67. Pasión

3 0 0
                                    

En la calidez del momento, sentí los labios de Keilan recorriendo mi piel. El suave roce de sus besos enviaba escalofríos por mi cuerpo, pero eran escalofríos que me hacían sentir vivo, lleno de una mezcla de deseo y calma. Cada beso era un recordatorio de lo especial que era para él, de lo mucho que significaba este momento.

Keilan no tenía prisa. Se movía con una suavidad que me hacía sentir cuidado y seguro. Sus labios bajaban desde mi cuello hasta mis hombros, y cada beso era un susurro de ternura. Mis pensamientos se desvanecían con cada caricia, con cada toque de sus manos. Todo lo que importaba era el ahora, este momento entre nosotros.

Los besos de Keilan no solo eran dulces, también eran considerados. Me mimaba con una delicadeza que me hacía sentir como si fuera lo más valioso para él. Sus manos acariciaban mi piel con movimientos lentos, como si quisiera memorizar cada centímetro, cada detalle. Había algo íntimo y reconfortante en la manera en que me tocaba, como si quisiera asegurarme de que todo estaba bien, de que no tenía nada que temer.

Cuando nuestros ojos se encontraban, veía en los suyos una mezcla de pasión y ternura. No había presión ni prisas; solo un amor tranquilo que nos envolvía como una manta cálida. Sentir su aliento en mi piel, su toque suave pero firme, era como un bálsamo para mis miedos. Sabía que estaba en buenas manos, que Keilan me llevaría a donde quería ir, pero siempre a mi propio ritmo.

Los besos de Keilan continuaron, explorando mi cuerpo con una gentileza que me hizo sentir querido y respetado. No había dudas ni confusión, solo una conexión profunda que parecía crecer con cada beso, con cada caricia. Y mientras nos movíamos juntos en esta danza suave y rítmica, supe que había encontrado algo especial, algo que solo se experimenta con alguien que te ama de verdad.

Era un momento para saborear, para disfrutar la cercanía y el cariño que compartíamos. Y mientras Keilan me mimaba con sus besos, todo lo demás parecía desvanecerse, dejándome solo con la certeza de que, en este lugar, con él, era donde siempre quise estar. Antes de que pudiera siquiera pensarlo nos entrelazábamos de la manera más pasional posible, no puedo decir que no me doliese, pero la pasión era más que suficiente para hacerlo llevadero, de todas las veces que me imaginé mi futuro jamás creí que llegaría a algo así, pero podía asegurar que no me arrepiento. Debí de gemir su nombre más veces que nunca antes habían dicho su nombre antes, llegó un punto que fue lo único que sabía decir.

- Amo como suena mi nombre en tu boca... - jadeó roncamente Keilan en mi oído, su voz grave y excitada podría hacerme alcanzar el climax en cualquier momento. 

- Y yo te amo a ti. - Respondí con un gemido, mi aliento se escapaba de mis labios sin poder controlarlo. 

El apartamento estaba lleno de una calidez suave, y la tenue luz del atardecer entraba por las ventanas. Estar con Keilan, sintiendo su cercanía, era como un refugio donde los miedos y las dudas quedaban atrás. Sus besos eran suaves pero intensos, y cada vez que nuestros labios se encontraban, el resto del mundo desaparecía.

En la cama, nuestras manos exploraban el espacio entre nosotros, tocándose con delicadeza. Había algo emocionante y a la vez tranquilizador en esa cercanía, como si cada roce fuera una promesa de amor y conexión. Keilan me abrazaba con ternura, sus brazos fuertes pero amables, y cada vez que nuestros ojos se encontraban, podía sentir la pasión creciendo entre nosotros.

La respiración de Keilan era rítmica, sincronizada con la mía, y el calor de su cuerpo era reconfortante. El ritmo de nuestros besos se aceleraba, pero siempre con esa suavidad que hacía que todo pareciera correcto. Era un momento para saborear, para disfrutar el simple hecho de estar juntos y descubrirnos poco a poco.

La cama era un lugar donde las barreras desaparecían, y cada caricia, cada beso, era un testimonio de lo que significábamos el uno para el otro. Keilan me tocaba con cuidado, asegurándose de que estuviera bien, y cada toque era una chispa que encendía algo dentro de mí. No había prisa, solo la pasión y el deseo compartidos, y el conocimiento de que estábamos juntos en esto.

El tiempo pareció detenerse mientras nos movíamos en un ritmo suave y apasionado. Las manos de Keilan trazaban líneas delicadas por mi piel, y cada toque me hacía sentir más conectado a él. Era como si el amor que compartíamos creciera con cada momento, cada caricia, y mientras nos besábamos, supe que este era solo el comienzo de algo especial.

Aunque la pasión estaba ahí, había un sentimiento de respeto y cuidado que hacía que todo se sintiera correcto. Keilan me llevaba con dulzura, permitiendo que todo sucediera a su propio ritmo, y eso me hizo sentir seguro y amado. Era un momento que recordaríamos para siempre, un momento en el que el amor y la pasión se fusionaron para crear algo hermoso. Y mientras compartíamos ese espacio íntimo, supe que estar con Keilan era lo único que realmente importaba.

Después de compartir ese momento entre los dos, Keilan y yo nos quedamos en la cama, abrazados bajo las sábanas. El ambiente en el dormitorio era tranquilo, con la luz tenue creando sombras suaves que bailaban en las paredes. El calor de su cuerpo me rodeaba, y sus brazos fuertes pero gentiles me mantenían cerca, como si nunca quisiera soltarme.

La sensación de estar así con él, tan cerca y conectados, era abrumadora pero reconfortante al mismo tiempo. Sentir su respiración tranquila contra mi cuello y su mano acariciando mi espalda era todo lo que necesitaba para saber que estaba en el lugar correcto. Había algo profundamente seguro en ese abrazo, como si todas las dudas y los miedos se hubieran disipado.

Keilan susurraba palabras suaves, tranquilizadoras, mientras jugaba con mi cabello. Cada palabra era un recordatorio de que lo que habíamos compartido era especial, un paso adelante en nuestra relación. Hablamos de lo que había sucedido, de cómo nos habíamos sentido en esos momentos de pasión, y cada palabra era una confirmación de que estábamos en la misma sintonía.

- Me alegra que hayamos tenido este momento. - dijo Keilan, con su voz baja y calmada - Sé que fue tu primera vez, y quería asegurarme de que estuvieras bien.

Asentí, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo el ritmo constante de su corazón. Era reconfortante, casi como una melodía suave que me relajaba.

- Sí, estoy bien. - respondí, mirando hacia arriba para encontrar sus ojos - Fue... fue todo lo que esperaba y más. Gracias por ser tan paciente conmigo.

Keilan sonrió y me abrazó con más fuerza, como si quisiera asegurarse de que supiera lo importante que era para él. Había una ternura en su mirada, un respeto que me hacía sentir valorado y seguro. No había juicio ni presión, solo un amor puro y auténtico.

- Lo más importante es que te sintieras cómodo. - dijo Keilan, sus dedos trazando líneas suaves por mi espalda - No quería que te sintieras presionado ni nada por el estilo.

Me relajé aún más en su abrazo, sabiendo que con él podía ser yo mismo, sin miedo a ser juzgado. Hablar de lo que había sucedido nos hizo sentir más cercanos, más conectados, y cada palabra era como un lazo que nos unía aún más.

Pasamos el tiempo así, hablando y compartiendo pensamientos. Keilan me contó cosas de su vida que no sabía, detalles que me ayudaron a entenderlo mejor. Y yo hice lo mismo, abriendo mi corazón de una manera que no había hecho antes. Era como si este momento íntimo nos hubiera dado el espacio para ser completamente sinceros el uno con el otro.

El tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta, y el dormitorio se convirtió en nuestro refugio, un lugar donde podíamos ser nosotros mismos sin miedo. Estar abrazados así, después de todo lo que habíamos compartido, fue la confirmación de que estábamos en el camino correcto, de que lo que teníamos era algo especial y valía la pena protegerlo.

Y mientras nos quedábamos allí, en silencio, sabiendo que las palabras ya no eran necesarias, supe que este sería el primero de muchos momentos especiales que compartiríamos juntos. Porque con Keilan, cada día era un nuevo comienzo, una oportunidad para explorar el amor y la conexión de maneras que nunca había imaginado. Y eso me hacía sentir emocionado por el futuro, porque sabía que lo enfrentaríamos juntos.

YoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora