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Días después, un hombre va a buscar a Frida, ese gran vikingo dice ser un guardaespaldas de Ivar

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Días después, un hombre va a buscar a Frida, ese gran vikingo dice ser un guardaespaldas de Ivar. La chica no le cuestionó esa extraña decisión de tener personas cuidando de él, aunque ganas no le faltan. Ella prometió dejarlo hacer las cosas a su forma. Hvitserk tiene razón, la mayoría de las cosas que él hacía, las consultaba primero con su prometida, pero ella ya estaba cansada y asqueada de eso.

Frida llega al lugar citado, encontrándose a Ubbe y Hvitserk ahí, quienes la observan y le lanzan una sonrisa.

—¿Qué pasa? —cuestiona, Ubbe sólo le señala a Ivar en el suelo, mientras herreros están trabajando en algo para sus piernas.

—Esperen y les mostraré —dice el chico mientras se queja, parece que eso es doloroso, pero aquel hombre no se detiene, hasta que indica que ha terminado.

Ivar se sienta, enseguida toma una muleta, y sin ayuda de nadie comienza a ponerse de pie, siendo sostenido y apoyado por esa especie de armadura en sus piernas. Frida está impactada por ver eso. Le cuesta mucho al chico, pero él no tiene reparo en esforzarse para finalmente levantarse.

Ella lo observa, tiene lágrimas de felicidad y orgullo en esos ojos, quiere correr a abrazarlo y llenar su rostro de besos, pero no lo hace. Y entonces él, aún con más esfuerzo, comienza a sostenerse y mover las piernas, caminando a ellos con una sonrisa. Sus hermanos también están sorprendidos.

—Frida, quiero hablar contigo. ¿Podemos? —la chica asiente, y enseguida todos los observan irse.

—Siempre creí que serías más alto que Hvitserk, pero no tanto como Ubbe.

Ivar suelta una risita, está sonrojado.

—¿Y eso te parece atractivo?

—Eres divino, Ivar —él vuelve a sonreír.

—No tanto como tú.

Al llegar a su habitación, el chico se sienta en la cama, ella está de pie, frente a él.

—Aún soy muy torpe y lento.

—Se necesita práctica, ya sabrás hacerlo mejor. Ivar, estoy tan orgullosa de ti.

Ella se acerca para dar un besito. El responde sonriente.

—Tienes razón. Yo sólo quería mostrarte como sería si fuera un hombre normal, y un tatuaje, mi primer tatuaje.

—Eres un hombre extraordinario, Ivar —él vuelve a sonrojarse.

—Anda, ayúdame a descubrirme la espalda, está justo ahí.

Frida sube a la cama, detrás de Ivar, ayuda a quitar todo ese armamento hasta que se muestra ahí ese tatuaje, con algunos rastros de sangre, pero ahora está claro.

—Por los dioses. Es impresionante.

—¿Te gusta? —cuestiona sin dejar de sonreír.

—Lo adoro. Debió tomarte días, aún debe doler.

—El dolor es parte de mi vida, cariño. Pero sí, tomo días, fue difícil ocultarlo de ti, pero como nuestro tiempo juntos se ha reducido a las comidas y la hora de dormir, creo que lo facilitó.

—Te extraño mucho, Ivar. Aun así, no puedo dejar de sentirme feliz por todo lo que estás logrando. Lo mereces.

El chico sonríe, ella baja de la cama, para besarlo de una forma muy sutil, lenta y apasionada. Apenas ella busca subir para sentarse sobre su regazo, cuando llaman a la puerta. 

—Maldita sea —susurra ella, moviéndose para abrir. Es uno de los guardaespaldas, necesitan a Ivar rápido y urgente.

Apenas el chico vuelve a vestirse, sale de la habitación, dejando un beso tierno en la frente de su prometida.

Frida vuelve a sus deberes, y es cerca de la noche cuando a las afueras de York, a lo lejos, observa movimientos anormales. Ella pasaba justo por una de esas torres altas, limpiando. Eso le permitió ver a los hombres sajones a unos kilómetros de distancia. Sin perderlos de vista deja de hacer lo que hacía, y se queda ahí, viéndolos a lo lejos, merodeando al rededor. Ella comprende que debe pasarle esa información a Ivar, sabe que no tienen intenciones de atacar, sino el ejército entero se habría acercado.

Después de horas observando, esos hombres desaparecen apenas el sol se oculta. Entonces Frida corre para encontrarse con Ivar, quién está en su habitación, preparándose para dormir. Su sonrisa se borra al ver la expresión de Frida estando tan desesperada.

—Van a atacarnos cariño. Los sajones se preparan para atacar, debemos prepararnos.

Esto sólo hace que Ivar sonría, un gesto sádico y de satisfacción. Por supuesto que él estará listo.

 Por supuesto que él estará listo

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Frida [Ivar The Boneless/Alex Høgh Andersen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora