Capítulo 32

19.7K 2.6K 1K
                                    

Lo primero que hice al recuperar la consciencia fue sentir el dolor en el costado superior de la cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo primero que hice al recuperar la consciencia fue sentir el dolor en el costado superior de la cabeza. Punzaba tanto que anhelé seguir desmayada. Recuperé la nitidez más rápido de lo que deseaba y me encontré abriendo los ojos despacio porque hasta el aleteo de mis pestañas me producía la más funesta tortura.

Estaba acostada sobre aquel colchón duro, observando un techo polvoriento y deprimente. Alcé la mano y toqué el punto golpeado en mi cabeza; mis dedos estaban manchados de sangre, pero aún en mi aturdimiento me di cuenta de que no era nada de lo que preocuparse demasiado. Había tenido suerte.

Tomé aliento y utilicé mi necesidad por ser consciente de mi entorno como el aliciente para sentarme. Mi cráneo palpitó tanto que creí que me desmayaría otra vez y apreté los dientes con fuerza para no gritar. Había logrado enderezarme y estaría bien siempre que no me moviera demasiado y pudiera mantener las náuseas bajo control.

—Soy un monstruo.

Allí sentado sobre el suelo, con su espalda contra la pared cercana a la puerta se encontraba mi atacante. Abrazaba las piernas contra su pecho y sus hombros estaban caídos. Parecía destrozado, rezumando un velo de desesperación que se había vuelto demasiado familiar. Su posición podía significar que intentaba protegerse a sí mismo o que pretendía esconderse del mundo real y del daño que había realizado. Fuera como fuese, en ese momento escuché el tono de voz más bajo y lúgubre que pude imaginar en él.

—Te he golpeado —repitió sin cesar, incapaz de alzar la mirada.

No le respondí. Lo observé llena de recelo, recordando la manera en la que su puño cerrado impactó contra el lateral de mi rostro y me envió volando hacia atrás. Al revivir el momento me di cuenta de que seguir viva era un milagro. Dicho golpe pudo haberme matado con facilidad.

—No voy a pedirte perdón por golpearte. No quiero que me redimas. Quiero que me odies tanto como me estoy odiando.

En mi juventud fue sembrado un odio hacia Sebastián que solo se arraigó más cuando me secuestró, y con el último golpe de gracia había perdido cualquier deseo de consolarlo. Deseaba ser liberada, escupirle en el rostro y no tenerlo cerca nunca más. Cada célula de mi cuerpo rechazaba a aquel hombre enfermo que manifestaba su supuesto amor haciéndome más daño con cada segundo que pasaba.

—Me prometí a mí mismo que nunca te haría daño cuando te recuperara. Yo sería tu protector, no quien te golpeara —habló desde la oscuridad, sonando devastado—. Te he fallado, como a todas las personas en mi vida. Pero, ¿qué más podía esperar? —Soltó una risa amarga—. Soy un miserable que nunca ha entendido cómo amar. ¿Por qué pensé que tendría una oportunidad de ser feliz cuando ha quedado claro desde el principio que no está destinado a ser así?

—Tú te has marcado tu propio camino —escupí con voz temblorosa, pero él no se atrevió a mirarme—. Te victimizas todo el tiempo e intentas hacerme sentir culpable, como si yo fuera una persona cruel al no amarte. Tú me golpeas, me humillas y me secuestras —me estremecí—, pero yo soy la desgraciada cuando intento defenderme.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora