36. Cuidado

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Salí de la casa con las manos temblando. El aire fresco de la tarde no ayudaba a calmar mis nervios; de hecho, parecía intensificarlos. El suave abrazo de mi madre todavía me daba algo de consuelo, pero cada paso hacia la calle era un recordatorio de lo importante que era esta cita, de cuánto podía cambiar todo. El día había estado cargado de emociones, desde la ansiedad hasta la emoción, y ahora el temor se mezclaba con la anticipación mientras caminaba hacia la acera.

Frente a mi casa, apoyado en su moto, estaba Keilan. Tenía esa pose chulesca que le daba un aire de seguridad inquebrantable. Su chaqueta de cuero relucía bajo la luz del sol, y sus gafas de sol reflejaban el entorno con un brillo metálico. Era la imagen misma de la confianza, su postura relajada pero firme, como si estuviera acostumbrado a ser el centro de atención. Vi cómo algunas personas que pasaban por la calle lo miraban con interés, pero él solo tenía ojos para mí.

Mi corazón dio un salto cuando lo vi. La idea de que Keilan estuviera esperando por mí, de que esta cita realmente estuviera sucediendo, era emocionante y aterradora al mismo tiempo. Quería parecer calmado, actuar como si esto fuera lo más natural del mundo, pero sabía que no podía ocultar mis nervios. Keilan, por el contrario, parecía completamente sereno, como si nada pudiera sacudirlo.

Cuando me acerqué, Keilan se quitó las gafas de sol y me miró con esa sonrisa ladina que tanto me descolocaba. Era una sonrisa que sugería que él sabía algo que yo no, como si siempre tuviera un as bajo la manga. Su cabello oscuro caía sobre su frente de manera casual, y la forma en que inclinaba la cabeza mientras me miraba me hacía sentir un cosquilleo en el estómago.

- Hey, lindo, - dijo con ese tono suave pero cargado de intención - te esperaba. ¿Estás listo?

Tragué saliva, tratando de mantener la calma mientras me acercaba. Mis manos seguían temblando un poco, pero intenté sonreír como si todo estuviera bajo control.

- Sí, estoy listo. - Respondí, aunque mi voz traicionaba un poco mi nerviosismo.

Keilan me miró de arriba abajo, como si evaluara mi apariencia. Luego asintió, como si aprobara lo que veía, y me hizo un gesto para que me acercara a la moto. El simple acto de montar en esa moto con él parecía un salto hacia lo desconocido, pero sabía que no había vuelta atrás. Quería saber más sobre Keilan, quería entender esa atracción que me hacía temblar, incluso si eso significaba salir de mi zona de confort.

A medida que me acercaba a la moto, sentía que el mundo a mi alrededor se desvanecía un poco. Todo lo que importaba era Keilan y la promesa de esta cita. El miedo y la emoción se mezclaban en mi pecho, creando un torbellino de sensaciones que me impulsaban hacia adelante. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a descubrir lo que esta noche tendría para mí, incluso si eso significaba enfrentar mis propios miedos y dejarme llevar por la corriente.

Keilan me llevó de paseo por la ciudad, el rugido de la moto y el viento en mi rostro haciendo que el mundo a nuestro alrededor pasara como un borrón. Me aferré a su cintura, sintiendo el cuero de su chaqueta bajo mis manos y el calor de su cuerpo. A medida que avanzábamos por las calles, el miedo inicial se transformaba en una especie de emoción, la adrenalina mezclada con el simple placer de estar con Keilan.

Eventualmente, llegamos a una zona de la ciudad que reconocí. Era un área llena de tiendas antiguas y cafés con encanto, el tipo de lugar que era perfecto para pasear y perderse por un rato. Keilan giró hacia una esquina y se detuvo frente a una heladería que conocía muy bien. Era famosa en la ciudad por sus helados caseros y su ambiente retro, con una decoración que te hacía sentir como si hubieras retrocedido en el tiempo.

Me bajé de la moto con torpeza, mis piernas todavía temblando un poco por el viaje. Keilan me ofreció una mano para ayudarme, pero mi nerviosismo me hizo tropezar ligeramente cuando mis pies tocaron el suelo. Antes de que pudiera caer, Keilan me agarró por la cintura, sujetándome con firmeza. Quedamos a escasos centímetros el uno del otro, su rostro tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel.

El contacto me hizo sonrojar de inmediato, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Keilan me miraba con esa sonrisa pícara que parecía tener siempre, como si el hecho de salvarme de una caída fuera parte del plan. Su mano en mi cintura era fuerte, pero no apretaba, y la cercanía hizo que el resto del mundo pareciera desvanecerse por un momento.

- Cuidado, lindo. - dijo con una voz suave, como si quisiera que solo yo lo escuchara - No quiero que te lastimes antes de comer helado.

Su tono era burlón pero afectuoso, y su mirada tenía ese brillo que siempre me dejaba sin aliento. No podía evitar sonreír, aunque mi sonrojo delataba mi incomodidad. Keilan tenía esa habilidad de hacer que todo pareciera un juego, pero al mismo tiempo, su cercanía y la forma en que me miraba me hacían sentir algo mucho más profundo.

Me ayudó a enderezarme, pero no apartó su mano de mi cintura hasta que estuve completamente estable. Luego, me guiñó un ojo y me hizo un gesto para que entrara a la heladería. El lugar estaba lleno de gente, pero la atmósfera era acogedora, con mesas de madera y decoración vintage. Era el tipo de lugar que hacía que te sintieras cómodo de inmediato, aunque yo todavía estaba procesando la cercanía con Keilan y el cosquilleo en mi estómago.

Mientras entrábamos, me di cuenta de que esta cita iba a ser mucho más que un simple paseo por la ciudad. Keilan tenía esa capacidad de hacer que cada momento se sintiera especial, y su mano en mi cintura, aunque solo fuera por unos segundos, era suficiente para hacer que todo el día valiera la pena.

YoursWhere stories live. Discover now