65. Sofá

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Nos acomodamos en el sofá y empezamos a hablar de todo y de nada. La conversación era ligera, pero llena de risas y complicidad. Keilan parecía relajado, más que antes, como si también hubiera dejado caer una carga que llevaba encima. Hablamos de muchas cosas, pero luego mencionó la visita de Evan a uno de sus shows de motos, y eso me llamó la atención.

- Entonces, ¿Qué pasó con Evan? - pregunté, riéndome ya de antemano - Me dijo que había ido a verte, pero no me contó mucho más.

Keilan soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza como si recordara algo muy gracioso.

- Oh, fue bastante épico. - dijo, todavía riendo - Estábamos en medio del show, con las motos rugiendo y todo eso, y de repente, este tipo aparece, gritando mi nombre como un loco. Todos nos quedamos mirando, porque no es algo que pase todos los días.

Me reí, imaginando a Evan corriendo por el espectáculo, gritando como si le fuera la vida en ello. Era muy propio de él hacer algo así, pero me sorprendió que se atreviera a irrumpir en un show de motos.

- ¿Y qué hiciste? - Pregunté, intrigado por cómo reaccionó Keilan.

- Al principio, pensé que era un fanático desquiciado. - dijo Keilan, aún riendo - Pero luego escuché que decía tu nombre, y me di cuenta de que era tu amigo. Así que me acerqué, y ahí estaba, todo agitado, diciendo que tenía que hablar conmigo urgentemente. Me llevó un rato calmarlo y entender lo que quería.

No podía dejar de reírme, imaginando a Evan tratando de hacerse oír en medio del rugido de las motos. Pero lo que dijo después me tomó por sorpresa.

- Y para colmo, uno de mis amigos intentó ligar con él. - dijo Keilan, con una sonrisa traviesa - Fue gracioso porque Evan no entendía qué estaba pasando. Mi amigo es bastante insistente, y Evan solo intentaba explicarle que no estaba ahí para ligar.

Me reí aún más fuerte, sorprendido pero no tanto. Evan siempre había sido un imán para las situaciones extrañas, pero nunca lo había imaginado como objeto de coqueteo en un show de motos.

- ¡No me digas que intentaron ligar con Evan! - dije, todavía riendo - Eso no le va para nada. Es el tipo más recto que conozco.

Keilan se rió también, como si recordara la escena con claridad.

- Sí, bueno, mi amigo no es precisamente sutil. - dijo, sacudiendo la cabeza - Pero Evan fue bastante educado, solo le dijo que estaba ahí para hablar conmigo y no para ligar. La cara de mi amigo fue épica, quedó tan confundido que decidió irse.

Seguimos riéndonos de la historia, cada detalle haciéndola más graciosa. Era increíble cómo Evan, con su actitud siempre seria y su lealtad, podía acabar en situaciones tan extrañas. Pero al final, lo que importaba era que había logrado transmitir el mensaje y había logrado hacerme reír en el proceso.

Estar con Keilan, compartiendo historias y riendo juntos, me recordó cuánto echaba de menos estos momentos. La risa, la conexión, todo eso era parte de lo que nos hacía sentir tan cercanos. Y aunque el camino para llegar hasta aquí había sido complicado, estos momentos valían cada esfuerzo, cada lágrima y cada decisión difícil. Porque ahora, sentados juntos en el sofá, me di cuenta de que no importaba lo que pasara, mientras pudiéramos seguir riéndonos y apoyándonos el uno al otro.

Keilan me miró con esos ojos profundos y una sonrisa suave en los labios, el tipo de sonrisa que hace que el mundo a tu alrededor se detenga por un momento. Nos habíamos estado riendo, compartiendo historias y sintiéndonos más conectados que nunca. Y luego, sin previo aviso, él se inclinó hacia mí y me besó, un beso dulce y tierno que me hizo olvidar todo lo demás.

Los labios de Keilan eran cálidos y suaves contra los míos, un toque delicado pero lleno de sentimiento. Había algo en la forma en que me besaba que me hacía sentir seguro, como si toda la angustia y el dolor se desvanecieran por un momento. Cerré los ojos, permitiendo que ese beso me envolviera, dejando que la calidez de su boca me calmara y me recordara que estaba en el lugar correcto.

Los besos continuaron, lentamente, con esa dulzura que solo se comparte cuando dos personas se entienden de verdad. Cada beso era un susurro de amor, un gesto que hablaba más que las palabras. Sentí cómo sus manos acariciaban mi rostro, sus dedos rozando mi piel con suavidad, trazando líneas invisibles que enviaban escalofríos de placer por mi cuerpo.

Mis propias manos se movieron por instinto, encontrando su camino hacia su cuello, tocando su cabello suave y oscuro. El contacto era suave pero intenso, y con cada beso, el tiempo parecía detenerse. No había prisa, no había presión, solo nosotros dos, explorando ese momento con calma y ternura.

Los besos eran lentos, pero cada uno era más profundo que el anterior. Keilan sabía cómo mover sus labios, cómo hacerme sentir especial con cada gesto. No había agresividad, solo esa sensación de estar siendo cuidado y querido. Y mientras seguíamos besándonos en el sofá de su apartamento, sentí cómo todas mis preocupaciones se desvanecían, reemplazadas por el amor y la conexión que compartíamos.

Los dedos de Keilan acariciaban mi mejilla, luego bajaban por mi cuello, creando un sendero de caricias que hacía que mi corazón latiera más rápido. La intimidad de ese momento era increíble, una mezcla perfecta de pasión y ternura. Era como si cada beso dijera "te quiero" de mil maneras diferentes, y yo respondía con la misma intensidad, dejándome llevar por esa ola de emociones.

Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración contra mi piel, cada exhalación un recordatorio de que estaba vivo, de que estaba aquí, conmigo. Los besos continuaron, y el mundo exterior dejó de importar. Solo existíamos Keilan y yo, perdidos en el calor y la dulzura de ese momento.

Las caricias de Keilan eran suaves pero firmes, y con cada toque, me sentía más y más conectado a él. Había algo en esos besos que me hacía sentir completo, como si finalmente estuviera donde siempre había querido estar. Y mientras nos besábamos, sabía que este era solo el comienzo de algo hermoso, algo que ambos queríamos explorar juntos.

YoursWhere stories live. Discover now