran conscientes de que una escena así era posible, de que no debían establecer relaciones más allá de las profesionales y adecuadas para el día a día en el lugar, pero era una norma que nadie parecía cumplir, ya que tarde o temprano terminaba sucediendo y eso no lo hacía más fácil al final, parecía hacer lo contrario, pero hacía tan llevadero el día a día que preferían el sufrimiento posterior que eso podía conllevar. ¿Por qué iban a prohibirles hacer amigos en un sitio como ese? Al fin y al cabo, terminaban trabajando codo con codo para protegerlos a ellos y los unos a los otros, una relación de reciprocidad creada, muchas veces, por el propio miedo de no tener a alguien en quien confiar, alguien que cuidara de la espalda del otro. Pero sin darse cuenta, entre ellos habían terminado cruzando una raya más allá de lo prohibido.


Una vez dentro del cuarto, corrió al baño y, sin pensar más de dos veces, se abalanzó, abrazando con fuerza a Arm, rompiendo a llorar al tiempo que lo hizo él. Podía notar sus puños aferrarse a su chaqueta, podía, incluso, notar como apretaba sus dientes con rabia. Intentó calmarlo, pero sus alarmas sonaron cuando se separó de él y vio que era incapaz de desabrochar su camisa, de cómo sus manos no podían coordinar movimiento alguno debido al estado en el cual se encontraba. No iba a negarlo, él sintió lo mismo horas antes cuando se encerró en su habitación.
Apartó sus manos con fuerza y las obligó a posicionarse alrededor de su cuello, volviendo a abrazarlo por la cintura, sentándose en una postura donde ambos quedaran cuerpo con cuerpo, donde Arm pudiera intentar recuperar un ritmo de respiración normal, sintiendo la respiración o las pulsaciones de Pol, el cual se centró en acariciarle la espalda con calma, transmitiendo algo de tranquilidad que ni el mismo tenía.


Consiguió terminar de desvestirlo y lo ayudó a meterse en la ducha, lavándole el pelo y sujetando su cintura de la mejor manera posible para que no cayera de nuevo. Cerró los ojos por unos segundos, volviendo a abrazar al otro, encerrándolo entre sus brazos con fuerza, ambos volvieron a llorar, esta vez en completo silencio, uno que solo era roto por el ruido del agua cayendo sobre ellos. Mantenía los ojos cerrados con fuerza, miles de imágenes pasaban por su cabeza en ese momento, aún no conocían el número exacto de bajas, no sabían cuántos amigos y compañeros habían muerto, pero eso parecía no importar en ese momento. Se tenía el uno al otro, en sus brazos, respirando, pudiendo notar el calor del otro, notando como el pecho de ambos subía y bajaba, notando que seguían vivos para verse una vez más, y quererse de la forma en la que no habían querido hacer hasta ahora. Se separaron por unos segundos, mirándose el uno al otro a los ojos, con una pequeña sonrisa en los labios, antes de juntarlos de la manera más inocente que jamás habían hecho, pero a la vez con cierta necesidad, una necesidad de saber que seguían juntos, de decirse el "te quiero" que casi nunca pronuncian delante del otro, por vergüenza, o simplemente porque nunca se plantearon temer por la vida del otro como esa misma noche. Sus manos se aferraban al cuerpo del otro, con fuerza, pero con cierto miedo, con un sentimiento extraño para ellos, un miedo que nunca habían tenido antes, al fin y al cabo, no dejaban de pertenecer a la mafia, era algo que podía pasar en cualquier momento, mataban por orden, sin sangre en el cuerpo, pero por algún motivo, esta vez había sido diferente y sus reacciones al tacto del otro mostraban ese miedo de perderse.
Pol subió sus brazos al pelo del otro, entrelazando sus dedos en su pelo, con unas manos que todavía temblaban, que querían aferrarse con fuerza, una fuerza que le había abandonado después del último disparo de su pistola hacía un par de horas atrás. Mientras que Arm mantenía los brazos en la cintura del menor, apoyados, completamente sin fuerzas, incluso podía decir que le dolían, que le pesaban, pero no quería dejar de sentir el calor que tanto había necesitado desde que había llegado a su cuarto. El beso no se rompió en ningún momento, el agua que aún caía de la ducha se filtraba entre ellos, incluso caía por sus mechones, pegándolos a sus frentes. Sus manos se aferraron con más fuerza al cuerpo del otro, las lágrimas se resbalaban y se confundían con las gotas de agua, nadie los veía, nadie los escuchaba sollozar en los labios del otro. Cuando el aire faltó se separaron con lentitud, sus mentes unidas, sus ojos apretados con fuerza, pero con cierta paz que habían recuperado. Arm apoyó la cabeza en el hombro del otro, acercándose más a él, aferrándose el uno al otro como si llevaran años distanciados.


Al salir, Arm seguía sintiéndose sucio, sintiéndose manchado por toda aquella sangre que ya no sabía si era suya o no, si era de compañeros suyos o de aquellos enemigos a los que había disparado con sangre fría, algo que hasta el momento había hecho de forma tan normal para ambos, que habían hecho sin sentirse mal, sintiendo que ese era su trabajo y que hacía lo correcto, incluso que lo hacían bien. Pero esta vez parecía completamente distinta a las otras, sus oídos zumbaban, su cabeza le dolía y, a pesar de la ducha que le había tomado casi más de una hora, seguía sintiendo que todo su cuerpo temblaba por el miedo que, por primera vez en muchos años, había sentido. Pol lo ayudó a vestirse, su cuerpo seguía pesando más de lo normal, sus músculos dolían, incluso sentía pequeños pinchazos en estos. Se dejó ayudar, le daba completamente igual, confiaba en el otro y se dedicaban sonrisas inocentes entre ellos, negando con la cabeza de vez en cuando y cuando ambos estuvieron vestidos con camisas anchas y un pantalón de deporte se tumbaron en la cama. Arm se apoyó en su pecho, dejando que Pol volviera a acariciarle el pelo, transmitiéndole más calma, tranquilidad, estaban juntos e incluso podían decir que estaban a salvo en los brazos de la otra persona, esa sensación de protección que tanto buscaban en sus amistades y que ellos habían tenido la suerte de encontrar, aunque fuera rompiendo todo lo que una vez les fue dictado y ordenado.


Su cabeza iba a mil por hora, y solo las pulsaciones del menor habían sido capaces de detener todos los pensamientos que molestaban a su mente, sus ojos se cerraban de nuevo, cansados y rojos de tantas lágrimas, otra parte de su cuerpo que nunca había imaginado que podría doler tanto. Pero nada iba a superar ese dolor en el pecho que ambos habían sentido cuando los disparos empezaron a sonar por el lugar, ese miedo que se había apoderado de su corazón, ambos podían jurar que notaron como se detenía, como su sangre se congelaba.

-Time<3.

KinnPorsche cortosWhere stories live. Discover now