7.✞

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Me desperté con un dolor de cabeza que era una total pesadilla. 

Sentía como la cabeza me punzaba al ritmo de mi corazón, pero no había forma de faltar a la escuela. Y mucho menos porque me dolía la cabeza por culpa de la fiesta y de que no pude dormir lo que necesitaba. En parte, Dayana hizo lo posible para llegar volando a mi casa, pero llegué a las 2:00 de la mañana. Nunca me había desvelado y por eso, creía que me dolía tanto la cabeza.

Me paré de mi cama y ahogué un grito al verme en el espejo. Llevaba la misma ropa de Rajab Tru Tru. Con una velocidad inhumana, me quité el vestido, la peluca y junto con los tacones, los guardé en lo más profundo del closet como un secreto. Un secreto que solamente yo y Dayana sabíamos...e Isaí.

Me cambié con un vestido acampanado que mi madre me compró en el centro comercial que era de color azul celeste. El dobladillo me llegaba un poco arriba de las rodillas, tenía escote pero no muy revelador y las mangas eran de tres cuartos. Acompañé el vestido con un cinturón negro alrededor de mi cintura y unos tacones, ambas cosas de color negro. Me peiné en una coleta de caballo y me bañé en perfume para quitar el olor a cerveza y mundanos que tenía. También, me intenté quitar el maquillaje de mi cara pero parecía pintura para casas, ya que no se quitaba ni con la túnica de Jesús. 

-Hola.- Bajé las escaleras con lentitud temiendo de que me vaya a caer. 

-¡Hola!- Saludó mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.- ¿Cómo está mi pequeña Sarita?

Me retorcí al escuchar como me llamaba. Ese sobrenombre dejó de gustarme cuando tenía diez años y por alguna extraña y estresante razón, mi padre seguía llamándome así. 

-Me duele un poco la cabeza, pero estoy bien.- Sonreí para disimular mi tortuoso dolor de cabeza que cada vez, se intensaba.

Para mi suerte, mi mamá ya se había ido a trabajar; si no, hubiera hecho un escándalo tipo Kardashian y me hubiera hecho hospital en casa. Era lo último que quería, pues me merecía ese dolor de cabeza por haber tomado una pésima decisión.

-Oh, ¿faltarás a la escuela?- Preguntó mi padre con un poco de decepción en su rostro. Yo negué la cabeza rápidamente.

-¡No! Yo iré. No hay nada que me detenga.- Sonreí y comencé a caminar hacia la puerta.

-¡Esa es mi Sarita!- Mentalmente puse los ojos en blanco.- ¿Te llevo, chaparrita?- Preguntó mi padre con una extraña sonrisa que estaba entre dulce pero traviesa.

-No, gracias.- Le sonreí.

-No, porque yo te voy a llevar.- Por un momento creí que era mi hermano, que estaba viendo la televisión en la sala. Pero su voz sonaba rara.

-No hace falta, gracias.- Le dije y cuando creí que las cosas estaban mejorando, ahí venía una prueba más de Dios. Una silueta que, definitivamente, no era de mi hermano, se levantó del sofá y se volteó a verme. Isaí. Era Isaí y estaba en mi casa. Sus ojos azules se centraron en mí y me provocaron un escalofrío que venía acompañado de mis vellos erizados. Sus ojos estaban llenos de ira, pero su sonrisa era amable y probablemente, fingida.

-¡Sorpresa!- Dijo mi padre riendo.- Es el chico con el que habías salido hace un tiempo y al que le lloraste un mar rojo cuando dejó de comunicarse contigo.

-¡Papá!- Grité apenada. Mi padre se echó a reír, junto con mi hermano e Isaí. Aunque solamente escuché la risa de Isaí, que era como una melodía hecha por los mismos ángeles.

-Oh, ¿me extrañaste?- Sabía que se estaba burlando, pero ni mi padre, ni mi hermano (que ni atención nos ponía) se dieron cuenta. Yo puse los ojos en blanco.

Erotismo VirgenWhere stories live. Discover now