2. Empezar

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- Logan... ya es hora. - Esa voz me despierta una mañana más, mi madre al borde de mi cama, sentada en un lado, sus manos encima de su regazo, voz cansada de múltiples horas de jornada laboral como enfermera en el hospital, justo cuando yo despierto ella se va a dormir, sus turnos son todos nocturnos, los mejores pagados, también los más esclavistas, no recuerdo su rostro sin ojeras, siempre semi adormecida, perdiéndose prácticamente todas mis funciones, días especiales, presentaciones y completo crecimiento, todo por poder mantenernos a ambos los dos.

Entreabro los ojos con lentitud y nuestras miradas se encuentran, ahí está ella, con su cabello rubio ceniza repleto de canas salidas ya sea por la edad o el mismo estrés que es su vida, sus ojos verdes oscuros que hace ya mucho, no brillan, haciéndolos parecer negros, su piel, poco hidratada, y sus finos labios, secos, ásperos... me besa la frente y con voz muy queda me susurra que me queda una hora para prepararme e ir a clase, asiento suavemente y ella se incorpora como un fantasma para desaparecer por la puerta, ¿Hace cuánto que no tengo una conversación que dure más de tres minutos con ella?

- Buenas noches, mamá... - murmuro, casi más para mí que para ella, y me levanto de la cama frotando mis cansados ojos.

Bostezo mientras dejo mi mirada recorrer mi aburrido armario lleno de pantalones grises o negros y camisetas con distintas propagandas que mi madre ha ido consiguiendo en el hospital, podría decirse que soy un muestrario de frases médicas y refranes como "Póntelo, pónselo". Tomo una de las interminables camisetas que poblan las baldas y uno de los gastados pantalones con distintos parches que he ido remendando para aliviar a mi madre de otro día de compras en el que se le iría gran parte de su sueldo. Agarro la sudadera que llevo utilizando por prácticamente más de tres años para tapar la propaganda del día de hoy y me encamino a la cocina para intentar desayunar lo primero que pueda encontrar entre los distintos tuppers de la nevera que, muy diligentemente, nuestra vecina nos entrega para ayudar a mi madre con mi crianza, es una abuela sin mucho más que hacer en la vida y con gusto tomó el puesto de "abuela postiza" cuando mi madre le suplicó por ayuda años atrás, con un bebé prácticamente recién nacido que lloraba y daba berridos dignos de una banshee, la anciana me tomó bajo su ala. Conseguí rescatar unas cuantas lonchas de queso junto con un poco de pavo y las puse en un trozo de pan semi pasado, por lo menos no parecía tener moho, me valía para llenar el estómago antes de ir al instituto, o al menos antes de que sonase el claxon del coche de mi mejor amigo en la calle.

- Puntual como siempre.

Salgo a paso apresurado con mi mochila al hombro para ver a Evan tamborileando sus dedos en el volante, impaciente, mira el reloj y murmura algo para si, aún no he entrado en el vehículo y ya puedo escuchar resonando en mi mente sus múltiples reproches ansiosos los oídos.

- Buenos día... - Mi saludo es cortado por el atropellado discurso de mi hermano de otra madre.
- ¡Todos los días igual! Siempre llego a las 8:40, ¿Qué es tan difícil de entender que tienes que estar fuera a esa hora? Quieres matarme de un disgusto, ¿Es eso, cierto?

Mis ojos se ponen en blanco de manera casi automática, siento que ya está en mi ser el hacerlo cada vez que este empieza a reprocharme, empezamos nuestro camino hacia la escuela mientras este me reclama sin parar. La misma historia de cada mañana, creo que no sabría comenzar mi día sin ella.

- Bueno, primer día del curso, ¿Estás listo para el caos de los niños de primero? - Suelta de golpe Evan al ver que hace rato que ya no le presto atención a sus quejas.
- Quién sabe, igual este año pasa algo interesante... - murmuro con la mirada perdida en el paisaje.

No sabía bien en ese momento cuánto iba a cambiar mi vida, un giro de 180 grados que me tendría mirando un mundo que nunca antes había conocido en toda mi existencia. Nosotros permanecíamos totalmente ajenos a una adrenalina de la que nunca antes pensé que formaría parte, inconsciente de cómo se sentirían sus manos sobre mi piel, mi ropa, todo mi ser... conocerle a él sería el mayor cambio en toda mi realidad.

- Yo solo espero que al menos tengamos un profesor nuevo de matemáticas... por favor, no otro año más con el señor Richards, mi pobre corazón no puede aguantarlo.

Río, ese hombre le ha hecho la vida imposible a mí pobre amigo durante toda nuestra estancia en el instituto, por algún motivo se ha empecinado en acosarle por su nulidad con las ecuaciones, tal vez era debido a su discalculia, o el hecho de que intentar que Evan prestase atención a una clase era una misión definitivamente imposible.

Llegamos a la escuela en unos estimados diez minutos, segundo arriba segundo abajo, justo a la vez que el resto de la mayoría de alumnos que ahora crean una caravana en la entrada de la escuela que avanza lenta y calmada.

- Parece que tus sueños no se van a cumplir una vez más. - Murmuro al ver que, mientras este estaciona en el aparcamiento de la escuela, a nuestro lado se sitúa el mismo profesor, con su cara cansada, sus muchas canas y su frondoso bigote pajizo.

Mientras el hombre de figura encorvada baja del vehículo cargando su maletín de cuero gastado y arrastra las suelas de sus zapatos por el asfalto puedo sentir como Evan maldice por lo bajo por su mala suerte con el destino, si, otro año como los demás, nada cambia por aquí, mismo pueblo, misma escuela, mismos alumnos con lamentos porque se ha terminado el verano, mismos profesores que se quejan aún más que los jóvenes por tener que volver a aguantar a niñatos irresponsables, y nosotros... siento que todo aquí es atemporal, monótono y taciturno.

YoursWhere stories live. Discover now