20. Marcos

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Era un día de semana cualquiera, el cielo estaba gris y la lluvia amenazaba con caer en cualquier momento. El ambiente en la escuela era el habitual: estudiantes corriendo por los pasillos, profesores con expresiones de agotamiento, y el incesante ruido de las conversaciones y risas. Para mí, la escuela era una rutina de la que no esperaba mucho, pero ese día, Evan estaba especialmente animado. Nos encontramos en nuestras taquillas antes de que sonara el timbre para la primera clase. Él siempre era el primero en llegar, hablando sin parar de cualquier cosa que se le ocurriera. Pero esa mañana, estaba especialmente emocionado por la fiesta del próximo fin de semana.

- ¡Va a ser increíble! - Dijo, con una sonrisa que iba de oreja a oreja - Marta siempre hace las mejores fiestas. Van a tener música en vivo, un DJ y un montón de comida, ¡Será genial!

Asentí, aunque en realidad no estaba tan emocionado como él. La idea de una fiesta sonaba bien para distraerme, pero el caos de la semana pasada y el beso del motorista con la chica aún pesaban en mi mente. Evan, por supuesto, no tenía ni idea de lo que había pasado ni de la confusión que sentía desde entonces.

- ¿Qué tal si buscamos a alguien para ti?  - Dijo Evan, con una sonrisa traviesa - Seguro que hay un montón de chicas guapas. Vamos, ¿No te apetece conocer a alguien?

Me encogí de hombros, pero la idea me causó un desasosiego interno que no esperaba. Antes, la idea de ligar con una chica sonaba emocionante, pero ahora, después de lo que había sentido por el motorista, todo parecía extraño y fuera de lugar. No sabía cómo explicar esa sensación, pero era como si algo dentro de mí se hubiera desplazado, dejándome sin saber dónde encajaba.

- No sé, E. No estoy muy interesado en eso ahora mismo... - respondí, tratando de sonar despreocupado.

Evan no pareció notar mi incomodidad y siguió hablando de la fiesta, describiendo a algunas de las chicas que conocía y sugiriendo con quién podría hablar. Yo solo asentía y sonreía, pero por dentro, cada mención de chicas y de ligar me hacía sentir más inquieto. No sabía si era porque todavía estaba procesando mis sentimientos hacia el motorista o porque simplemente no tenía ganas de socializar.

- Venga, hombre, tienes que animarte un poco. - Insistió Evan - No puedes quedarte en casa todo el tiempo. Te vendrá bien salir, conocer a gente nueva, ¿Qué tal si hablamos con Sandra? Me parece que le gustas, y es muy simpática.

La idea de hablar con Sandra, o con cualquier chica, me llenó de ansiedad. No porque no fuera atractiva o agradable, sino porque mi mente seguía regresando a Keilan, el motorista. Las imágenes del beso, el contacto en la moto y el caos de la esfera de la muerte me perseguían, y cada intento de Evan de emparejarme con alguien solo aumentaba mi confusión.

- No sé, E. - Dije, tratando de cambiar de tema - Veamos cómo va la fiesta y luego veremos.

Evan se encogió de hombros, todavía emocionado por sus propios planes para la fiesta. Pero yo me quedé con esa sensación de desasosiego, como si el mundo que antes entendía se hubiera vuelto completamente desconocido. Sabía que tenía que encontrar una manera de lidiar con esa confusión, pero por ahora, lo único que podía hacer era seguir adelante y esperar que el fin de semana me diera algo de claridad. El día avanzaba con la misma rutina de siempre: clases, profesores hablando, compañeros haciendo chistes. Pero yo no podía concentrarme. Mis pensamientos seguían girando alrededor de Keilan, del beso que había visto, y de las preguntas que me hacían sentir incómodo. Cuando llegó el recreo, decidí ir al baño para refrescarme, tratando de aclarar mi mente.

Era el mismo baño donde me había encerrado el otro día, el lugar donde me había permitido llorar y sentirme vulnerable. Entré y me dirigí al lavabo, dejando que el agua fría corriera sobre mis manos antes de salpicar mi rostro. Necesitaba un momento para respirar, para alejarme del ruido y el bullicio del instituto. Pero justo cuando pensaba que estaba solo, escuché la puerta abrirse y unos pasos acercándose. Era Marcos, el chico que me había hablado a través del cubículo el otro día. Lo reconocí por su voz suave pero firme. Me miró con una sonrisa amistosa, pero algo en su expresión me hizo sentir aún más nervioso. No quería que me viera así, todavía con los ojos un poco rojos y el rostro tenso.

- Hey, ¿Tú eres el que estaba aquí el otro día, verdad? - Dijo Marcos, con esa sonrisa que parecía iluminar el lugar - Me alegra ver que estás mejor.

Me encogí de hombros, tratando de sonar indiferente.

- Sí, bueno... solo necesitaba un momento. - Dije, evitando mirarlo directamente.

Marcos se apoyó contra la pared, cruzando los brazos. Su actitud era relajada, pero había algo en su mirada que me ponía nervioso.

- Está bien, todos necesitamos un momento de vez en cuando. - Dijo, con un tono que era casi coquetón - Pero si quieres hablar o necesitas algo, puedes decírmelo. No muerdo... a menos que quieras, claro.

Solté una pequeña risa, pero más por la incomodidad que por otra cosa. El comentario me tomó por sorpresa, y no supe cómo responder. Marcos tenía un aire desenfadado, como si nada le importara demasiado. Pero esa actitud me hacía sentir aún más azorado.

- Gracias, pero estoy bien. - Respondí, tratando de mantener la compostura.

Marcos sonrió, como si mi respuesta no lo desanimara. Parecía disfrutar del hecho de que me ponía nervioso, como si fuera un juego para él.

- Bueno, si cambias de opinión, estaré por aquí. - Dijo, y luego se acercó al lavabo para lavarse las manos - Oye, ¿vas a la fiesta este fin de semana? Me dijeron que va a estar genial.

Asentí, aunque no estaba seguro de si quería ir o no. La idea de una fiesta sonaba bien para desconectar, pero el encuentro con Keilan y todo lo que había sentido me hacía dudar.

- Sí, probablemente. - Respondí, sin compromiso.

Marcos se giró hacia mí con esa sonrisa juguetona.

- Genial, entonces nos veremos allí. Asegúrate de venir con ánimo, ¿De acuerdo? - Dijo, guiñándome un ojo.

Me sentí aún más azorado. No estaba acostumbrado a que alguien coqueteara conmigo, y mucho menos a que me hicieran sentir tan fuera de lugar. Pero Marcos parecía disfrutar del juego, y no parecía tener intenciones de detenerse. Me disculpé y salí del baño, todavía sintiendo el calor en las mejillas. El encuentro había sido raro, y el coqueteo de Marcos solo me dejó más confundido. No sabía qué pensar, pero una cosa era segura: mi mundo se estaba volviendo más complicado, y no estaba seguro de cómo navegar por él.

YoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora