10. Sick.

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Minseok recuerda con total claridad la primera vez que su hijo se enfermó de fiebre, estando a solas en su hogar. Eran alrededor de las tres de la mañana y el no podía separarse de su pequeño bebé de cinco meses que lloraba desesperadamente por los síntomas, mientras que con la mirada buscaba algún taxi disponible para que lo llevara al hospital más cercano.

Fue uno de los momentos en los que no le importó para nada ser despedido de su trabajo, prefería perder la paga que le darían a perder a su hijo, quien lloraba entre sus brazos aún sin comprender porque se sentía así.

—No llores, no llores, por favor —susurraba una y otra vez, mirando a todos lados en busca de transporte. —Papá no dejará que nada malo suceda, tranquilo bebé.

Su estadía en aquel hospital fue terrible. Tener que quedarse despierto durante toda la noche porque temía que Doyoung se sintiera mal de nuevo, que su temperatura corporal aumentara a niveles extremos o que simplemente dejara de respirar de la nada. Sentía tanto miedo que no dejaba de llorar mientras su cabeza permanecía recargada en la camilla.

No tenía a nadie a su alrededor que pudiera consolarlo, sus padres habían desaparecido de su vida desde que lo echaron de casa por decidir quedarse con su hijo y no darlo en adopción como le ordenaron, su hermana se encontraba al otro lado del mundo y preocupada por sus propios asuntos, sería imposible contactar con ella en esos momentos de crisis.

Así que se quedó dentro de aquella fría habitación, llorando cada vez que llegaban a sus oídos los quejidos de su bebé. No podía hacer nada para aliviar sus malestares, las enfermeras se habían encargado de repetirle que su hijo se sentiría mejor al amanecer, pero nadie lo iba a convencer de dormir cuando podía escucharlo de esa manera.

Doyoung solo era un pequeño bebé con un padre que no estaba preparado para lidiar con este tipo de situaciones.

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Todos estos recuerdos llegaron a la mente de Minseok al momento de observar a su hijo recostado sobre la camilla en la fría sala de urgencias, creía que todo era tan parecido a la primera vez, solo que ahora tenía a su prometido a su lado para consolarlo.

—Taeyeon está con los chicos —dijo Jongdae, notando cómo su prometido observaba fijamente a Doyoung, las lágrimas en sus ojos delataban lo mal que se sentía en esos momentos. —Minnie, no llores.

—¿Qué puedo hacer para que no se sienta así? —sollozó, teniendo que cubrir su rostro. —Ya no se que hacer, no quiero que vuelva a los hospitales. Soy un pésimo padre.

—Las enfermedades así como el tiempo son cosas que nosotros no controlamos —le dijo con intenciones de calmarlo. —Por más que no quieras, Doyoung estará enfermo muchas veces, es algo completamente normal. Sin embargo, tú sabías que el niño se veía mal y te atreviste a decirle todo eso.

—Tienes que comprenderme un poco —casi rogó entre su llanto. —Mi hijo no es así, el es un niño bastante inteligente y no me gusta que baje su rendimiento, el no tiene porque pasar por las cosas que yo pasé para tener un trabajo estable en una maldita empresa de mierda que me pagaba un sueldo miserable. No quiero imaginarme a mi hijo en una situación como la mía, el debe de ser más exitoso.

—Minnie, sabes que yo te amo, eres mi mundo entero y me encargo de hacértelo saber cada que tengo la oportunidad... —Jongdae retiró las manos del rostro del contrario, casi obligándolo a mantener el contacto visual con el. —Pero estás mostrando un lado que yo no conocía. Me duele ver el tipo de relación que llevas con tu propio hijo, sangre de tu sangre. Tal vez Doyoung no es un niño perfecto, pero nadie lo es a esa jodida edad, es un adolescente que cometerá errores y es tu deber como padre advertirle de algunas cosas, guiarlo por un buen camino y apoyarlo en lo más que puedas. Algún día Doyoung va a terminar explotando y no habrá un punto de retorno, se van a distanciar para siempre.

Invasor(es)Where stories live. Discover now