Capítulo 19

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—¿Qué?

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—¿Qué?

—Mi madre tiene leucemia, Ángela. —Sebastián se acercó dos pasos. Sus ojos comenzaron a brillar con lo que parecían lágrimas contenidas, y tensó su mandíbula—. Venimos del hospital. Se lo diagnosticaron hace una hora.

—¿Qué? —insistí. Esa única sílaba se convirtió en una súplica rota.

La madre de Sebastián, Sofía, debía tener en la actualidad alrededor de cuarenta y un años. Tenía el cabello largo y tan oscuro como el de su hijo, sin embargo sus ojos eran del color de la avellana y era muy delgada. Daba tal apariencia de fragilidad que me preocupaba abrazarla con demasiada fuerza y que se partiera por la mitad. Sus brazos y piernas parecían palillos de dientes y no podía mantener un kilo extra en su cuerpo por más que lo intentara. Yo misma fui testigo de cuántas veces le fue encomendado subir de peso por motivos de salud y ella, por más que lo intentaba, no lo conseguía.

Sofía era una madre devota. Quizá no era tan cariñosa como la mía, pero realmente se preocupaba por sus hijos. Dio a luz a su primogénita cuando apenas tenía diecisiete años, siendo abandonada por el padre adolescente de su hija. Vivió en la casa de sus padres e hizo todo lo que estuvo a su alcance para poder mantenerla. Limpió casas, vendió libros para colorear junto a los semáforos de las calles, recicló todo lo que estuvo a su alcance y fue cajera de un restaurante de comida rápida. Al cumplir la mayoría de edad, trabajó como secretaria por un corto período de tiempo, pero debido a su inexperiencia y a su evidente falta de estudios fue despedida del primer trabajo con un sueldo mínimo que había conseguido en su vida.

—No. —Sentí la presión de las lágrimas comenzando a agolparse en la parte trasera de mis ojos—. Eso no puede ser verdad.

Un mes después de ser despedida de su puesto como secretaria, el padre de Sofía murió por un ataque al corazón. Él era quien a duras penas conseguía mantener a su familia con la pensión que ganó gracias a su trabajo como albañil en antaño, y su muerte fue un golpe determinante para el curso que tomaría la vida de la madre de Sebastián. Las cuentas comenzaban a acumularse y amenazaron con desalojarlos de su casa si no pagaban el precio de la renta, que no hacía más que aumentar. Tenía a su madre discapacitada de sesenta años y a su hija a quienes alimentar.

Sofía recurrió a la prostitución meses antes de cumplir los diecinueve años de edad.

—Mi madre morirá, Ángela —escupió Sebastián. Su lamento era tan grande que por primera vez en mucho tiempo pude verme reflejada en él—. Mi madre morirá y no hay una maldita cosa que pueda hacer para evitarlo.

—¡No! —grité, dando un paso atrás. Lo apunté con mi dedo, sintiendo la primera lágrima deslizarse desde mi ojo derecho—. ¡Me estás mintiendo!

—Quisiera que no fuera cierto.

Sofía quedó embarazada de Sebastián siete meses después de comenzar a vender su cuerpo. El padre del niño era un cliente habitual del prostíbulo donde ella trabajaba. Lo único que mi madre y yo sabíamos era su nombre: Rafael, y que era un vendedor de droga que frecuentaba dicha zona. Al enterarse del embarazo golpeó a Sofía hasta causarle una hemorragia que la envió de emergencia al hospital, no perdiendo a su hijo por verdadera intercesión divina.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora