Capítulo 38

20.6K 2.4K 782
                                    

El timbre sonó mientras yo divagaba en fantasías juveniles que acabarían rotas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El timbre sonó mientras yo divagaba en fantasías juveniles que acabarían rotas. Fui hasta la puerta aún con la cabeza en las nubes y abrí sin fijarme primero en la mirilla. Mi castillo de naipes imaginarios cayó en picada cuando me encontré frente al pecho de Traian. Ascendí mi mirada hasta la suya y perdí el aliento. Nunca me acostumbraría a aquel color cobalto brillante.

—Hola —saludó, pues yo solo parecía capaz de mirarlo fijamente—. ¿Ángela?

Quería preguntar qué surcaba su cabeza; sobre su pasado, su presente y sobre nosotros, pero no tenía ningún derecho de entrometerme en su vida personal. Ni siquiera sabía si él me consideraba su amiga aún, pero mi deseo por saber más sobre Traian y su vida no hacía más que aumentar con cada pequeña sonrisa que brindaba. Necesitábamos hablar, no sabía de qué, pero anhelaba sentarme y simplemente estar con él.

—¿Qué te trae por aquí de nuevo?

Sonrió de medio lado, inclinando la cabeza. Su cabello estaba demasiado largo y despeinado, con aquella barba desaliñada y la nariz golpeada parecía imposible que me resultara atractivo, pero lo hacía. Quizá, en su mayor parte, mi atracción se debía al hecho de que él se encontraba desarreglado y maltratado por salvarme.

—Dejé las llaves del coche en tu sala.

Sacudí mi cabeza de un lado al otro en negación. Estuve sumergida en mi mundo de ensueño, imaginando posibles escenarios de lo que ocurriría si mamá y Traian llegaran a conocerse. Creo que después de vivir rodeada de drama y problemas por mucho tiempo, esperas que toda tu vida siga siendo así. Siempre aguardando lo peor que pueda ocurrir, pues ese es el mecanismo de defensa que te has visto forzado a adoptar. Imaginé cosas que podrían salir mal en aquel momento, mientras sostenía la puerta abierta en mi mano y miraba hipnotizada los ojos de Traian.

—Amor, ¿te encuentras bien?

—Repítelo todo.

—Te he dicho que dejé las llaves de mi automóvil en tu mesa de café. ¿Realmente te encuentras bien? —Colocó sus manos sobre mis hombros, buscando algo en mis ojos que delatara un indicio de enfermedad—. Estás actuando muy extraño.

—Sí, lo sé... Disculpa, de verdad. —Bajé el tono de mi voz después de suspirar—. Es solo que mi madre está en la cocina y se ha puesto muy sobreprotectora desde mi desaparición, lo que es comprensible, pero temo que pueda armar un alboroto al verte.

Dio un paso atrás y sus manos abandonaron mi piel. Casi hice un puchero ante la pérdida de su contacto, lo que me provocó un impulso de golpear mi cabeza contra la pared. Primero lo miraba como idiota, sin pronunciar palabra, y ahora anhelaba que me tocara. Tenía la sensación de que realmente terminaría volviéndome loca, pero me tranquilicé a mí misma culpando a Sebastián de todos mis traumas y mi deseo desmedido de atención varonil.

—Bueno, puedo esperar aquí y ella nunca sabrá que vine. No quiero que te sientas incómoda.

—Eso sería... —Comencé, sonriendo, pero mi sonrisa cayó al mirarlo.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora