23. Kids

350 69 23
                                    

La luz de la habitación fue encendida haciendo que Doyoung se quejara porque su amada oscuridad había desaparecido de la nada. Al parecer el idiota de Johnny estaba buscando algo. No era justo, el quería seguir hundiéndose en su miseria.

—Hey, señor vampiro —llamó John después de apagar la luz, caminando con sigilo hasta poder meterse a la cama de Doyoung. —Tengo frío, déjame dormir contigo.

El pelinegro volvió a quejarse.

—No.

—Está bien —Johnny hizo un puchero, pretendiendo ser dramático. Pero en lugar de recibir un regaño, se encontró con que Doyoung lo sostenía de la muñeca para que no se fuera. —¿Entonces no?

—Cállate.

Había algo entre ellos que Doyoung no podía descifrar sin llegar a confundirse. No creía en esas tonterías del amor a primera vista, pero... Ciertamente era como decir: "¡Hey! No sé quién eres, pero por alguna extraña razón quiero que seas para mí".

Pensó eso hace un par de días atrás, después de haber procesado que John terminó con su novia porque estaba confundido por su culpa.

Los brazos de John envolviéndose alrededor de su cintura lo sacaron de sus pensamientos. Habría estado completamente tranquilo de no ser porque el mayor decidió colocar su cabeza en uno de sus hombros, teniendo que estar aún más cerca uno del otro.

—Creo que quiero besarte.

—Morirás si lo intentas.

¿Le hizo caso? Claro que no, nunca lo hacía. El mayor se acercó de todas maneras, plantando un pequeño beso en la mejilla del pequeño gruñón que se quejaba hasta de su propia existencia, y como esta vez milagrosamente no lo insultó, siguió dejando pequeños besitos por dónde podía, logrando finalmente hacerlo reír con sus tonterías.

Johnny descubrió que el pelinegro poseía un par de lunares detrás de sus orejas y pequeñas (casi invisibles) pecas regadas por todas sus mejillas como si fuese una galletita con chispas. Eso le hizo preguntarse si es que acaso la madre de Doyoung tenía estas características puesto que Minseok parecía no tenerlas.

Doyoung por su parte terminó descubriendo que los labios de Johnny eran demasiado suavecitos, que su compañía ya no le irritaba tanto y que incluso ahora mismo tenerlo tan cerca lo estaba comenzando a relajar, al contrario de lo que creía al principio.

Ojalá no acostumbrarse a esa sensación de comodidad, ambos sabían que probablemente sería efímera.

—Me gustaría invitarte a tener una cita —susurró Johnny, cerrando los ojos. —Seríamos tu y yo, solos en el ático con comida chatarra y mirando películas de Disney en la computadora... Pero mi padre ya me prohibió cualquier contacto de este tipo contigo.

—¿Has desobedecido a tu padre alguna vez? —preguntó Doyoung.

—Muchas.

—No veo entonces cual es el problema —se burló.

Johnny rió.

—Tienes razón.

—¿De verdad piensas que mi padre y el tuyo lleguen a concretar su matrimonio? —Doyoung arrugó la nariz con disgusto.

Hubo un pequeño silencio.

—No —finalmente habló John. —La verdad no creo que se casen.

—Yo tampoco lo creo...

Entre varios movimientos, John terminó con la cabeza apoyada sobre el pecho de Doyoung, escuchando con atención los latidos de su corazón y la forma en la que parecía respirar con tanta calma. Quería dormir de una buena vez para despertar pronto, no quería que su padre viniera a buscarlo a media noche y lo viera de esa manera.

Invasor(es)Where stories live. Discover now