17. Llanto

3 1 0
                                    

El llanto me sorprendió. Fue como una ola de emociones que me golpeó sin previo aviso. Sentado en el suelo frío del baño, dejé que las lágrimas cayeran sin intentar detenerlas. El sonido de mi sollozo resonaba contra las paredes de azulejos, como si todo el espacio supiera de mi tristeza y quisiera amplificarla.

La imagen del motorista y la chica besándose seguía en mi mente, como un video que no podía detener. Ella era hermosa, no había otra forma de describirla. Tenía un cabello largo y sedoso, oscuro y brillante, que caía en ondas perfectas sobre sus hombros. Sus ojos eran grandes y expresivos, y su sonrisa era deslumbrante, con dientes blancos y alineados. Vestía con un estilo que era a la vez rebelde y elegante, con una chaqueta vaquera llena de parches y unos jeans ajustados que realzaban su figura esbelta.

Cada detalle de ella me hacía sentir más pequeño, más insignificante. Ella había entrado en escena y había captado la atención del motorista con una facilidad que me llenaba de celos. Recordé cómo lo miraba, con esa confianza que solo tienen las personas que saben que son irresistibles. Y el motorista estaba encantado con ella, como si no hubiera nadie más en el mundo.

El beso entre ellos fue largo, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos dos. Ella puso sus brazos alrededor de su cuello, y él la sostuvo con una mano en la cintura, como si fuera lo más natural del mundo. El modo en que se miraron después del beso, con esa complicidad que solo comparten las parejas, me rompió el corazón.

Mi llanto se hizo más fuerte, y tuve que taparme la boca con la mano para no hacer demasiado ruido. El dolor y la envidia me consumían. Me sentí ridículo por estar llorando por un chico que apenas conocía, por un amor que solo existía en mi imaginación. Pero el dolor era real, y no podía ignorarlo.

¿Por qué ella? ¿Por qué tenía que ser ella la que estuviera cerca de él, la que lo tuviera tan encandilado? Yo no podía competir con su belleza, con su confianza, con esa forma de moverse que hacía que todos la admiraran. Ella era todo lo que yo no era, y el motorista parecía verla como el centro de su universo.

Mientras lloraba, pensé en lo injusto que era todo. Yo había sentido una conexión con el motorista, algo especial y único, pero ella era la que lo tenía en sus brazos, la que compartía su tiempo y sus sonrisas. Sentí que no tenía derecho a esos sentimientos, que era estúpido querer algo que nunca sería mío.

El eco de mis sollozos en el baño era un recordatorio de que estaba solo, de que el mundo fuera continuaba sin mí. No sabía cuánto tiempo estuve allí, pero finalmente me quedé sin lágrimas. Me sentía agotado, pero el dolor seguía allí, como una sombra que no desaparece. Me di cuenta de que tendría que encontrar una manera de seguir adelante, de vivir con esta sensación de pérdida y confusión. Pero por ahora, solo quería quedarme allí, en el suelo del baño, donde nadie pudiera ver mi vulnerabilidad, donde pudiera llorar sin que nadie me juzgara por lo que estaba sintiendo. Estaba en el cubículo del baño, con la cara hundida en las manos, intentando contener las lágrimas que todavía caían a pesar de mi esfuerzo por detenerlas. La sensación de celos, el dolor y la confusión me golpeaban como olas en una tormenta. No quería que nadie me viera así, pero me sentía atrapado en esa pequeña celda, incapaz de salir al mundo real, donde todos sabían del video y hablaban de mí como si fuera una historia sensacionalista. De repente, escuché la puerta del baño abrirse y pasos que se acercaban. Contuve el aliento, esperando que quien fuera solo necesitara entrar y salir, pero los pasos se detuvieron frente a mi cubículo. Mi corazón se aceleró. No quería que nadie me escuchara llorar, pero ya era demasiado tarde.

- Oye, ¿estás bien? - Dijo una voz masculina desde el otro lado de la puerta. Era suave, casi cuidadosa, como si no quisiera asustarme.

No respondí. Tal vez si permanecía en silencio, se iría. Pero el chico no se fue.

- Escuché que estabas llorando, ¿Te pasa algo? - Preguntó, esta vez con más firmeza.

El nudo en mi garganta se apretó más. No quería hablar con nadie, mucho menos con alguien que no conocía. Pero el chico no parecía dispuesto a irse.

- Si necesitas hablar, estoy aquí. - Dijo, con un tono que era casi tranquilizador.

No respondí. Solo quería quedarme ahí, en mi pequeño refugio de azulejos, donde nadie pudiera ver mis lágrimas ni hacer preguntas que no quería responder. El chico esperó un momento, luego golpeó suavemente la puerta del cubículo.

- Oye, no te preocupes. No voy a decirle a nadie que estás aquí llorando. - Dijo, tratando de sonar calmado - Solo quiero saber si estás bien.

Tomé un profundo respiro, tratando de calmarme. No sabía qué hacer. Estaba atrapado entre el miedo de ser descubierto y la necesidad de mantener mi privacidad. Finalmente, mi voz salió débil y temblorosa.

- Estoy bien... solo necesito un momento. - Dije, aunque no estaba seguro de creerlo yo mismo.

El chico pareció aliviado de que al menos le hubiera respondido.

- De acuerdo, tómate tu tiempo. Pero si necesitas hablar, estaré aquí. - Dijo, y luego escuché cómo se alejaba un poco, dándome espacio.

Quería gritarle que se fuera, que me dejara en paz, pero al mismo tiempo, su voz había sido amable. Era una extraña mezcla de sensaciones, como si estuviera agradecido de que alguien se preocupara pero, al mismo tiempo, asustado de lo que pudiera significar. No quería que nadie más viera mi vulnerabilidad, ni que supiera por qué estaba llorando. Me quedé allí, en silencio, esperando a que el chico se fuera. Pero después de unos minutos, escuché su voz de nuevo, esta vez desde fuera del baño.

- Escucha, no sé qué te pasa, pero espero que te sientas mejor pronto. - Dijo, con un tono sincero - Si necesitas ayuda, no dudes en buscarme. Me llamo Marcos, por cierto.

Y luego, se fue. Escuché la puerta del baño cerrarse, y supe que estaba solo de nuevo. Las lágrimas comenzaron a secarse, pero el dolor seguía ahí, como un recordatorio de que algo dentro de mí había cambiado. Al menos, Marcos no había insistido, y eso me dio algo de alivio. Pero todavía no estaba listo para salir de mi refugio. Necesitaba tiempo para entender lo que estaba sintiendo y para encontrar una forma de enfrentar el mundo sin mostrar cuán roto me sentía por dentro.

YoursWhere stories live. Discover now