22. Alcohol

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La fiesta estaba en pleno apogeo cuando entramos. La música retumbaba a través de las paredes y el suelo vibraba con el ritmo del bajo. Había gente por todas partes, bailando, charlando, y algunos ya claramente borrachos. Evan, como siempre, se lanzó de cabeza a la multitud, saludando a todos como si fuera el rey de la fiesta. Me dejó solo antes de que pudiera decir algo, y de repente me encontré en medio de un mar de desconocidos, sin saber hacia dónde ir. Miré a mi alrededor, tratando de encontrar algún lugar donde pudiera sentirme más cómodo. La casa de Marta era grande, con varias habitaciones y una cocina espaciosa, pero todo estaba abarrotado de gente. Me abrí paso entre la multitud, sintiendo el calor y el olor a alcohol en el aire. No era mi ambiente favorito, pero no quería quedarme solo en un rincón, pareciendo un marginado. Decidí dirigirme hacia la zona del alcohol, donde había una mesa llena de botellas y vasos de plástico. Tal vez un trago me ayudaría a calmar los nervios y a adaptarme al caos de la fiesta. Cuando llegué, encontré a Marcos. Estaba apoyado contra la mesa, sosteniendo un vaso con algo que parecía bastante fuerte. Llevaba una camisa de cuadros y una gorra hacia atrás, y cuando me vio, sonrió con entusiasmo.

- ¡Ey! ¡Mira quién está aquí! - Dijo, alzando su vaso como saludo - Me alegra verte. Pensé que no vendrías.

- Sí, decidí venir al final... - respondí, tratando de sonar relajado, aunque por dentro me sentía más nervioso de lo que quería admitir.

Marcos me ofreció un vaso y me sirvió algo sin preguntar. El líquido era oscuro y olía fuerte, probablemente whisky o algo parecido. No solía beber mucho, pero esa noche me sentía fuera de lugar, y cualquier cosa que me ayudara a relajarme parecía una buena idea. Tomé un sorbo, sintiendo el ardor en la garganta y el calor que se extendía por mi cuerpo. Este me observaba con esa sonrisa encantadora, como si le alegrara mucho verme allí. Su actitud era relajada, pero había algo en su mirada que me hacía sentir que estaba prestando más atención de lo que parecía. Me sentí incómodo, pero al mismo tiempo, esa incomodidad era extrañamente atractiva.

- Entonces, ¿Qué te trae por aquí? - Preguntó Marcos, tomando otro trago de su vaso - ¿Vienes a divertirte o solo a observar?

- No sé, un poco de ambas cosas, supongo. - respondí, tomando otro sorbo para calmar mis nervios - Solo quería salir y desconectar un poco.

Marcos asintió, como si entendiera perfectamente lo que quería decir. Luego, dio un paso más cerca, su sonrisa creciendo un poco.

- Bueno, estás en el lugar correcto. Hay mucha gente interesante por aquí. Y música decente, al menos. - Dijo, mirando alrededor.

Tomé otro trago, sintiendo el calor subir a mi rostro. No estaba acostumbrado a que alguien me hablara de esa manera, y mucho menos a que pareciera tan encantado de verme. Pero Marcos tenía esa actitud amigable y coqueta que me hacía sentir nervioso y, al mismo tiempo, algo curioso. La música seguía retumbando, y la gente se movía por todas partes. Sentí el alcohol empezar a hacer efecto, relajando un poco la tensión en mis músculos pero aumentando la confusión en mi mente. Marcos parecía disfrutar del momento, hablando sin parar y haciéndome preguntas sobre cosas triviales. Pero su proximidad, la forma en que me miraba, me hacía sentir que había algo más en juego. No sabía si era el alcohol o el ambiente de la fiesta, pero comencé a sentirme más nervioso, como si cada palabra que decía pudiera ser malinterpretada. Marcos me observaba atentamente, y yo solo quería encontrar un lugar tranquilo donde pudiera pensar sin sentirme bajo un microscopio. Pero, por alguna razón, no podía alejarme de su mirada, como si algo en él me retuviera allí, buscando respuestas que no estaba seguro de querer encontrar.

Mientras hablaba con Marcos, mis pensamientos divagaban, y me encontraba mirando alrededor, tratando de evitar que la conversación se volviera demasiado incómoda. La fiesta estaba llena de gente, y la música a todo volumen hacía difícil concentrarse. El alcohol en mi vaso parecía ayudar a calmar mis nervios, pero no lo suficiente como para dejar de sentirme un poco fuera de lugar. Marcos hablaba sin parar, contándome anécdotas sobre otras fiestas, pero yo solo asentía de vez en cuando, sin realmente escuchar. Mi mente seguía pensando en Keilan, preguntándome si estaría en la fiesta. Me había dicho a mí mismo que no importaba, pero el miedo y la esperanza seguían luchando dentro de mí. Fue entonces cuando giré la cabeza y lo vi. Keilan estaba allí, en la fiesta, con la chica que había besado en la escuela. Estaban al otro lado de la habitación, cerca del equipo de música, y ella tenía el brazo alrededor de su cintura. Keilan llevaba su chaqueta de cuero, como siempre, y su cabello oscuro caía sobre sus hombros. Se veía tan relajado y seguro de sí mismo, como si todo el mundo girara a su alrededor.

Mi corazón se detuvo por un momento cuando nuestros ojos se encontraron. Keilan me miró desde la distancia, y su expresión cambió sutilmente, como si me reconociera. Fue solo un segundo, pero el tiempo pareció detenerse. Mi cuerpo se tensó, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. La chica al lado de Keilan dijo algo que lo hizo sonreír, y luego él apartó la mirada, volviendo a concentrarse en ella. Fue como si esa conexión momentánea nunca hubiera sucedido. Pero para mí, el mundo entero parecía haberse inclinado hacia él, como si su presencia tuviera un poder que no podía ignorar. Marcos notó mi cambio de expresión y siguió mi mirada hasta Keilan.

- ¿Lo conoces? - Preguntó, curioso - Parece que tiene bastante éxito con las chicas.

No supe qué responder. Parte de mí quería ir hacia Keilan, hablar con él y entender por qué me afectaba tanto. Pero la otra parte quería salir corriendo, alejarme de esa confusión y el dolor que me causaba verlo con la chica. Tomé un trago largo de mi vaso, tratando de calmarme, pero el alcohol solo hacía que mis emociones fueran más intensas. El sentimiento de celos y tristeza regresó con fuerza, y la sensación de estar perdido en un mundo donde no entendía nada me abrumó. Marcos continuó hablando, pero yo apenas lo escuchaba. Mi mente estaba centrada en Keilan, en el breve momento en que nuestras miradas se cruzaron, y en cómo se había vuelto a sumergir en su mundo como si yo no existiera. Sentí que todo lo que había sentido esa noche en la esfera de la muerte, toda la conexión que creía haber tenido, era solo un espejismo. Quería salir de allí, pero mis piernas no se movían. Estaba atrapado en esa fiesta, rodeado de ruido y gente, pero todo lo que importaba era la imagen de Keilan y la chica, juntos, como si fueran parte de un mundo al que yo nunca pertenecería.

YoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora