Prólogo

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"Te recuerdo como eras en el último otoño

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"Te recuerdo como eras en el último otoño. 

Eras la boina gris y el corazón en calma. 

En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. 

Y las hojas caían en el agua de tu alma. 


Apegada a mis brazos como una enredadera, 

las hojas recogían tu voz lenta y en calma. 

Hoguera de estupor en que mi sed ardía. 

Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. 


Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: 

boina gris, voz de pájaro y corazón de casa 

hacia donde emigraban mis profundos anhelos 

y caían mis besos alegres como brasas. 


Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. 

Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!

Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. 

Hojas secas de otoño giraban en tu alma."

Poema VI — Pablo Neruda.

Lunes, 6:20 am. 2006.

—¡Adiós, mamá!

—¡Ve con Dios, Sebastián! ¡Anda con cuidado!

Cerré la puerta y corrí por la acera. ¿Dónde era que quedaba la parada del autobús? ¡Ah! ¡Mami me la enseñó! Al lado de la panadería de don Roberto. ¡Ya me acordé! Corrí aún más rápido, solo pensaba en que necesitaba alcanzar el autobús antes de que se marchara.

Miré a ambos lados de la calle antes de cruzar, tal y como dijo mi mamá. Luego seguí corriendo y le pedí perdón a la señora con la que me tropecé. Estaba muy emocionado. Era la primera vez que me dejaban tomar el autobús solo. Mami me recordó mil veces dónde estaba la parada, dónde debía bajarme, cuál era la calle de la escuela y que no debía hablar con nadie extraño. Estaba preparado. Había cumplido diez años y era tiempo de convertirme en un hombre.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora