Capítulo 45

15.5K 1.9K 296
                                    

Apoyada en la puerta del baño, mordía mi labio inferior para contener una enorme sonrisa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Apoyada en la puerta del baño, mordía mi labio inferior para contener una enorme sonrisa. Traian se encontraba acuclillado junto a la pequeña bañera rosa de plástico que compramos especialmente para la bebé; el agua le llegaba a Perssia hasta la cintura mientras que su padre tenía la camisa empapada y adherida a su cuerpo. Perssia rió y golpeó el agua con sus manos, provocando que un nuevo chapuzón impactara a su padre.

—¿Quién está bañando a quién? —cuestioné.

Despegó la mirada de ella y se limpió el rostro con una mano. Por un segundo me distraje observando las gotas de agua que resbalaban por su mandíbula y trazaban ríos húmedos en su cuello.

—Tiene mucha energía esta noche —informó, su voz rasposa volviéndose más decadente gracias al eco de la habitación.

—Te dije que no le dieras ese puré de manzana en la tarde.

Ladeó la cabeza, sus palabras pretendían sonar frustradas pero una sonrisa divertida coronaba esos deliciosos labios:

—¿De verdad crees que soy capaz de decirle que no?

—Bueno, tenemos que aprender a resistir sus encantos o tendrá tatuajes y un auto antes de cumplir los dieciséis.

—Eso no va a pasar —espetó con dureza, transformándose en la representación gráfica de la furia apenas contenida.

Me sentí mal por haber arruinado aquel lindo momento trayendo pensamientos horribles a su cabeza, así que me enderecé y di un paso dentro de nuestro cuarto de baño. El suelo era de cerámica roja y las paredes blancas con incrustaciones decorativas de granito. No era pequeño en comparación a los que vimos en las casas que visitamos antes de comprar la nuestra, pero mi esposo hacía que cualquier lugar se asemejase a una casa de muñecas.

Sabía lo cansado que debía sentirse, tomando en cuenta lo pesado que era su cuerpo y aquella incómoda posición. Momentáneamente consideré que le vendría bien un masaje en la espalda y tomé nota mental para buscar el aceite de lavanda antes de irnos a dormir. Sería una sorpresa muy agradable y una excusa para que yo pudiese tocarlo, aunque no era como si la necesitara.

—¿Por qué no termino de bañarla? Ha sido un día agotador y tú hiciste el almuerzo hoy.

Frunció el ceño, mirando a la bebé. Tomó un vaso de plástico para echar agua tibia sobre su cabeza y lavar la espuma.

—Aún no consigo que lo diga.

Rodé los ojos. Traian estuvo todo el almuerzo presionando a Perssia para que dijera «papá». Ni siquiera tocó su comida porque la sostuvo en su regazo y la hizo reír con toda clase de gestos graciosos en su desesperación por que dicha palabra saliera de sus labios, pero lo único que conseguía era hacerla decir:

—Val.

Y yo reía con malicia, satisfecha de que, aunque no dijo «mamá», tampoco había dicho «papá». Nuestra hija no era un trofeo y adoraba a mi esposo con pasión, pero yo era la madre de Perssia y mi instinto me hacía amarla con mi vida entera; todo lo que me importaba en el mundo era ella y yo quería ser lo primero en su corazón. Por eso comprendía a Traian cuando la miraba como si quisiera poner el planeta bajo sus pies. No podía reprocharle lo flexible y consentidor que era cuando yo misma me volvía pura alegría y amor con solo mirarla abrir los ojos.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora