25. Keilan

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Salí de la pista de baile con el corazón acelerado, la presión en el pecho y la sensación de haber perdido algo importante. Busqué a Keilan por la casa, atravesando la multitud y tratando de mirar por encima de las cabezas para ver si podía encontrar su figura distintiva, pero no había rastro de él. La música seguía retumbando, la gente hablaba y reía, pero todo eso era un ruido de fondo mientras trataba de localizarlo. Mi búsqueda fue torpe y desesperada, como si necesitara encontrarlo para confirmar algo que ni siquiera entendía del todo, ¿Había visto el beso? ¿Se había ido por eso? La idea de que Keilan hubiera desaparecido por algo que yo hice me hacía sentir como si todo lo que había sentido antes fuera un error. El caos de la fiesta, el calor de la gente y el alcohol en mi sangre solo empeoraban la confusión en mi mente.

Finalmente, salí por una de las puertas traseras para tomar aire. El frío de la noche me golpeó, despejando un poco la neblina que había en mi cabeza. El patio trasero de la casa de Marta estaba oscuro, con luces tenues y solo unas pocas personas fumando o charlando. Busqué entre ellos, pero Keilan no estaba allí. Me sentí más perdido que nunca, como si todo lo que había creído entender se hubiera desmoronado en cuestión de segundos. Mientras caminaba por el patio, tratando de calmarme y aclarar mi mente, choqué con alguien. Fue un choque fuerte, lo suficiente para hacerme perder el equilibrio y dar un paso atrás. Levanté la vista y, para mi sorpresa, era Keilan. Estaba allí, como si hubiera aparecido de la nada, con esa chaqueta de cuero y su expresión seria. Mi corazón se aceleró aún más, y por un momento no supe qué decir. El me miraba con esos ojos oscuros y profundos, y algo en su expresión era difícil de descifrar. No estaba seguro de si estaba molesto, curioso o simplemente indiferente. Pero el hecho de que estuviera allí, de que nuestras miradas se encontraran de nuevo, me hizo sentir como si el mundo se hubiera detenido.

- Lo siento. - Dije, tratando de sonar casual, pero mi voz sonaba más insegura de lo que esperaba.

Keilan no dijo nada al principio, solo me miró, como si tratara de entender qué estaba haciendo allí. Luego, un leve gesto de reconocimiento apareció en sus labios.

- Está bien, - respondió, su voz baja pero clara - ¿Te perdiste?

Negué con la cabeza, pero no pude evitar sentirme nervioso. Todo lo que quería era entender por qué había desaparecido, por qué estaba allí afuera, lejos de la fiesta, ¿Había visto el beso con Marcos? ¿Estaba molesto por eso?

- Solo necesitaba aire. - Respondí, intentando sonar despreocupado.

Keilan asintió, pero algo en su mirada me decía que no era solo eso. Había una tensión en el aire, algo no dicho que flotaba entre nosotros. Quería preguntarle por qué había salido, si tenía algo que ver con el beso, pero las palabras no salían. Finalmente, dio un paso atrás, como si estuviera a punto de irse.

- Bueno, disfruta de la fiesta... - dijo, pero sus ojos todavía me observaban con intensidad.

Sentí el impulso de detenerlo, de pedirle que se quedara, pero no pude encontrar las palabras. Keilan parecía tener su propio mundo, y yo solo era una pequeña parte de él. Pero el deseo de entender, de conectar con él de alguna manera, era más fuerte que nunca.

- Espera... - dije, sin saber qué iba a decir después, pero sabiendo que no quería que se fuera sin más.

Él se detuvo, girando la cabeza ligeramente hacia mí, y en esos breves instantes, supe que la noche aún tenía mucho por revelar. No sabía qué significaría este encuentro, pero el hecho de que estuviera dispuesto a escucharme me dio una chispa de esperanza en medio de toda la confusión. Cuando Keilan se giró para verme, sentí su mirada recorrerme de arriba abajo, como si estuviera memorizando cada detalle de mi apariencia. El silencio entre nosotros era palpable, como si las palabras se quedaran atrapadas en el aire. No sabía qué hacer ni qué decir para romper esa tensión, pero su mirada era tan intensa que me hacía sentir como si estuviera bajo un microscopio. A pesar de la oscuridad del patio, el brillo de sus ojos era evidente, y esa expresión de intensidad me dejaba sin aliento. Fue entonces cuando él habló, su voz suave pero firme, casi un susurro en la quietud de la noche.

- ¿Quieres que salgamos de aquí? - Dijo, inclinando ligeramente la cabeza hacia mí, como si quisiera captar mi reacción.

Mi corazón dio un vuelco. No esperaba esa pregunta, y mucho menos el tono con el que lo dijo. Había algo en su voz, una mezcla de seriedad y una especie de sugerencia que me hizo sentir un escalofrío. El patio estaba lleno de gente, pero en ese momento, solo existíamos él y yo. La idea de salir de la fiesta, de estar solo con Keilan, era tentadora, pero también aterradora. No sabía qué significaría eso ni por qué lo estaba sugiriendo.

- ¿A dónde iríamos? - Pregunté, tratando de mantener la compostura, aunque mi voz sonaba más tensa de lo que quería.

Keilan se encogió de hombros, como si no importara demasiado.

- Solo... lejos del ruido, del caos. - Dijo, con una ligera sonrisa - Podemos caminar un poco, hablar, lo que quieras.

La idea de caminar con Keilan, de tener un momento de tranquilidad lejos del tumulto de la fiesta, sonaba bien. Pero al mismo tiempo, no estaba seguro de qué esperaba de mí, ¿Quería hablar de algo en particular? ¿O solo necesitaba un respiro como yo? Su actitud era difícil de leer, pero su invitación tenía algo que me hacía querer seguirlo. Miré alrededor, notando que el patio estaba todavía lleno de gente, todos absortos en sus propias conversaciones y distracciones. Marcos estaba lejos, todavía en la pista de baile, y no había señales de Evan. Keilan estaba allí, esperando mi respuesta, y el hecho de que quisiera salir de la fiesta conmigo me hizo sentir una mezcla de emoción y ansiedad.

- Sí, claro. - Dije finalmente, mi voz temblaba - Vamos a caminar.

Keilan asintió, y juntos salimos del patio, alejándonos del ruido y de la multitud. Mientras caminábamos, el frío de la noche y la tranquilidad del exterior eran un contraste con la energía frenética de la fiesta. El silencio entre nosotros era cómodo, pero lleno de posibilidades. No sabía qué esperaba de esa caminata, pero el hecho de estar con mi motero, lejos de todo lo que me había confundido, era suficiente para hacer que mi corazón latiera más rápido. No sabía qué iba a suceder a continuación, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba en el lugar correcto, con la persona correcta, y eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

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