24. She.

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Todo estaba perfectamente bien.

Hasta que a los oídos de Doyoung llegó la noticia de que el hijo de su tía sería un niño.

Quiso hacerse bolita y llorar hasta el día siguiente. Estaba decidido, el ya no sería el niño pequeño de su tía, dejaría de ser su pequeño bebé.

El fuerte dolor en su pecho lo atacó de nuevo, haciendo que sus lágrimas cayeran sin control alguno por su rostro. A su mente le importó muy poco que estuviese a medio pasillo, simplemente le hizo pensar demasiadas cosas malas para que se sintiera aún peor.

Quería vomitar...

—¿Por qué estás llorando? —la voz de Renjun le hizo alzar su mirada, dándose cuenta de que el niño lo observaba fijamente.

Cierto. Jongdae había llevado a Chenle con el dentista. Se le olvidaba que estaba en su hogar con el otro mellizo rondando por ahí a su alrededor.

—Lo siento —se disculpó el pelinegro de inmediato. Trató de limpiar sus lágrimas y sonreír, pero le fue imposible. —¿Sucedió algo?

—No me gusta cuando las personas lloran —sin avisar, Renjun se acercó a Doyoung para darle un fuerte abrazo. —Pero mi mamá dice que llorar es bueno para que todo lo malo salga de tu mente, así que puedes llorar y yo te voy a abrazar.

Doyoung decidió corresponder al pequeño abrazo de Renjun y cerró los ojos con fuerza, sollozando lo más bajo que pudo. Se sentía tan débil e indefenso frente a un niño que muy probablemente no entendía lo horrible que estaba siendo toda la situación para el.

Le dirían dramático. Y probablemente era uno de sus miles de berrinches.

Pero saber que ya no sería importante para nadie le rompía el corazón.

—No deberías de estar viendo este tipo de cosas, estás chiquito aún.

—Escuché la llamada que hiciste con tu tía —Renjun, siendo sincero como siempre, no le vió nada de malo el haber estado espiando al mayor. —Creo que lo que sientes se llaman celos. Yo me sentía así cuando papá nos trajo aquí, siempre nos decía que eras muy bonito y que el te querría mucho.

—¿Y por eso me decías que estaba feo y que tenía ojos de rana? —se burló Doyoung, logrando contener su tristeza.

—Sigues teniendo ojos de rana.

—Yo también te amo muchísimo, JunJun.

Los ojitos castaños de Renjun brillaron al escuchar tales palabras, una bonita sonrisa apareció para adornar su rostro al igual que un ligero toque carmesí en sus mejillas. Ahora ya no tenía ganas de dejar ir a Doyoung a ningún lado.

Pasaron todo su rato libre viendo la televisión en la habitación de los mellizos, Doyoung ni siquiera puso peros a los programas que quería ver el niño pequeño, incluso si parecían tontos y sin sentidos. Solo que tuvo que explicarle que ese tipo de comportamientos en las caricaturas estaba hecho para entretenerlo y no para replicarlo en la vida real.

Le daría un paro cardíaco donde Renjun creyera que puede volar y se lanzara de las escaleras.

Hasta que todos regresaron a su hogar. El pelinegro decidió huir de la habitación porque Chenle entró corriendo junto a Johnny, gritando que quería jugar al avión con su hermanito. No es que no le gustara jugar, pero ahora con su padre en casa le daba miedo que fuese a decirle algo por ser tan ruidoso.

También le gustaban más las cosas relajadas, si se agitaba después no podía respirar.

Se quedó en la sala con su libro en manos, ya casi llegaba al final y no quería que lo interrumpieran porque si no saldría de su mundo de fantasía donde era el príncipe heredero luchando por obtener la corona de regreso porque ese pueblo era suyo y no del traicionero de su tío.

Invasor(es)Where stories live. Discover now