66. Miedo

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Sentir a Keilan tan cerca, su aliento sobre mi piel, cada beso encendiendo algo dentro de mí, era como despertar de un largo sueño. Todo comenzó lentamente, nuestros labios encontrando su ritmo, pero pronto el deseo nos llevó a un lugar más profundo, más intenso. Los besos se volvieron más apasionados, llenos de una urgencia que solo dos personas que se han encontrado tras la tormenta pueden entender.

Keilan me sostuvo firme mientras nuestras bocas se movían juntas, nuestros cuerpos buscando más contacto, más conexión. Mi corazón latía con fuerza, y mis manos recorrían su cuello y su espalda, sintiendo la tensión de sus músculos mientras me sostenía. Cada toque, cada caricia, era como una declaración de amor, y aunque el ritmo de nuestros besos aumentaba, había un cuidado y una delicadeza en todo lo que hacía.

De repente, Keilan me levantó, sus manos fuertes pero suaves, y mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura. La sensación de estar tan cerca de él, de sentir su cuerpo contra el mío, era abrumadora pero perfecta. No rompió el beso ni por un segundo, sus labios explorando los míos con una pasión que me hacía olvidar todo lo demás.

Mientras me cargaba hacia el dormitorio, el mundo a nuestro alrededor dejó de importar. Solo existíamos nosotros dos, y la promesa de lo que vendría. Keilan caminaba con una seguridad que solo él podía tener, su respiración se hacía más pesada, pero sus besos nunca perdieron la ternura ni la intensidad. Me sostenía con firmeza, y yo me aferraba a él, sabiendo que estaba en buenas manos.

Cuando llegamos al dormitorio, Keilan me posó suavemente en la cama, como si fuera lo más natural del mundo. La cama estaba cálida y acogedora, y el ambiente del dormitorio era íntimo, un reflejo de la persona que era Keilan. Pero no tuve mucho tiempo para observar, porque él estaba allí, conmigo, y los besos continuaron con aún más pasión.

En el dulce torbellino de nuestros besos, Keilan me levantó en sus brazos con una facilidad sorprendente. Mis piernas se envolvieron instintivamente alrededor de su cintura mientras continuábamos besándonos con pasión desbordante. Sentí el latido acelerado de su corazón resonar contra el mío mientras me llevaba hacia el dormitorio con determinación.

Cada paso que dábamos era un eco de nuestro deseo mutuo, un testimonio de la intensidad de nuestras emociones. Keilan me depositó suavemente en la cama, pero nuestros labios seguían unidos en un ferviente intercambio de amor y deseo. No había espacio para la duda ni la vacilación, solo la certeza de que estábamos donde debíamos estar, juntos, entregándonos completamente el uno al otro.

La pasión ardía entre nosotros mientras nos besábamos con una urgencia palpable. Cada roce de nuestros labios era como una chispa que encendía el fuego de nuestro deseo compartido. Me aferré a él con fuerza, sintiendo su calor envolviéndome, consumiéndome por completo en un mar de sensaciones indescriptibles.

Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, explorando cada rincón, cada curva, con una intensidad que me dejaba sin aliento. Las manos de Keilan recorrían mi piel con una delicadeza exquisita, despertando sensaciones que nunca antes había experimentado. Cada caricia, cada roce, era una promesa de amor y entrega total.

La habitación se llenó con el sonido de nuestros suspiros entrelazados, con el eco de nuestros corazones latiendo al unísono. En ese momento, éramos uno solo, perdidos en el éxtasis del amor compartido. No había pasado ni futuro, solo el presente, donde todo lo que importaba era el amor que nos teníamos el uno al otro.

Y mientras nos sumergíamos en el torbellino de nuestras emociones, supe que este era el comienzo de algo verdaderamente especial, algo que nos uniría en cuerpo y alma para siempre. En los brazos de Keilan, encontré mi hogar, mi refugio, mi amor eterno. Y juntos, nos entregamos al dulce éxtasis de nuestro amor, dejando que nuestras almas se fusionaran en un vínculo indestructible.

Cuando Keilan me besaba, era como si el mundo se detuviera. Sus labios contra los míos tenían un efecto electrizante, enviando ondas de calidez a través de mi cuerpo. Cada beso era un susurro de afecto, un recordatorio de lo que significábamos el uno para el otro. La suavidad de sus labios, la manera en que sus manos acariciaban mi rostro mientras me besaba, todo era una combinación de ternura y pasión.

Sentía que podía perderme en esos besos. Cada toque, cada caricia, me hacía sentir más conectado a él, como si fuera la única persona en el mundo. Su aliento, cálido y rítmico, se mezclaba con el mío, y el ritmo de nuestros besos se intensificaba con cada segundo. Era un baile de emociones, un crescendo de deseo y amor.

Keilan sabía cómo besarme para que cada momento se sintiera especial. No era solo el contacto físico; era la forma en que me sostenía, la manera en que sus dedos recorrían mi cuello y se enredaban en mi cabello, haciéndome sentir querido y seguro. Cada beso parecía tener un significado más profundo, una promesa de que estaríamos juntos a pesar de todo lo que habíamos pasado.

A veces, sus besos eran lentos y suaves, como si quisiera saborearlos, saborearnos, tomándose el tiempo para disfrutar cada instante. Otras veces, se volvían más intensos, como si el deseo entre nosotros fuera incontrolable. Y en esos momentos, mi corazón latía con fuerza, y el calor subía hasta mis mejillas, haciendo que todo lo demás desapareciera.

Estar con Keilan, besarlo, me hacía sentir vivo de una manera que nunca había experimentado. Era más que pasión; era una conexión que iba más allá de las palabras, un sentimiento que solo se puede compartir con alguien a quien realmente amas. Y mientras nuestros besos continuaban, cada vez más profundos, cada vez más apasionados, supe que esto era solo el comienzo de algo hermoso, algo que quería explorar con él.

Sentía el calor de sus labios sobre los míos y la forma en que sus manos acariciaban mi piel. Todo parecía perfecto, pero una sensación de inquietud se empezó a colar entre el deseo y la pasión. Era algo que no podía evitar, un murmullo en mi mente que me decía que esto estaba avanzando rápido, tal vez demasiado rápido.

Keilan sabía besarme de manera que hacía que todo lo demás desapareciera. Sus movimientos eran suaves, pero había una intensidad en su toque que me hacía perder la noción del tiempo y el espacio. Sin embargo, cuanto más subía la temperatura, más me encontraba enfrentando mis propios nervios. No era solo que esta fuera la primera vez que estaba tan cerca de alguien así, sino también el hecho de que estaba descubriendo una parte de mí mismo que nunca había explorado antes.

Sus manos recorrían mi espalda con delicadeza, y cada caricia hacía que mi corazón latiera más rápido. Pero al mismo tiempo, la inquietud crecía. ¿Estaba preparado para dar el siguiente paso? ¿Qué significaría para nosotros? Estas preguntas me rondaban la mente, añadiendo un toque de ansiedad al calor del momento.

Keilan parecía sentirlo, porque sus movimientos se volvieron más lentos, más cuidadosos. Me miró a los ojos, y en su mirada vi comprensión, como si entendiera que había algo que me detenía. No dijo nada, pero la manera en que me miraba era suficiente para calmarme un poco.

A pesar de la intensidad del momento, no pude evitar sentirme vulnerable. Me preguntaba si estaba listo para avanzar, si realmente sabía lo que quería. No quería decepcionar a Keilan, pero también quería asegurarme de que esto fuera lo correcto para ambos. El deseo estaba ahí, pero también estaba el miedo a lo desconocido. 

YoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora