07. You hurt too much.

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Doyoung regresó de su colegio sintiéndose totalmente agotado, las clases de deportes nunca habían sido su fuerte, con sus problemas respiratorios era imposible correr más de un par de metros sin agitarse, agregando el hecho de que su condición tampoco era muy buena que digamos.

Incluso le temblaban las piernas de tantas sentadillas que el profesor le obligó a hacer como castigo por no querer correr.

Los mellizos aparecieron frente a él, ambos con sus manitas entrelazadas, viéndose sospechosamente felices.

—Te ves horrible, ojos de rana —le dijo Renjun.

—¡Junnie! ¡Eso no se dice! —regañó Chenle, volviendo su mirada al mayor. —Doyoung, Johnny nos va a llevar al 7-Eleven para comprarnos dulces, ¿Quieres un dulce?

—No como dulces, gracias, niño —el mayor revolvió el cabello de ambos, sonriendo cuando notó la mirada boba de Renjun sobre el.

Eran un par de niños raros.

—¡Doyoung! Mi niño, que bueno que llegas —Jongdae bajó las escaleras casi corriendo, logrando sostener al menor de los hombros para moverlo de un lado a otro. Bien, ahora sabía de donde es que John había sacado sus mañas. —La madre de los chicos está a nada de llegar por ellos, es su primera vez por aquí así que probablemente haga un par de preguntas... ¿Puedes decirle que los niños regresarán pronto? Tengo que volver al trabajo.

—Claro —respondió el pelinegro, abrumado por la cercanía.

—Gracias, niño, eres un sol —y se fue.

Quiso correr y esconderse en su habitación, todas esas palabras solo había ocasionado un enorme sentimiento de incomodidad en todo su ser. No sabía porque se sentía de esa manera, cuando se suponía que este tipo de acciones eran comunes en familias.

Familias grandes y unidas. O eso quería creer.

En menos de cinco minutos pudo ver a Johnny salir corriendo de la casa en compañía de sus hermanos, gritando que por fin podría comprar un Icee después de tanto tiempo de estrés. Doyoung no se quería reír de el, pero fue casi imposible no hacerlo al ver qué se subía a su bicicleta y se colocaba un casco de Barbie.

No había nada de malo en ello, pero le causaba gracia.

Raro.

Afortunadamente ese día no contaba con tantos deberes pendientes, así que se duchó rápidamente e incluso bajó a la cocina para poder prepararse algo de comer. Fue en esos momentos que se dió cuenta de que se habían olvidado de su existencia, no le dejaron nada de la comida que habían preparado.

Se sentó en silencio y observó a su alrededor. Siempre fue así, todo demasiado tranquilo para un niño que soñaba con tener por lo menos una cena junto a su padre sin estar discutiendo sobre asuntos escolares.

Anhelaba sentir lo que sus compañeros presumían en las festividades, porque mientras ellos organizaban fiestas y se reunían con su familia, el solo tenía una mesa repleta de comida y una tarjeta de disculpas por parte de su padre, diciendo que no podría estar ahí porque su trabajo lo consumía nuevamente.

El sonido del timbre lo sacó de esos pensamientos, dándose cuenta de que aún no había probado nada de su comida. Resignado, se levantó y abrió la puerta de su hogar, encontrándose con nada más y nada menos que Kim TaeYeon.

Un momento...

¿Kim TaeYeon? ¿En su puerta? ¿Tocando el timbre?

—Taeyeon... —murmuró el pelinegro con sorpresa.

¿Qué carajos hacía la dueña de todas sus lágrimas y creadora principal de sus mommy issues, en la puerta de su casa? A este punto ya estaba empezando a creer que había vendido su vida a Disney, incluso a un fanfic de esa plataforma naranja llamada Wattpad.

Invasor(es)Where stories live. Discover now