Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]

37

Al día siguiente la ciudad parece casi vacía. Ivar ha enviado grandes grupos de caza y recolección al exterior, en su mayoría guerreros. Los ha enviado a distintos lugares, y les ha planteado distintas rutas y tiempos para hacerlo. Frida ve en más de una ocasión a su prometido deambulando por las calles, observando, metiéndose en casas. Sabe que Ivar es un gran estratega, y eso lo logra conociendo todo lo que tiene a su alrededor.

Cuando los grupos de recolección llegan, es impresionante todo lo que llevan, principalmente frutas, vegetales, hiervas, leña. La carne enseguida la envolvieron en sal y especias, para ponerlas en hielo y evitar su descomposición. Todos entendieron lo que Ivar intenta hacer, así que no se opusieron o cuestionaron sus decisiones. Él ha demostrado ser un hombre sensato, inteligente y capaz de dirigir.

—¿Por qué no quieres besarme, Ivar?

—La amo, Freydis. No renunciaré a ella por ti, o por nada en el mundo.

—Creí que tenías más ambición, eres Ivar The Boneless. ¿Por qué te conformas? ¿No quieres ser igual de grande que los dioses?

Frida entra a la habitación. Siempre ha sido sigilosa y de pasos ligeros, está harta de eso. Ivar está sentado, intentando apartar de encima a Freydis desnuda, quién intenta acercarse y sentarse sobre él.

—Basta Freydis. Debes de irte.

—Tú no quieres que yo me vaya.

—¿Quieres perder la cabeza o por qué desobedeces a tu líder? —esto hace saltar a Freydis, quién se aparta enseguida a buscar su ropa, molesta.

—Frida yo... —habla Ivar preocupado, él ya está sudando, su prometida levanta un poco la mano en señal de que pare, él deja de hablar.

—No eres digna de él, nunca lo serás —contesta Freydis.

—¿Y tú eres digna de él? ¿Qué es lo que te hace digna? —la otra chica no sabe que contestar—. Eres una mujer libre, gracias a Ivar, no hagas que eso cambie y tenga que venderte para mantenerte lejos de nosotros.

—Tú no eres reina de York o líder del Gran Ejército —replica Freydis molesta, ahora vestida.

—No, pero soy la prometida de Ivar, el líder del Gran Ejército, y ahora le sirves a él, y por ende a mí. No eres una esclava más, pero si yo quiero eso cambiará. ¿Cierto Ivar?

—Por supuesto —dice el chico, sin pensarlo.

—Lo lamento, Frida —se disculpa aquella hermosa joven, sus disculpas lucen demasiado falsas.

—Vete —Freydis así lo hace.

—Eres una bestia sexy cuando estás furiosa —sonríe Ivar de ternura.

—¿Qué? No estoy furiosa —el chico suelta una risita.

—Te delatan tus puños —la chica baja su mirada para descubrir que estuvo lastimando su carne con sus propias uñas por hacer presión, relaja las manos enseguida, mientras el chico no para de sonreír—. Te delata tu respiración, el color de tu rostro, el volumen de tu voz.

La chica finalmente ríe.

—Debes ir a ducharte cariño. Te llevaré. Al parecer fue tan agotador que estás sudando —Ivar se sonroja.

—Llevaba minutos pidiendo que parara.

—¿Y para qué tienes a los guardaespaldas?

—No quería que la violaran después de sacarla de aquí, tú sabes cómo son —él tiene razón-—. Yo justo iba a amenazar con llamarlos. No sé porque la siguen dejando entrar. 

Frida se queda de pie frente a él, observándolo. Hasta que él vuelve a hablar con una risita.

—Me encanta cuando ese rostro dulce y tierno se convierte en uno salvaje y rencoroso.

Frida sólo ríe, mientras él no deja de decirle lo sexy que es, y se mueven para ducharse.