Capítulo 5

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¿Cómo logré mantenerme tranquila durante el resto del día lectivo? Honestamente no lo sabía, pero supuse que tuvo mucho que ver con mi mejor amiga siendo el ser humano más determinado y fuerte sobre la faz de la tierra; cuando mis pensamientos des...

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¿Cómo logré mantenerme tranquila durante el resto del día lectivo? Honestamente no lo sabía, pero supuse que tuvo mucho que ver con mi mejor amiga siendo el ser humano más determinado y fuerte sobre la faz de la tierra; cuando mis pensamientos desfilaban sobre la cuerda floja, en el abismo que su ausencia causó en mi corazón, Val siempre lograba distraer mi atención antes de caer por el borde y volver a ser esa chica lloriqueante y débil. Ambas coincidimos en lo importante que era para mí mostrarme impenetrable durante las dos horas de castigo de esa tarde, y pensar demasiado sobre lo que Sebastián había hecho solo servía para lastimarme.

—¿Cómo ignoras que el chico con el que creciste se burló de tus sentimientos con su novia? —pregunté ese mismo día durante el almuerzo. Nos encontrábamos en las meses al aire libre del patio del liceo y tanto Val como yo teníamos hamburguesas con papas fritas en las bandejas frente a nosotras.

—Te recuerdas a ti misma que el chico que hizo eso no es el mismo niño con el que creciste —señaló Val con su boca llena—. Estamos hablando de que Sebastián se ha vuelto un imbécil en todo el sentido de la palabra. Lo único que merece de ti es que lo atropelles con tu Lexus.

—¿Mi Lexus?

—Cuando trabajes y seas millonaria —sonrió—. Yo estaré de copiloto y personalmente me aseguraré de dar marcha atrás para finiquitarlo.

—Dios, Val —arqueé las cejas—, sí que odias a Sebastián.

Ella resopló, levantando su flequillo castaño oscuro.

—Aborrezco a los hombres en general, no solo a Sebastián. Ya sabes —mi amiga se enderezó, echó su cabello hacia atrás y sonrió como el gato que se comió al canario—, por algo soy del equipo de las vaginas.

—¡Ugh, eres repugnante! —Tomé una papa de mi plato y se la lancé, riendo con fuerza—. ¡No necesito esa imagen en mi cerebro!

—Acéptalo, cariño —ella se encogió de hombros, con una sonrisa y un tono lascivo—; mientras tú sufres por chicos, yo saboreo la cereza de las chicas.

No podía dejar de reír y estaba comenzando a atraer la atención del resto de los estudiantes almorzando en las cercanías.

—¿Es correcto decir que eres una mujeriega? Val, ¡has salido con más chicas que el equipo de fútbol completo!

Ella volvió a encogerse de hombros, luego me miró y por el brillo en sus ojos supe que diría algo que yo no quería escuchar.

—A ti te gusta la banana, a mí el pastel. Todas las bananas saben iguales, Angie, pero yo debo ir por la vida buscando ese pastel con mi sabor ideal.

El estómago comenzó a dolerme de tanto reír, dejando de lado el almuerzo.

—No todas las bananas saben iguales, Val —conseguí decir, secándome las lágrimas que produjeron las carcajadas.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora