4. Soltarse

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Llegamos a la zona de conserjería, mi amigo se inclinó hacía el mostrador con gesto encantador y llamó por la señora que atendía todo allí con tono dulce.

- ¡Natalia! Te he extrañado tanto este verano, - ella reía encantada con los halagos de Evan - ¿Cómo lo has pasado? ¿Es eso un bronceado lo que veo? 

- Oh cielos, tal vez he ido un poco a la playa, hay que soltarse, ya sabes, viene bien de vez en cuando... - respondió esta con mejillas sonrojadas.

- Eso le digo yo aquí a mi Logan, - reclamó tomándome por el hombro y pegándome a él de manera brusca - pero no hay manera de que me escuche, nunca le voy a encontrar un amor de verano si me sigue así de tieso.

Enrojecí molesto al escuchar la risa de la señora mientras nos daba los horarios y me saludaba, tomé el mío y me saqué el brazo de Evan de encima de mi resoplando.

- Oh vamos, no te enfades, es muy pronto por la mañana para que ya estés de morros.

- No necesito que airees mi vida privada con cualquiera que quiera escuchar tus estúpidas frases de ligoteo barato.

- Log, vamos, no es para tanto, es cierto lo que digo, vas tan rígido por la vida que parece que ya te hayas muerto y estés practicando la pose que pondrás en el ataúd, necesitas soltarte de vez en cuando, hacer alguna locura, jugártela un poco.

- Prefiero seguir practicando para mi defunción, y ahora, si me disculpas, tengo cálculo. - Rebatí agitando el horario frente a él y alejándome sin prestar atención a sus reclamos.

Nunca creí que esa clase serviría para algo, pero me ayudó a escaparme de la mirada interrogativa de Evan, y eso debería de agradecerse por toda la eternidad a las matemáticas. Me senté en el lugar que siempre ocupaba cada año, tercera fila, junto a la ventana, exactamente a una fila de las taquillas que cubrían la pared trasera del aula, mi sitio perfecto desde la primaria, me permitía escucharlo todo en el aula, tomar apuntes pero también esconderme de las preguntas furtivas que los profesores solían soltar durante las lecciones, era invisible allí, pero no demasiado, tan sólo lo suficiente como para escaquearme de tareas pero ser notado como para no ser puesto como ausente en la lista de presentados en la clase.

- Buenos días, - el señor Richards entró en el aula con paso lento y taciturno, sus gafas parecían estar a un hilo de caerse de su aguileña nariz, tosió mirando una arrugada hoja de papel en su mano - espero que hayáis disfrutado vuestro verano, es hora de hacer cuentas matemáticas, si sacáis  vuestros cuadernos comenzaremos por una prueba básica de contacto con las ecuaciones.

Desde luego él si que sabía devolver las ganas de regresar a las clases, lo último que quería hacer un Lunes a las 08:30 de la mañana eran sumas y restas, pero allí mismo me encontraba garabateando en el papel como todos los demás, tratando de recordar si dos más dos daba realmente cuatro o cualquiera otra opción, me sentía completamente oxidado, demasiado tiempo sin pensar en algo como esto, en qué momento nos sentimos los seres humanos con la necesidad de sumar letras, ¿Con qué propósito hicimos algo así?

- Bien, señor Logan, ¿Puedo saber dónde se encuentra su compañero de aventuras?

Hablaba de Evan, estaba claro, y ciertamente siempre nos tocaba en la misma clase pero él se buscaba minuciosamente la manera de escapar de cálculo cada vez que le era posible, probablemente ahora estaba en un baño pasando el tiempo con su móvil jugando a algún juego estúpido.

- No lo sé, profesor.

- Les vi llegar juntos hoy, ¿Pretendes que me crea que se ha desvanecido? - Me encogí de hombros, realmente no sabía donde estaba, podía hacer conjeturas pero no tenía para nada claro dónde podía estar.

- Me temo que no le puedo ayudar, profesor. - Este soltó un bufido y procedió a darme la espalda mientras seguía a lo suyo, mis compañeros ya cuchicheaban a mis cuestas acerca del paradero de Evan, eran como verdaderas cotorras.

Por suerte o fortuna el señor Richards perdió interés en nuestra conversación y dejó de interrogarme acerca del paradero de mi amigo para continuar con su tediosa lección, una vez este abandonó el aula pude ver como mi escurridizo colega se colaba por la puerta y caminaba hacia mi.

- No puedes hacer esto todo el curso, lo sabes, ¿Verdad? - Dije pasándole mi hoja de apuntes.

- Lo haré todo lo que pueda.

- Y acabarás perdiendo la evaluación continua, otra vez.

- Y merecerá la pena, otra vez. - Respondió imitando mi voz.

Negué y este tomo de mi mano el folio que yo le tendía mientras me lanzaba un beso por el aire guiñándome un ojo.

- Eres imposible. - Rematé tomando mi mochila para rebuscar en esta el cuaderno de la siguiente clase.

- Pues tu imposible amigo ha conseguido entradas para unos planes que te van a encantar este Sábado.

- ¿De qué estás hablando ahora? - Suspiré alzando el rostro de mi bolsa.

- Sólo digo que es posible que tu amado y querido amigo haya movido algunos hilos y ahora tenga... esto.

Sacudió su mano y entre sus dedos pude ver como aparecían entradas para el concierto de mi grupo de música indie favorito, estaban agotadas en todos lados pero ahora podía ver su color azulado con grandes letras doradas que rezaban "Supernova".

- ¡No! - Chillé emocionado levantándome de un salto para enseguida sentarme de nuevo con las mejillas sonrojadas por el grito que había dado, mi amigo reía abanicándose con esos dos trozos de papel que aseguraban el mejor fin de semana de la historia.

- Lo sé, lo sé, soy el amor de tu vida, me adoras y me debes el almuerzo de muchas, pero que muchas semanas.

- ¿Un mes? - Murmuré tendiéndole la mano y este la tomó de vuelta con una sonrisa siniestra en su rostro, eso no podía significar nada bueno.

- Eso y muchas cosas más...








YoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora