Autumn Allister y Colin Evanson deben casarse para fusionar las empresas de sus familias a pesar de que ambos apellidos son rivales.
Colin cree que Autumn es una niña mimada, pero lo que comenzará a ver dista de ser lo que siempre creyó.
Autumn quie...
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Empresa The Privilege, 3:00 p.m.
El hombre de treinta años se encontraba revisando algunos archivos de la portátil hasta que su secretaria le avisó que el señor Allister se encontraba en la línea dos porque pedía hablar con él de inmediato.
—Gracias, Patsy —le dijo y ella cerró la puerta—. Allister —articuló con seriedad en su voz—, ¿a qué se debe la llamada tan urgente? —preguntó con sarcasmo.
—¿Cuándo harás el contrato prenupcial? —habló yendo directo al grano porque era eso lo que le interesaba saber.
—Cuando tenga tiempo y ganas —respondió escueto.
—El sábado será el compromiso, tienes que hacerlo para antes de ese día —sentenció.
—Lo haré cuando yo quiera, de todas maneras, tú no serás el que firme esos papeles, así que no presiones.
—Habíamos quedado en que para antes del día del compromiso los tendrías —intentó meter una mentira.
—Yo no quedé en nada contigo —su voz sonó con frialdad.
—Espero que los tengas pronto —declaró molesto—. Mi hija tiene que firmarlos también —afirmó.
—Solo tu hija y yo los firmaremos cuando yo lo crea conveniente —manifestó con desagrado—. ¿Algo más se te ofrece? —interrogó con exasperación.
—No, nada más. Hasta el sábado —terminó por decirle y Evanson le cortó la llamada.
No le gustaba nada la manera en cómo estaban saliendo las cosas, no era un hombre que se dejaba manipular fácilmente y ahí estaba él, teniendo que preparar unos papeles prenupciales porque se estaba por casar con alguien que no conocía y que lo hacía por una fusión de empresas.
Se le ocurrió la brillante idea de salir a comprar el anillo de compromiso. Por lo menos, se distraería porque la llamada que tuvo con Anthony lo había dejado muy molesto y peor aun cuando en el contrato prenupcial debía que poner varias cláusulas importantes. Unas cláusulas que supo semanas atrás y que para él no tenían ninguna gracia.
Estaba convencido que una de las más importantes joyerías iba a ser la que dejara conforme a su no conocida prometida y elegiría el más hermoso y caro anillo. Tomó varios minutos la compra y, al llegar a la empresa, le pidió a uno de los cadetes enviarle a la dirección que le había dicho la caja de color turquesa con moño blanco dentro de una pequeña bolsa.
