68. Desayuno

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Despertar en los brazos de Keilan era como un sueño del que no quería salir. La luz de la mañana entraba suavemente por la ventana del dormitorio, creando un ambiente cálido y sereno. Sentir el calor de su cuerpo contra el mío y su brazo alrededor de mi cintura me hizo sentir seguro y protegido, como si nada malo pudiera alcanzarnos mientras estuviéramos así, juntos. La noche anterior había sido especial, un momento que cambiaría nuestras vidas para siempre. Y ahora, en la calma del amanecer, me di cuenta de cuánto significaba para mí estar con Keilan, compartir algo tan íntimo y descubrir una parte de mí mismo que hasta entonces había permanecido oculta.

No quise moverme, quería permanecer allí el mayor tiempo posible, escuchando el ritmo lento y constante de su respiración, su pecho subiendo y bajando con cada inhalación. Keilan todavía dormía, su rostro relajado y sus ojos cerrados. Parecía tan en paz, tan sereno, y eso me hacía sentir aún más afortunado de tenerlo a mi lado.

Mis pensamientos divagaron mientras miraba el techo y escuchaba los sonidos lejanos de la ciudad despertando. Era un nuevo día, pero para nosotros era más que eso. Era el comienzo de algo hermoso, algo que habíamos decidido explorar juntos. Me di cuenta de cuánto había cambiado mi vida desde que conocí a Keilan, y aunque el camino había sido complicado, no cambiaría nada.

Cuando Keilan se movió ligeramente, me quedé quieto para no despertarlo. Pero su brazo me apretó un poco más fuerte, y sentí su respiración cambiar, como si estuviera volviendo a la consciencia. Fue un momento dulce, ver cómo se desperezaba y poco a poco volvía a la realidad. Cuando abrió los ojos y me vio a su lado, me dedicó una sonrisa suave, como si estuviera feliz de verme allí.

- Buenos días. - dijo Keilan con voz ronca, aún medio adormilado.

- Buenos días. - respondí, girándome para mirarlo mejor.

El sol comenzaba a iluminar el dormitorio, y el ambiente se llenó de una luz suave y dorada. Keilan parecía contento de tenerme entre sus brazos, y yo me sentía igualmente afortunado. Nos quedamos así por un rato, disfrutando de la compañía del otro, sin prisa por levantarnos ni hacer nada más que estar juntos. Era un momento simple pero significativo. Sabía que las cosas no siempre serían fáciles, que todavía habría desafíos por delante, pero también sabía que con Keilan a mi lado, todo sería más llevadero. Mientras nos quedábamos allí, abrazados en la tranquilidad del amanecer, supe que el futuro nos esperaba, y estaba emocionado por descubrirlo con él. Porque al final del día, lo único que realmente importaba era que estábamos juntos, y eso era más que suficiente para hacerme feliz.

Cuando Keilan se levantó de la cama, lo primero que noté fue el contraste entre su piel y la luz del amanecer que entraba por la ventana. No llevaba camiseta y pude apreciar cada detalle de su cuerpo mientras se desperezaba. Su piel era de un tono cálido, marcado por un entrenamiento constante y el resultado de años de dedicación a su pasión por las motos y el deporte.

Sus hombros eran anchos y fuertes, conectados por músculos bien definidos que se movían suavemente mientras se estiraba. Podía ver la línea de sus clavículas, el contorno de sus pectorales, y el sutil juego de sombras y luces que resaltaban cada definición en su torso. La musculatura de su abdomen era clara, con la forma de un "six-pack" visible incluso cuando no hacía esfuerzo. Era una combinación perfecta entre fuerza y agilidad, algo que reflejaba el espíritu intrépido de Keilan.

Pero lo que más llamaba la atención eran sus tatuajes. Tenía varios, cada uno con un diseño único y un significado especial. Había un águila de aspecto feroz en su hombro derecho, sus alas extendiéndose hacia el pecho. El detalle del tatuaje era impresionante, con cada pluma dibujada con precisión, como si el águila estuviera a punto de tomar vuelo.

En su brazo izquierdo, un diseño tribal se deslizaba desde el bíceps hasta el antebrazo, con líneas fluidas que se entrelazaban, creando un patrón elegante pero poderoso. Cerca de la muñeca, un tatuaje más pequeño mostraba un par de alas entrelazadas, un detalle que combinaba perfectamente con la imagen del águila en el otro hombro.

Otro tatuaje que llamó mi atención era el de un compás y una rosa de los vientos en su costado, justo por encima de su cadera. Era un símbolo de aventura, de buscar siempre el camino correcto, algo que encajaba perfectamente con el carácter de Keilan. Había algo hipnótico en la forma en que los tatuajes se mezclaban con su piel, dándole un aire de misterio y determinación.

Mientras lo observaba, me di cuenta de cuánto admiraba su cuerpo y la historia que contaba a través de sus tatuajes. Cada uno parecía representar una parte de su vida, un capítulo de su historia, y me sentí afortunado de poder compartir esos detalles con él.

Keilan se giró y me sonrió, notando mi mirada curiosa. No parecía incómodo con mi atención; de hecho, parecía disfrutar de la fascinación que sus tatuajes provocaban en mí. Se acercó a la cama y me besó suavemente en la frente, como para sacarme de mi asombro.

- Te gusta lo que ves, ¿Verdad? - Dijo con una sonrisa traviesa.

No pude evitar sonrojarme un poco, pero también sonreí. Keilan era mucho más que sus tatuajes y su físico, pero era imposible no admirar la combinación de fuerza, arte y belleza que tenía. Y mientras lo veía moverse por la habitación, supe que cada tatuaje era una ventana a su mundo, un mundo que ahora compartía conmigo.

Keilan salió del dormitorio y escuché el ruido de la cocina mientras él se ponía manos a la obra. Los sonidos del desayuno llenaron el apartamento: el suave zumbido de la cafetera, el crepitar del pan en la tostadora y el sonido del aceite chisporroteando en la sartén. Todo esto era un recordatorio de que a veces, las cosas simples eran las que más importaban.

Me quedé en la cama por un rato, disfrutando del momento y permitiendo que el olor del café recién hecho me diera la bienvenida al día. Keilan tenía esa manera de hacer que cada detalle pareciera especial, y me di cuenta de que me gustaba verlo tomar el control de la cocina, incluso en algo tan sencillo como el desayuno.

Finalmente me levanté y me dirigí a la cocina, donde encontré a Keilan con el torso aún desnudo, moviéndose con fluidez entre la estufa y la encimera. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando su cuerpo y resaltando los contornos de sus músculos. No pude evitar admirar cómo incluso en algo tan mundano como cocinar, se movía con gracia y confianza.

- ¿Qué estás haciendo? - Pregunté con curiosidad, acercándome para ver qué estaba cocinando.

- Solo algo sencillo. dijo Keilan con una sonrisa - Tostadas con huevos revueltos y café, ¿Suena bien?

Asentí con entusiasmo, aunque la verdad era que cualquier cosa que él preparara sería bien recibida. Me senté en uno de los taburetes de la barra de desayuno y observé cómo se movía con soltura por la cocina. Era evidente que estaba acostumbrado a hacer las cosas por sí mismo, y había algo tranquilizador en esa independencia.

Keilan me habló de cosas triviales mientras cocinaba, y aunque el tema no era importante, el hecho de estar allí juntos, compartiendo la mañana, me hacía sentir que todo estaba bien. Había algo reconfortante en el acto de preparar el desayuno para alguien, y saber que él había decidido hacerlo para mí era un gesto que valoraba profundamente.

Pronto, el desayuno estuvo listo. Keilan sirvió las tostadas y los huevos en dos platos y los colocó en la barra, junto con dos tazas de café humeante. Se sentó a mi lado y levantó la taza, ofreciéndome un brindis improvisado.

- Por el primer desayuno juntos. - Dijo con una sonrisa, levantando su taza.

Levanté mi taza también y chocamos suavemente, dejando que el aroma del café llenara el aire. El momento era simple, pero para mí, significaba mucho. Estar con Keilan, compartiendo un desayuno, era el tipo de cosas que hacen que la vida sea especial. Y mientras disfrutábamos del desayuno, supe que quería más mañanas como esta, más momentos donde lo simple se volvía significativo solo por estar juntos.

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