11. Bad.

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Los días pasaban lentamente, Doyoung parecía estar mejorando poco a poco, aunque no sabían que había sucedido específicamente. Muchos de la familia sospechaban que tal vez fue un simple golpe de calor, aunque esto era casi imposible.

Fue horrible para el pobre pelinegro tener que superar la maldita fiebre y de paso vomitar a cada cinco segundos, teniendo que soportar de paso los horribles escalofríos que recorrían todo su cuerpo. Casi sentía que moriría ahí mismo.

—Hice sopa instantánea —dijo Jongdae, entrando a la habitación para poder tomar asiento en la cama, a un lado del adolescente. —No se hacer muchas comidas, Minseok dijo que con esto te sentirías mejor.

—Gracias —Doyoung se sentó con todo el cuidado del mundo y aún así un quejido salió de sus labios cuando su cabeza recibió una punzada de dolor.

—Aún estás débil, a ver —el adulto tomó un poco de sopa con la cuchara y la dirigió a la boca del pelinegro, observándolo fijamente. —Cariño, ahí viene el avioncito, abre la boca y di "A".

Doyoung río.

—Jongdae, tengo dieciséis, eso es absurdo.

—Mi hijo tiene diecisiete y nunca se ha negado a esto.

El adolescente lo pensó un poco, pero la verdad se sentía incómodo si dejaba que el mayor lo alimentara de esa manera, así que negó lentamente. Jongdae era un poco-demasiado atento para su gusto.

Siempre había acostumbrado a estar completamente solo durante todo el día, incluso si se encontraba enfermo. Su padre llegaba del trabajo en la noche y entraba a su habitación para asegurarse de que estuviese mejorando, que tomara su medicina y mucha agua. Algunas veces, cuando tenía fiebre, su padre se preocupaba demasiado al punto de quedarse dormido a su lado.

No podía entender aún su comportamiento. Parecía que ambos necesitaban estar juntos pero al mismo tiempo existía algo que los hacía separarse.

Minseok no abandonada el trabajo por nada del mundo.

Doyoung por su parte creció siendo independiente, así que no pedía atención.

Pero incluso, dentro de su propio mundo queriendo sentirse un adulto, muchas veces solo deseaba que su padre llegara de vez en cuando para abrazarlo y que le dijera que todo estaría bien en el futuro.

—Te pierdes demasiado en tu mundo —habló Jongdae, revolviendo el cabello del menor para después tocar sus mejillas. —¿Te sientes mejor?

—Quítame las manos de encima.

—Bien —las retiró con una pequeña risita. —Eres difícil, niño...

—Fuera —Renjun entró a la habitación con cara de pocos amigos, observando fijamente a su padre. —Quiero hablar con Doyoung de negocios, fuera, señor.

—No me voy, me corren.

—¡Rápido!

Jongdae se asustó por la actitud de su hijo, sin embargo, le obedeció porque ese niño del demonio tenía la misma actitud que su madre y sinceramente le daba miedo morir a manos de un mini Chucky en potencia.

—Tu —el niño observó a Doyoung.

—¿Qué pasa? —preguntó el pelinegro.

Como si fuera araña, Renjun trepó hasta lograr subirse a la cama y tomó asiento a un lado del pelinegro, tirando el peluche de dinosaurio a una esquina.

—¿Por qué no nos quieres? —reclamó, cruzando sus brazos y moviendo los pies constantemente, tal vez creyendo que parecía intimidante. —Chenle llora porque le dices que no lo vas a abrazar, y no me gusta cuando el llora, si el llora yo también lo hago. ¡No puedo llorar, Doyoung! Los guapos no lloramos.

Invasor(es)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora