44. Deseo

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El mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse mientras Keilan y yo seguíamos besándonos con una intensidad creciente. Los sonidos de la ciudad quedaban en un segundo plano, reemplazados por el latido acelerado de mi corazón y el ritmo de nuestra respiración entrecortada. Keilan se movía con una seguridad que solo aumentaba la pasión del momento, su toque firme pero suave, como si supiera exactamente cómo desarmar cada una de mis defensas.

En medio de los besos y el calor de nuestros cuerpos juntos, Keilan me susurró algo que me hizo estremecer.

- Te deseo, Logan - dijo, su voz baja pero cargada de deseo - Te deseo de verdad.

Su declaración me sorprendió, pero al mismo tiempo me emocionó. El tono de su voz, ese susurro deseoso, hizo que todo mi cuerpo reaccionara. El beso se volvió más apasionado, como si sus palabras hubieran encendido un fuego entre nosotros. Sentí que su mano deslizaba la chaqueta de mis hombros, y luego, de alguna manera, su propia chaqueta había desaparecido, dejándome sentir la calidez de su piel contra la mía.

Todo sucedió tan rápido que apenas tuve tiempo de procesarlo. La intensidad de nuestros besos y el contacto creciente me hacían perder la noción del tiempo y del lugar. Keilan parecía saber exactamente lo que hacía, cada movimiento suyo era un acto calculado pero espontáneo. Sin saber cómo, su camiseta se esfumó, y pronto mis manos encontraron la piel de su torso, recorriendo sus músculos definidos y sintiendo el calor de su cuerpo.

Mi camisa también desapareció en el proceso, el aire fresco tocando mi piel pero siendo rápidamente reemplazado por el calor de Keilan. La hierba debajo de nosotros era suave, pero nada comparado con el contacto de su cuerpo. Me besaba con una pasión que parecía no tener fin, sus labios encontrando nuevos lugares para explorar, sus manos moviéndose con una seguridad que me hacía desear más.

Cada beso, cada toque, parecía llevarnos a un nuevo nivel de intimidad. Era como si el deseo entre nosotros fuera una corriente que no podía ser detenida. A pesar del nerviosismo y la incertidumbre que había sentido antes, ahora solo quería estar más cerca de él, sentir más de él, como si cada centímetro de su piel fuera un descubrimiento.

Pero mientras la intensidad crecía, también sentí un toque de temor. Keilan tenía esa capacidad de llevar las cosas a un nivel superior sin previo aviso, y aunque quería seguirle el ritmo, también sabía que había límites que no quería cruzar tan rápido. Sin embargo, su deseo por mí era evidente, y el hecho de que me quisiera con tanta intensidad hacía que mi corazón latiera con más fuerza.

Mientras el beso continuaba y las prendas desaparecían, supe que esta noche sería una noche que recordaría para siempre. Keilan me estaba mostrando un lado suyo que era apasionado y desenfrenado, y yo estaba dispuesto a seguir adelante, aunque el camino fuera incierto. Porque en esos momentos, con él besándome y susurrando palabras llenas de deseo, todo lo demás parecía perder importancia. Estábamos juntos, y eso era todo lo que importaba.

Pasamos la noche en el mirador, el cielo lleno de estrellas que brillaban con un resplandor suave pero constante. Fue como si el mundo hubiera desaparecido, dejando solo a Keilan y a mí, perdidos en nuestra propia burbuja de pasión y deseo. Los besos se volvieron cada vez más intensos, cada toque más atrevido, como si cada uno estuviera explorando un territorio desconocido pero emocionante.

El aire nocturno era fresco, pero la calidez del cuerpo de Keilan era suficiente para mantenerme caliente. Nos besábamos como si el tiempo se hubiera detenido, como si nada más importara. Sus manos recorrían mi cuerpo, aprendiendo cada curva y cada línea, mientras mis dedos seguían el contorno de sus músculos, deleitándome con la firmeza de su torso y la suavidad de su piel. Era un ciclo de deseo y descubrimiento, un juego que solo nosotros dos entendíamos y que no queríamos que terminara.

- Keilan... - perdí la cuenta de las veces que susurré su nombre.

En algún momento, después de tantos besos y caricias, nos encontramos tumbados en la hierba, abrazados bajo las estrellas. La ciudad, con todas sus luces y sonidos, parecía lejana, como si existiera en otro mundo. Aquí, en el mirador, el viento susurraba entre los árboles y el susurro de la noche creaba un ambiente casi mágico.

Nos quedamos allí, abrazados, sin necesidad de palabras. Keilan apoyó su cabeza en mi pecho, y yo lo rodeé con mis brazos, sintiendo el ritmo constante de su respiración. Aunque la pasión había sido intensa, ahora había una calma entre nosotros, una conexión que iba más allá de las palabras y de las dudas. Nos habíamos vuelto locos el uno al otro, pero ahora, el simple acto de dormir bajo las estrellas, juntos, se sentía como la cosa más natural del mundo.

Me quedé mirando el cielo, perdiéndome en la infinita profundidad de las estrellas. Sentí a Keilan relajarse en mis brazos, su respiración volviéndose más lenta y tranquila. Era como si todo el mundo se hubiera reducido a este momento, a esta conexión que habíamos construido a lo largo de la noche. Los temores y las inseguridades se desvanecieron, reemplazados por la certeza de que esto era algo especial.

Mientras el sueño comenzaba a llegar, me di cuenta de que no importaba lo que el futuro nos deparara. Lo que importaba era este momento, esta noche bajo las estrellas con Keilan, el chico que me había mostrado un lado nuevo del mundo y de mí mismo. Nos quedamos dormidos así, abrazados en la hierba, con la ciudad a lo lejos y el cielo lleno de estrellas como testigo de nuestra conexión.

Fue una noche que recordaría para siempre, una noche de pasión y de calma, de descubrir y ser descubierto. Y mientras el sueño me envolvía, supe que, aunque el camino por delante fuera incierto, esta noche sería un faro que me guiaría, un recordatorio de que la vida puede ser tan emocionante como inesperada.

YoursWhere stories live. Discover now