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—¿Fue inapropiado contigo? —pregunta Ivar, aún con los ojos cerrados

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—¿Fue inapropiado contigo? —pregunta Ivar, aún con los ojos cerrados. Frida se gira sonriente para observarlo.

—¿Quién? —su novio está muy ebrio, y eso le parece adorable.

—Harald, Heahmund, Hvitserk —Frida suelta una risita y se levanta para comenzar a sacar ese vestido entallado de su cuerpo.

—No lo creo. ¿Tú lo crees?

—No sería una sorpresa para mí —Frida, al terminar de sacar ese vestido, se mueve para recostarse a un lado de su prometido. Ella piensa que él se ha dormido, pero le sorprende cuando el chico se mueve para abrazarla. Apenas puede ver su rostro, gracias a la iluminación de la luna, por eso sonríe cuando esos ojos se abren, lo hacen con mucho esfuerzo.

—Eres la criatura más bella del mundo —Frida suelta una risita, sintiendo ese olor a hidromiel.

—Estás ebrio —dice comenzando a acariciar ese rostro. 

—Eso no hace que no seas la mujer más hermosa —la chica se sonroja—. Cuando Kattegat sea mío, la primer boda que celebraremos será la nuestra.

—¿Estás seguro que aún deseas casarte?

—¿Tú no quieres?

—Claro que sí, pero creí que todo esto del poder, la guerra y venganza te habían hecho olvidarlo.

—¿Cómo podría olvidarme del día que me unirá a ti frente a los dioses? Eres lo más preciado que he tenido y tendré. No mentía cuando dije que podría renunciar hasta a mi venganza, por ti.

Frida suelta una risita, da un beso en esos labios y se acomoda, ahora Ivar se abraza a ella, y se acomoda para refugiarse en los brazos de la chica, escuchando el latido de su corazón e inhalando todo aroma.

Cuando Frida despierta, el chico está del otro lado de la cama, demasiado dormido. Ella sabe que él tendrá una resaca terrible, a pesar de eso no quiere salir de esa habitación, después recuerda que Astrid ahora es la reina, esposa de Harald. Frida hará cualquier cosa por darle ventaja a Ivar en batalla, así que se viste, y sale.

Explora el lugar, nunca ha estado ahí antes. No lo hace como un plan de estrategia, lo hace como una forma de distraerse, descubre que no es tan diferente a Kattegat, sólo que ese reino es más pequeño, por lo que se aburre pronto. Es cuando el desayuno está listo, que ella decide ir con el obispo a darle comida. Apenas Heahmund la ve llegar con alimento, no podría estar más feliz de verla, porque moría de hambre.

No le importa que Frida lo vea comer y beber de una forma tan desesperada, sólo agradece a su Dios por ello.

—Ivar preguntó si usted piensa que esto es su viaje o una distracción de él, me gustaría saber qué opina —Heahmund deja de comer en la forma que lo hacía, sólo para centrarse en ella. 

—Ahora pienso que este es mi viaje. Asesinar a paganos en nombre de Dios, es lo que él quiere, por eso me ha dado habilidades especiales, y una espada impresionante —Frida sonríe, y él se atreve a decirlo—. Y pienso que tú eres un ángel enviado por él, para guiarme.

Eso le parece aún más gracioso a Frida, por eso ríe, Heahmund disfruta mucho verla así.

—Ivar piensa que los dioses me crearon para él, usted cree que soy un ángel enviado para usted. Al parecer tengo características divinas de los dioses de los dos mundos —Heahmund sonríe, bebé agua y se levanta de su silla. Frida no le teme, ni siquiera cuando él se acerca tanto a ella, cómo ahora. 

—Comienzo a creer que es verdad, y tienes algo de divinidad en ti —el hombre mueve el cabello de esa chica, lo acaricia, viéndola a los ojos, mientras ella permanece sentada.

—Usted es un hombre de Dios, ya debería saberlo —Heahmund sonríe, ahora en lo que menos piensa es en su Dios.

—No podría saberlo, pero si lo creo Frida —Heahmund mueve esa mano, para acariciar la piel de ese blanco y largo cuello. 

Frida no comprende lo que él trama, justo cuando ella va a moverse para no ser tocada, la puerta se abre de golpe, haciendo que la mano del obispo retroceda.

—Frida —el rey Harald entra llamando la atención, la chica se levanta enseguida, saludándolo—. Te has adelantado a traer el desayuno.

El hombre habla sonriente, no ha visto ni escuchado nada, por lo que no sabe ni puede interpretar nada de lo que el obispo ha hecho.

—Pero le vendría bien un poco más de comida, si queremos tenerlo fuerte y sano para combatir —Harald suelta una risita, Frida sabe lo que ese hombre quiere, es tan obvio y predecible—. Los dejaré, rey Harald. 

El hombre agradece, ella sólo sale, dejándoles solos. Hvitserk tenía razón respecto al obispo.


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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Where stories live. Discover now