CAPÍTULO 21: ... y entonces dime, ese suspiro ¿Cómo se llama?

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Cumpleaños de Benjamín

Domingo 02 de Noviembre.

Llegué a mi casa casi nunca estoy allí y, si lo estoy sólo en mi habitación pensando en algún plan por destruir a esos imbéciles. Hoy es un día normal y común, me levanté como siempre, sin ningunas mañanitas de mis padres o un desayuno preparado. Mi madre debe estar de amanecida en algún bar de Moa, mi padre con cualquier prostituta de la calle y su hijo comiendo mierda en una mesa vieja. La casa está en silencio, excepto por Julia, la sirvienta de la casa que me tiene pena como todos lo tiene y no sé de qué.

- ¡Feliz Cumpleaños niño Benja!- me dice alegre y la quedo viendo al ver entre sus manos una torta pequeña de chocolate con chantillí y unas velitas de veinte años.

Se sentó en mi mesa, siempre le decía que nunca se siente conmigo que me apetecía comer o ver televisión solo. Pero Julia me estimaba, me había criado literalmente. Mi corazón frío y destructor, se derritió y le sonreí también a esa señora de cuarenta años que me quería como al hijo que perdió en un accidente de tránsito. Con la torta me sentía un chico especial, mi corazón saltaba por dentro, no sabía cómo describirlo porque nunca lo sentía, no a menudo y recién sabía que ese boom en tu corazón es felicidad y amor.

- Gracias Julia- agradecí y posé mi mano en la suya.

- Pide un deseo- dijo emocionada ante mí.

- Desearía que tú fueras mi madre- y lo que nunca antes había hecho, lo que siempre me contenía explotó ante esa mujer de cabellos despeinados y rostro moreno. Me derrumbé entre su pecho para llorar y Julia me consoló como un hijo al que quería. Mi llanto no era tan desgarrador, pero sufría intensamente.

LA FAMILIA MENDOZA

- Qué bueno que tus clases empiecen pronto- dijo colocando los platos a cada integrante de la familia.

María, la madrastra de Sebastián había preparado un rico pollo con lechugas y tomates.

- María... si lo hice fue porque te lo prometí y soy hombre de palabra- respondió Sebastián, aún desde la última pelea con su padre seguía distante.

- ¡Sebastián! ¡Sebastián! ¡Sebastián!- lo llamaba su padre para decirle unas cosas para su bien.

- ¿Qué? ¿Qué quieres? ¡Deja de fastidiarme!- decía el niño malo con corazón de ángel, tenía un desprecio hacia su padre enorme.

- No estoy fastidiándote hijo, solo quiero decirte una cosa- tomaba aire para no perder los papeles, pero Sebastián ya estaba acalorado y Fabiola miraba callada esta escena.

- ¡Dila!- gritó en plena mesa.

- Me da orgullo saber que volverás a los estudios- dijo Paolo, en un tono pacífico y formó una sonrisa con miedo a ser rechazada. Sebastián clavo su mirada en la de su padre y no hizo ningún gesto.

- ¿Terminaste?- le dijo con gran sarcasmo a su papá.

- Sí- respondió su padre- Paso a retirarme.

- ¡Al fin haces algo bueno para mí!- contestó duro, un Sebastián sin corazón, que el fondo le dolía tratar así a su padre.

- Hijo, llévate mejor con tu papá- aconsejó María, sirviendo a Fabiola el jugo de manzana.

- ¿Tú crees que yo me llevaría bien con un hombre que no me permitió conocer a mi madre?

- Te permitió vivir- aclaró María tomando asiento entre ellos. Paolo ya se había ido.

Caminos Cruzados💕Where stories live. Discover now