• Parte 3

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Colin le habló de nuevo para dejarle claro que en verdad se las quería regalar. 

—No me gusta pedir ropas o elegirlas si no voy a pagarlas.

—Yo te las estoy regalando y los regalos no se rechazan.

—¿Es por lo que te pregunté anteanoche que me las regalas?

—No, no es por eso de lo que me preguntaste sobre si te odiaba. Lo quiero hacer, nada más. ¿Acaso no lo puedes aceptar?

—Está bien —asintió con la cabeza.

El sonido del móvil cortó la conversación entre ellos y la chica tuvo que contestar porque era su madre.

—¿Me quieres decir dónde has dejado el almuerzo o no lo has hecho? —su pregunta tan furiosa la escuchó Colin también. 

—Dentro del horno para que se mantenga caliente.

—Ya he visto el recipiente, regresa pronto de donde estés porque debes terminar de limpiar la sala y la planta alta, y preparar la cena.

—Cenaremos lo mismo que al mediodía.

—¿Desde cuándo repetimos comida? —Alzó una ceja teniendo un tono de voz de superioridad.

—Desde ahora.

—No te hagas la mujer que nos enfrenta en presencia de ese hombre mientras me contestas así porque sabes muy bien que dentro de la casa no eres más que una sumisa sin voz —le dijo con total asquerosidad y sabiendo bien que estaba con él.

Autumn tenía muchas ganas de gritarle que se fuera a la mierda, pero se contuvo para no poner más furiosa a su madre.

—En unas horas estaré ahí —cortó la llamada sin que la otra persona pudiera acotar algo más y metió el móvil dentro de la cartera.

—¿Era tu madre? Escuché una voz de mujer.

—Sí, no sabía dónde estaba la comida.

—¿Vamos a almorzar?

—Está bien —asintió con la cabeza.

—Autumn —la miró de nuevo.

—¿Qué? —Ella levantó la vista a él a la expectativa de lo que le estaba por decir.

—¿Estás segura de que está todo bien en tu casa?

—Sí.

—Se escucha la manera en cómo te contestan por teléfono, sea tu madre o tu padre.

—A veces tienen sus días.

Colin alzó una ceja.

—Solo tienes que avisarme si comienzan a molestarte más de lo debido —le respondió con seriedad.

La chica supo que no estaba bromeando.

—No te preocupes. Estoy bien. No tienes porqué salir en mi defensa, esto que haremos es solo un trato, no tienes la obligación de cuidarme.

Su futura esposa salió de la oficina para esperarlo y él se quedó con una sensación amarga en la boca porque sabía bien que le estaba mintiendo en la cara. Pensando en las cosas que posiblemente le estaban sucediendo dentro de la casa a manos de sus padres, se arrepintió del contrato prenupcial que ambos firmaron.

«He cometido el peor error de mi vida», reflexionó.

Otoño 1 y 2 - {Bilogía: Romance Otoñal}Kde žijí příběhy. Začni objevovat