16. Celos

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Observé desde la distancia cómo el motorista apoyaba la espalda contra su moto y encendía un cigarrillo. La forma en que exhalaba el humo, con la cabeza inclinada hacia arriba, tenía un aire despreocupado, como si estuviera en su propio mundo. El murmullo de la multitud a su alrededor seguía creciendo, pero él parecía ajeno a todo el ruido y la atención que generaba. Era como si supiera que no necesitaba hacer nada para ser el centro del universo. Pero entonces, una chica salió de la escuela. Era mayor que yo, probablemente dos cursos más grande. La reconocí, aunque no sabía su nombre. Tenía el cabello largo y oscuro, y una chaqueta de mezclilla con parches de bandas de rock. Caminó directamente hacia el motorista, y cuando él la vio, una sonrisa se dibujó en sus labios. Había algo en esa sonrisa que hizo que mi estómago se retorciera.

La chica se acercó a él como si fuera lo más natural del mundo. Se miraron por un momento, y luego, sin previo aviso, se besaron. Fue un beso largo, sin prisa, como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. El motorista envolvió sus brazos alrededor de la cintura de la chica, y ella puso sus manos sobre su pecho. La manera en que se movían juntos, como si estuvieran perfectamente sincronizados, me dejó sin aliento. Sentí algo romperse dentro de mí. Fue como si una grieta se abriera en mi pecho, una sensación de pérdida que no esperaba. Todo el aire pareció salir de mis pulmones, y el bullicio a mi alrededor se desvaneció en un zumbido sordo. El beso entre el motorista y la chica parecía durar una eternidad, y cada segundo se sentía como un golpe en mi corazón.

Me quedé allí, observando, sin saber qué hacer. Mis pies parecían pegados al suelo, y mis manos temblaban ligeramente. Evan seguía hablando a mi lado, pero no podía escucharlo. Todo lo que podía ver era al motorista y a la chica, sus cuerpos juntos, sus labios tocándose. Era como si el mundo se hubiera enfocado solo en ellos, y yo solo era un espectador. Quería mirar hacia otro lado, pero no podía. Algo me obligaba a seguir mirando, a confirmar lo que ya sabía. El motorista, el chico que me había hecho sentir tantas cosas la noche anterior, no era mío. Nunca lo fue, y verlo allí, besando a alguien más, me hizo darme cuenta de lo irracional que había sido al pensar que algo podría haber pasado entre nosotros. El beso terminó finalmente, y el motorista sonrió de nuevo antes de encender otro cigarrillo. La chica se quedó cerca, charlando con él, mientras él asentía de vez en cuando, sin dejar de mirar alrededor. El dolor en mi pecho seguía allí, como una marca imborrable, y todo lo que quería era alejarme de esa escena, de la imagen de ellos dos juntos. Evan notó mi silencio y me miró con preocupación.

- ¿Estás bien? - Preguntó, inclinando la cabeza hacia mí.

Asentí, pero no podía encontrar las palabras. Solo quería que todo terminara, que el ruido y la sensación de pérdida desaparecieran. Pero sabía que no sería tan fácil. Algo se había roto dentro de mí, y no estaba seguro de cómo repararlo. Los celos se deslizaron dentro de mí como un veneno. Fue una sensación amarga, corrosiva, que se apoderó de mi pecho y se extendió por todo mi cuerpo. No quería sentirlo, pero estaba ahí, retorciéndose en mis entrañas. Ver al motorista besar a esa chica, su naturalidad, su comodidad con ella, fue como un cuchillo en el corazón. No quería admitir que me importaba, pero el dolor era real y profundo.

Me sentí traicionado, aunque no tenía ningún derecho a sentirme así. Después de todo, no conocía al motorista. Solo había tenido un momento con él, un instante en la esfera de la muerte, y después la sensación de unidad en la moto. Pero esas sensaciones, ese contacto, habían despertado algo en mí que no entendía del todo. Verlo con otra persona, tan ajeno a mí, tan íntimo con ella, hizo que todo se derrumbara.

Quería salir corriendo, alejarme de la multitud y de todo lo que me recordara lo que acababa de ver. La confusión me abrumaba. ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué me importaba tanto? No quería enfrentar la realidad de lo que significaba, de lo que podría implicar sobre mi identidad y mis deseos. Pero los celos estaban ahí, como un recordatorio cruel de que algo había cambiado dentro de mí, y no podía ignorarlo.

Evan seguía hablando, pero sus palabras eran solo ruido. No quería que me viera así, con el corazón roto y los pensamientos en caos. No quería que nadie viera mi vulnerabilidad. Así que me giré y eché a correr. No me importaba a dónde iba, solo quería alejarme de todo. El aire frío me golpeó el rostro mientras corría, pero ni siquiera eso podía aliviar la presión en mi pecho.

Los baños eran el único lugar donde podía esconderme, donde sabía que no me seguirían. Entré, cerré la puerta y me apoyé contra la pared, tratando de controlar mi respiración. Mis manos temblaban, y mis ojos estaban húmedos. No quería llorar, pero el nudo en mi garganta era casi insoportable. Me senté en el suelo, con las piernas cruzadas y la cabeza entre las manos. Sentí que el mundo giraba a mi alrededor, como si todo estuviera fuera de control. Los celos, la confusión, el miedo a ser juzgado por lo que estaba sintiendo, todo se mezclaba en un torbellino de emociones que no podía detener. No sabía qué hacer. ¿Podría ser que realmente me gustaran los chicos? ¿O era solo la conexión con el motorista, el momento de adrenalina y peligro? No quería enfrentar esas preguntas, pero las imágenes del motorista besando a la chica seguían regresando, como una herida que no dejaba de sangrar.

Me quedé allí, en el suelo del baño, escuchando el eco de las voces fuera, el murmullo de la multitud que continuaba con su día como si nada hubiera pasado. Pero para mí, todo había cambiado. No sabía cómo salir de esa confusión, cómo entender lo que estaba sintiendo. Todo lo que sabía era que algo dentro de mí se había roto.

YoursWhere stories live. Discover now