Autumn Allister y Colin Evanson deben casarse para fusionar las empresas de sus familias a pesar de que ambos apellidos son rivales.
Colin cree que Autumn es una niña mimada, pero lo que comenzará a ver dista de ser lo que siempre creyó.
Autumn quie...
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Autumn quedó a solas en la sala mientras que Colin se quitaba las prendas y se ponía otra camisa blanca.
Cuando lo vio salir del dormitorio acomodándose la corbata, ella le preguntó si quería que se encargara de la mancha para poder quitársela.
—Te he dicho que no, Autumn. ¿Por qué deberías de hacerlo?
—Acostumbro a hacerlo, cuando nos casemos puedo hacer los quehaceres de la casa.
—No quiero que seas mi sirvienta —fue tajante en su respuesta.
—¿Entonces qué podré hacer después de casarnos?
—Puedes hacer lo que quieras, pero no por obligación, yo no acostumbro a que me sirvan como si fuese el amo de la casa que manda. ¿Quieres cocinar? De acuerdo, ¿quieres hacer otra cosa? Bien, pero no quiero que se hagan las cosas de forma rutinaria.
—Ya veo.
—Para serte sincero, la mayoría de las veces no me quedo en mi departamento para cenar.
—¿No? —cuestionó incrédula.
—No, por eso te decía que no quiero la rutina.
—La rutina del matrimonio no quieres.
—Que te cases no significa que debas hacer las mismas cosas que solías hacer en la casa de tus padres.
—Ya sé que no, pero no me molestaba si tenía que hacerlas. ¿Desayunas en el departamento?
—Es la única comida que preparo adentro, pero si no tengo ganas de salir, me preparo algo rápido o pido a domicilio, lo rutinario que tengo es el trabajo y dormir en el departamento, nada más.
—Hace unos días atrás mi madre me comentó que tu padre y el mío tienen una enemistad desde hace un año.
—Eso es cierto.
—¿Y sabes por qué?
—Dinero. Cuando tu padre empezó a difamarnos por haberle robado una gran suma de dinero en ese momento se quebró todo entre ellos, sin contar con que la empresa Allister comenzó a tener ventas muy bajas cuando los clientes supieron por lo que estaban pasando. Mi padre fue bastante firme en ese aspecto, dio notas asegurando que él no le había robado nada a nadie y de a poco la empresa de tu padre fue perdiendo más prestigio. Ambos eran amigos —explicó con seriedad.
—Entiendo. Es horrible cuando una amistad de tantos años se rompe así, pero creo que tenían que haber indagado más.
—En su momento nadie lo pensó y ahora sería innecesario porque es mejor dejar las cosas como están y no volver a remover situaciones desagradables.
—En ese sentido tienes razón.
—No puedo negar que cuando nos pidió hacer un trato me sentí un poco satisfecho porque la situación se estaba dando vuelta. En ese instante supimos que la empresa estaba teniendo números rojos y en la quiebra.
—¿Sabían de eso? —Levantó las cejas quedándose sorprendida.
—Claro que sí, no le pides un trato a tu rival a menos que te veas en un apuro de la magnitud de un quiebre empresarial.
