Capítulo 23

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Miré el reloj despertador junto a mi cama y noté que eran pasadas las once de la noche

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Miré el reloj despertador junto a mi cama y noté que eran pasadas las once de la noche. Dentro de unas horas debía levantarme para estar puntual en el hospital y no había logrado conciliar el sueño después de una preocupante pesadilla que tuve, en la cual un hombre con una espesa barba y familiares ojos oscuros aparecía moribundo frente a la puerta de mi departamento, solo para morir entre mis brazos. El dolor que sentí durante el sueño resultó tan real que me levanté con el pecho rebosante de desconsuelo. Las pesadillas fueron algo normal durante el primer par de años desde que él se marchó, pero desaparecieron conforme adquiría madurez y comenzaba a levantarme de entre las cenizas.

Llevaba horas dando vueltas en la cama, analizando todo lo que podía recordar sobre mi sueño, intentando retener en mi mente el rostro del hombre furibundo por al menos unos momentos, pero cuanto más intentaba centrarme más borroso se volvía. Era inútil, así que solté un suspiro de exasperación y pateé las mantas fuera de la cama, las cuales cayeron sobre el pobre Félix, mi pequeño que dormía como un oso. Me asomé por el borde de la cama para observarlo y tuve que corregirme a mí misma: mi labrador había sido un cachorro dorado cuando lo sostuve entre mis brazos, pero ahora su cuerpo apenas cabía en su vieja cama de perro. Tendría que deshacerme pronto de sus antiguas cosas y comprarle unas nuevas, a excepción de los juguetes que tanto amaba dejar tirados en los lugares menos esperados.

Bajé de la cama y caminé descalza a la cocina. Me sorprendió ver la luz encendida, así que me acerqué y encontré a Camila apoyada en la isla, de cara a nuestro refrigerador. Cuando estudiábamos en el liceo ella tenía el cabello rizado y largo, pero al entrar en la universidad decidió hacerse un alisado permanente y mantenerlo apenas debajo de los hombros. Vestía un pantalón de pijama con los personajes de Miraculous Ladybug que me hizo sonreír.

—¿Tampoco puedes dormir?

Sostenía una taza de té frente y sus ojos desenfocados de pronto se centraron en mí. Me regaló una sonrisa suave.

—Tuve un mal sueño —admitió con tristeza—. El mismo sueño de siempre.

Su declaración me congeló en la entrada de la cocina. De pronto era consciente de la fría temperatura nocturna y no podía controlar mis latidos. Algunas palabras podían producirme ansiedad si estaban ligadas a alguno de mis recuerdos, pero Camila se veía realmente melancólica y tuve que obligarme a abrir la boca para intentar ayudarla.

—Han pasado seis años, Cam. Éramos muy jóvenes en ese momento, todos nosotros —ofrecí como consuelo—. Hemos madurado, la universidad nos ha cambiado. Ahora hemos descubierto quiénes somos en realidad.

Ella soltó una pequeña risa y dejó la taza sobre la encimera. Me enfrentó, abrazándose a sí misma y levantando una de sus cejas.

—Quién iba a decir que terminaría siendo bisexual.

—Bueno —reí también—, ciertamente nunca lo imaginé. Han pasado muchas cosas que a los diecisiete años habría considerado imposibles.

—Entiendo a qué te refieres. —Suspiró—. Aún no me perdono la manera en que me comporté en el pasado. Por momentos me detengo y pienso en lo indulgentes que son ustedes por haberme perdonado todo lo que les hice.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora