CAPÍTULO 32: UNA NOCHE DE TERROR.

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NOCHE DE TERROR

Martes 23 de Diciembre.

- Sebastián, no te vayas así, por favor-cerré la puerta del departamento y empecé a seguirlo.

- Tú no tienes la mínima idea por lo que he pasado, ni siquiera somos amigos-dijo él, casi gritando a todo pulmón.

- Yo pensé que sí-dijo ella parando en seco y el rió.

- ¿Amigos? No porque te ayude, signifique que somos amigos- y sentí que había roto toda posibilidad de poder salir con ella, fue el momento, fue la mierda que estaba teniendo ahí.

- ...-Me dolieron sus palabras, sentí ganas de llorar, así que tuve la fuerza suficiente de aguantar y volver a mirarlo con una sonrisa de despedida y sin decir más irme.

- Flavia, lo siento, no quise de...-dije al ver que se iba sin decir ni más ni menos, solo se fue, la cague, siempre lo hago. Cómo dice Rodrigo, tu primero la cagas, y luego piensas.

Sebastián y Flavia, se fueron rumbo a sus hogares, cada uno tomó un camino distinto, pero esa noche no sería paz ni tranquilidad, esa noche, les tendrían una sorpresa.

Saqué el celular para llamar a Amber y decirle que bajara a la sala y busqué también las llaves dentro de mi casaca, había tan poca iluminación que no me dejaba ver con claridad, pero la puerta de entrada estaba abierta, así que empujé despacio y las luces apagas. Susurré los nombres de mis padres, por si habían llegado de la cena que tenían para esa noche y nadie respondió, busqué con el tacto para hallar el botón y encender la luz, al hacerlo alguien me tapó la boca, intenté golpearlo con un codazo en el estómago donde pude soltarme y salir corriendo a la calle oscura.

En todo el camino de regreso a casa y luego de haberla fregado con Flavia, me decía a mí mismo que debía de ser menos duro conmigo y con ella. Bajé del taxi y abrí la puerta de lo más normal, la televisión prendida así que supuse que estaban en la cocina.

- ¡María! Paolo, ya llegué!-grité sus nombres- ¿Paolo?- escuché un ruido en el piso de arriba.

Subí y me fijé en la habitación de mi pequeña hermana, escuché unos llantos que provenían del armario y ahí la encontré recostada y temblando.

-Fabiola- dije cargándola- ¿Dónde está mamá y papá?-Sospeché lo peor.

-Los hombres de negro los tienen en la otra habitación. Papá dijo que me escondiera-dijo ella con la nariz llena de mocos y las lágrimas que no paraban de caer.

-¡Quédate acá!-le dije encerrándola nuevamente en el lugar- ¡No llores, ni oigas, si te ven, corres! Y le di un beso en la frente.

Cogí un palo cercano y me moví sigilosamente, me escondí detrás de las paredes y fui directo sin pensarlo a la habitación de mis padres donde provenían los sonidos.

Continué corriendo, la poca luz que había no me dejaba ver las calles y no había ninguna persona por el lugar, así que marqué el número de Sebastián para decirle que lo necesitaba y venga por mí.

-Ring, ring- sonó mi celular el cual se escuchó de inmediato y me escondí porque vi salir a alguien de la habitación.

-Hay alguien acá-dijo una voz.

-¡Tráelo!- dijo esa voz que se me hizo muy conocida.

La persona salió a buscar por todas las partes y cuando se acercó a mí le lancé un golpe en la cabeza, luego arranqué las sábanas y se lo amarré para que no hiciera bulla.

Caminos Cruzados💕Where stories live. Discover now