8. Motero

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Al entrar en la esfera de la muerte, me sentí como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. El ruido del motor del motociclista resonaba contra las paredes metálicas creando un eco ensordecedor. Mi corazón latía tan rápido que pensé que iba a explotar, y el sudor comenzaba a empapar mi camiseta de Nirvana. Me aferré a las barras de metal, tratando de mantener el equilibrio mientras el motociclista ajustaba su casco y preparaba su moto para el espectáculo.

Desde mi posición, en la pequeña plataforma, tenía una vista clara del motociclista. Era más alto de lo que esperaba, y su presencia era tan intimidante como impresionante. Llevaba un traje de cuero negro ajustado, con detalles en rojo y blanco que brillaban bajo las luces del escenario. El traje estaba decorado con parches y logotipos, y cada movimiento que hacía parecía calculado y preciso. Su casco era de un color negro mate, con una visera oscura que ocultaba sus ojos, pero aunque no podía ver su rostro, la manera en que se movía, con confianza y autoridad, me hizo sentir aún más nervioso. Sus guantes de cuero crujían mientras ajustaba las correas y se aseguraba de que todo estuviera en su lugar. Era obvio que tenía experiencia, pero eso no me hacía sentir más seguro.

La moto en sí era una bestia, con un motor grande y un cuerpo compacto. El ruido del motor retumbaba en la esfera, y cada aceleración hacía temblar las barras metálicas. El motociclista la movía con una destreza impresionante, girándola y haciéndola pivotar con una facilidad que me dejaba boquiabierto. Cada movimiento suyo era fluido y decidido, como si supiera exactamente qué hacer para impresionar a la multitud. Mientras observaba al motociclista, no pude evitar sentir una mezcla de temor y fascinación. A pesar de la ansiedad que me daba estar en esa situación, había algo en él que era casi hipnótico. Su seguridad y carisma llenaban el espacio, y me pregunté cómo alguien podía ser tan tranquilo en un lugar tan peligroso.

La multitud afuera seguía vitoreando, y el presentador anunció que el espectáculo estaba por comenzar. Mi respiración se volvió más rápida, y apreté las barras con más fuerza. El motociclista encendió el motor de nuevo y comenzó a hacer girar la moto, creando un vórtice de viento y ruido dentro de la esfera. Las luces del escenario parpadeaban, creando sombras que se movían a su alrededor, y el rugido de la moto hacía que mi corazón saltara. Para mí, todo eso solo significaba una cosa: que el espectáculo iba a ser tan emocionante como aterrador, y yo estaba atrapado en medio de todo. No había vuelta atrás, y solo podía esperar que todo saliera bien.

El motorista se volvió hacia mí, y aunque no podía ver sus ojos detrás de la visera oscura del casco, pude sentir su mirada. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando un brazo sobre el manillar, y el motor rugió de nuevo, haciendo vibrar todo el suelo de la esfera. El ruido era ensordecedor, pero su voz, cuando habló, cortó a través de todo como un cuchillo afilado.

- Prepárate. - Dijo, con una voz baja y profunda, pero sorprendentemente clara. Había algo magnético en su tono, un atractivo oscuro que resonaba entre el rugido del motor y el bullicio de la multitud afuera.

Mis manos se aferraron con más fuerza a las barras de metal, mis nudillos se pusieron blancos por la presión. El caos y el ruido a mi alrededor se volvieron borrosos; el motociclista era el único punto de enfoque. El timbre de su voz tenía un magnetismo que me hizo olvidar, por un momento, el miedo y la ansiedad. Era como si cada palabra suya tuviera peso propio, y todo lo demás fuera solo un telón de fondo.

A mi alrededor, las luces del escenario parpadeaban, creando destellos que rebotaban en el interior de la esfera. El metal vibraba con cada aceleración del motor, y el viento que generaba al hacer girar la moto me azotaba el rostro. Todo se movía tan rápido que apenas podía procesarlo, pero la voz del motorista parecía mantenerme anclado, como si su sonido fuera el único punto de calma en medio de la tormenta.

Me sentí hipnotizado por la situación, por el peligro palpable y por la forma en que el motociclista se movía con tanta facilidad. Había algo en su presencia que era a la vez aterrador y fascinante. Cada movimiento suyo era fluido y seguro, como si hubiera hecho esto mil veces antes, como si el peligro no existiera para él. Y cuando volvió a hablar, su voz parecía envolverme, envolviendo a su vez todo el caos con una calma extraña.

- No te sueltes... - dijo, con un toque de advertencia pero también con un tono tranquilizador. Era como si su voz tuviera el poder de controlar el entorno, como si, mientras él hablara, nada malo pudiera pasar.

Pero yo sabía que no era así. La situación seguía siendo peligrosa, y mi cuerpo lo sabía. El miedo me recorría como un escalofrío, pero algo en su voz me hacía quedarme allí, atrapado en su magnetismo. El ruido de la multitud afuera, el rugido de las motos y el traqueteo del metal me rodeaban, pero yo solo podía pensar en la próxima maniobra que el motorista haría, en cómo todo podría salir bien o terriblemente mal. Y, con un último rugido del motor, supe que el espectáculo estaba por comenzar. El motorista enderezó la moto y comenzó a acelerar, creando un torbellino de viento y ruido que parecía dispuesto a arrancarme del suelo. Todo se volvió un borrón de movimiento y sonido, pero esa voz, la suya, seguía resonando en mi cabeza, atrayéndome hacia el corazón del caos. Me sentía enloquecer en mi propia mente, algo daba vueltas y giros en mi interior, no sabía bien si era el miedo, el pánico, la ansiedad o la presencia de aquel chico, ¿Cómo podía ser tan atractivo alguien sin rostro? En lo que a mi respectaba podía ser el hombre más feo del mundo y a mi me estaban temblando las piernas.


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