3. ✞

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El culto en la iglesia pasó más rápido de lo que pensé. Estaba tan emocionada de poder pasar una tarde con Isaí que me costó demasiado trabajo poder concentrarme en la predicación. De hecho, mi papá me preguntó si me encontraba bien, pues al verme tan despistada, supuso que algo me pasaba y aproveché la oportunidad para pedirle permiso de ir con Isaí. Al principio, no se vio del todo convencido pero terminó aceptando al ver los pucheros que le hice. Solamente usaba pucheros cuando quería algo con todo mi corazón.

Nos reunimos Isaí y yo justo después de que el culto se acabase. Él llevaba los mismos pantalones que el sábado y la misma camisa del domingo pasado que camuflajeaba su panza. Llevaba los mismos tenis deportivos que la otra vez y su cabeza iba cubierta por la misma gorra que la vez pasada. Su apariencia no era la mejor, pero la forma en la que sus ojos se iluminaron en cuanto me vio y como esa sonrisa tan imperfectamente linda salió de sus labios, me di cuenta de que no importaba el exterior cuando el interior fuese una bendición.

-Te ves bastante...linda.- Se ruborizó como de costumbre y una sonrisa apenada salió de sus labios.

Sabía que mentía. Yo llevaba un vestido que me quedaba un poco corto y para no enseñar de más, me puse unos pantalones blancos abajo. Unos converse acompañaban mi vestuario y opté por recogerme el cabello en una trenza. Llevaba mis lentes circulares todos manchados y creo que olvidé cepillarme los dientes pero al parecer, el no se dio cuenta. Estaba demasiado encantado con mi presencia.

-Muchas gracias, que lindo.- Sonreí y el me devolvió la sonrisa mil veces mejor que la mía. Su hoyuelo se marcó ligeramente en su mejilla regordeta. 

-Bueno, ¿nos vamos?- Preguntó y yo acepté. Me guió hasta su carro, que no era muy lujoso; era un bocho de color blanco, un tanto sucio y tenía la pintura totalmente gastada. En el interior, olía como a mugre y polvo combinados. Camisas, botellas de agua, sudaderas, bolsas de plástico, etc, eran cosas que habían en el interior del carro y estaban regadas por todas partes. 

-Perdón por mi desastre.- Comentó intentando quitar toda la basura posible y lanzandola a los asientos de atrás.

-No te apures.- Contesté con una sonrisa, sentandome en el asiento del acompañante.

En el camino, no hablabamos mucho y yo supuse que era por la pena que ambos teníamos. De vez en cuando, decíamos alguna cosa sin sentido como de alguna película. Me contó que él no vivía ahí, que vivía en otro estado de nuestro país pero que se vino para buscar trabajo junto con su padre. Me contó que su hermano y su mamá, tenían la misma enfermedad y que los doctores no sabían muy bien de cual se trataba y por lo tanto, no les habían podido dar medicamentos. También me dijo que se están poniendo cada vez más graves, pero que aún no pierden la fe en Dios y eso me hizo alegrarme mucho por él. 

También hablamos de noviazgo y me pareció un poco incómodo al principio, pero después se me pasó el sentimiento. Supe que él tenía buenos planes de noviazgo como yo: tener una pareja para el preparamiento del matrimonio. Le dije que yo quería ser virgen hasta el matrimonio y él me dijo lo mismo. Hablamos de como la sociedad de ahora pierde su virginidad como si fuera un juego. De broma, dijimos que las chicas ganaban ese juego si se quedaban embarazadas. Le confesé que nunca había tenido pareja y él me dijo lo mismo y que estaba agradecido por ello debido a todas las tentaciones juveniles que habían. En fin, él y yo teníamos los mismos planes y las mismas metas: tener una relación, casarnos y perder la virginidad solamente con nuestra pareja.

Casas rayadas, perros callejeros buscando comida en los basureros, personas llenas de mugre, personas que parecían delincuentes, en fin, todo eso era lo que había en el lugar donde Isaí vivía. Una vez que llegamos a su casa, el corazón se me encogió al ver una casa de ladrillos sin pintar donde en lugar de una puerta, había una cortina de baño. Al entrar, noté que el suelo era de cemento. Muebles gastados y rasgados, ventanas de plástico, sillas rotas, platos sucios, todo eso era la casa del chico que tan feliz estaba. No había rastro de nada costoso, todo estaba en tan mal estado que por un momento pensé en donarle cosas, pues a mí, gracias a Dios no me faltaba nada.

Erotismo VirgenKde žijí příběhy. Začni objevovat