19. Mamá

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Llegué a casa después de un largo día de clases, todavía con el peso del cansancio y la confusión que habían marcado toda la jornada. La casa estaba en silencio, solo el sonido distante de la televisión encendida en la sala. Mi madre trabajaba de noche como enfermera en un hospital, y por eso solía dormir durante las mañanas y parte de la tarde. Por lo general, cuando llegaba a casa, ella apenas estaba despertando, con ojeras profundas y la expresión de alguien que no ha dormido lo suficiente en días. La encontré en la cocina, preparando un café, su ritual para tratar de mantenerse despierta el resto del día. Su cabello estaba desordenado, y llevaba una sudadera vieja y unos pantalones de pijama. Parecía agotada, como siempre, pero cuando me vio entrar, esbozó una débil sonrisa.

- Hola, cariño, - dijo, con esa voz suave y cansada - ¿Cómo estuvo tu día?

Asentí con la cabeza, sin decir mucho. Nuestra relación siempre había sido callada y distante, no porque no nos quisiéramos, sino porque simplemente no había tiempo para hablar. Ella trabajaba duro para mantenernos a flote, y yo siempre estaba ocupado con la escuela y mis cosas. Nos queríamos, eso era seguro, pero las conversaciones profundas o las demostraciones de afecto eran raras. Me senté en la mesa de la cocina mientras ella preparaba su café. La luz del atardecer entraba por la ventana, creando sombras suaves en la pared. Mamá se movía lentamente, como si cada movimiento requiriera un esfuerzo monumental. Sabía lo agotador que era su trabajo, pero nunca se quejaba. Solo hacía lo que tenía que hacer para mantenernos. Ella notó que estaba callado, más de lo normal, y se giró para mirarme con preocupación.

- ¿Estás bien? - Preguntó, con esa mirada que solo una madre puede dar, como si pudiera ver a través de mí.

Asentí, pero no pude evitar bajar la mirada. No quería preocuparla, no cuando ya tenía tanto en qué pensar. Pero la imagen del motorista y la chica besándose seguía grabada en mi mente, y el peso de los celos y la confusión aún me acompañaba.

- Solo estoy cansado. - Respondí, tratando de sonar despreocupado.

Ella no insistió, probablemente porque estaba demasiado cansada para hacerlo. Pero su mirada me dijo que sabía que algo estaba mal. Se acercó a la mesa y se sentó a mi lado, sosteniendo su taza de café con ambas manos para calentarlas.

- Si necesitas hablar, estoy aquí. - Dijo, con una sonrisa suave—. Sé que no hablamos mucho, pero sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿Verdad?

Asentí de nuevo, pero no dije nada. No sabía cómo hablar de lo que sentía, de la confusión y el dolor que me habían llevado a llorar en el baño del instituto. No quería que ella se preocupara más de lo necesario, pero al mismo tiempo, sentía la necesidad de compartir mis sentimientos con alguien. Mamá me dio una palmada en la mano y se levantó lentamente, llevándose su café con ella. Sabía que tenía que prepararse para su próximo turno en el hospital, y no quería retenerla más de lo necesario. Pero su gesto fue suficiente para hacerme sentir un poco menos solo. La relación entre ella y yo siempre había sido así: distante pero llena de cariño. No necesitábamos muchas palabras para entendernos, pero a veces, la distancia era palpable. Sabía que ella siempre estaría ahí para mí, pero yo todavía tenía que encontrar las palabras para decirle lo que realmente estaba pasando dentro de mí. Y eso, en ese momento, parecía la tarea más difícil del mundo.

Cuando mi madre se fue a preparar para su turno en el hospital, yo me dirigí a mi dormitorio. Era mi refugio, un lugar donde podía ser yo mismo sin que nadie me juzgara o me hiciera preguntas. Me senté en mi escritorio y encendí el ordenador con la intención de distraerme con algo. Al principio, solo abrí un par de páginas web al azar, sin un objetivo claro, pero luego recordé el ruido de las motos y el rugido del motor la noche anterior. El recuerdo del motorista y su habilidad para girar dentro de la esfera de la muerte me hizo sentir una mezcla de fascinación y tristeza.

Decidí buscar información sobre motocicletas, algo para mantener mi mente ocupada y alejarme de los sentimientos que seguían rondando por mi cabeza. Empecé buscando modelos de motos, tratando de identificar el tipo de moto que había conducido el motorista. Me sumergí en páginas especializadas, leyendo sobre diferentes marcas y estilos, aprendiendo sobre motores, suspensiones y diseños. A medida que avanzaba, el interés comenzó a crecer, pero no era solo por las motos, sino por la conexión que sentía con el motorista.

Mientras navegaba, encontré una página que hablaba de eventos de motos, competiciones y exhibiciones. Al principio, todo parecía legal, pero luego vi una sección que hablaba de eventos clandestinos, lugares donde los motoristas se reunían para hacer trucos y competiciones ilegales. La descripción coincidía con lo que había vivido la noche anterior, y mi curiosidad se despertó aún más. ¿Sería posible que el motorista estuviera involucrado en esos eventos? Leí más sobre las características de estos eventos: lugares ocultos, horarios secretos y una comunidad unida por el amor a las motos y la adrenalina. Fue entonces cuando vi un nombre que me llamó la atención: Keilan. El nombre aparecía en un foro donde se discutían los mejores motoristas de la ciudad, y había comentarios que hablaban de su habilidad para hacer trucos peligrosos y su reputación como uno de los mejores. Uno de los comentarios mencionaba que había estado en un espectáculo reciente, y su descripción coincidía con el evento al que había asistido. Keilan. Finalmente, tenía un nombre para el motorista. El descubrimiento me emocionó y me asustó al mismo tiempo. Saber su nombre hacía que todo pareciera más real, más cercano. Pero también me hizo darme cuenta de lo poco que sabía sobre él y de cuán involucrado estaba en un mundo que yo apenas entendía. La página también hablaba de los riesgos de estos eventos, de la posibilidad de que la policía interviniera y de las consecuencias para aquellos que eran atrapados. Me preocupé por un momento por Keilan, pensando en lo peligroso que era lo que hacía y en cómo podría ser atrapado. Pero luego recordé el beso con la chica y sentí el dolor y los celos regresar con fuerza. Cerré el portátil, sintiendo que había descubierto más de lo que podía manejar. El nombre Keilan seguía resonando en mi mente, junto con las imágenes de las motos y el caos de la noche anterior. Había encontrado respuestas, pero también más preguntas, y ahora tenía que encontrar una manera de lidiar con todo eso. Salí de mi dormitorio, todavía sintiendo el peso de la confusión y la tristeza, pero al menos ahora tenía algo concreto a lo que aferrarme: un nombre, un fragmento de la historia que me había dejado tan marcado.

YoursWhere stories live. Discover now