Capítulo 54

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Tres años después

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Tres años después.

Habían pasado tres meses desde la última vez que intercambié alguna palabra con Perssia. Tres malditos meses de espiarla entre los arbustos, detrás de las paredes y a través de binoculares. Más de noventa días confundiéndome con las sombras y viéndola crecer con una velocidad apabullante.

Su padre era el problema, aquel gigantesco bastardo había sido un obstáculo desde el principio. Me arrepentía tanto de no haber logrado eliminarlo antes, pero durante escasos momentos de lucidez reconocía que si Perssia existía era, en parte, gracias a él. Sin embargo la niña era mía, yo estuve en su vida durante seis años, y aunque ahora ella no fuera tan pequeña como antes, seguía siendo mi bebé. Perssia era mi niña, no suya; yo la había consolado y protegido de todo peligro durante demasiado tiempo como para que él se llevara los créditos.

La hija de Ángela tenía ahora siete años, repletos de una mirada intoxicante y una sonrisa hermosa. Con cada segundo que pasaba ella maduraba más, y aunque aún estuviera demasiado pequeña para algunos, yo sabía lo que se avecinaba; Perssia sería tan mortífera como su madre, un ser que podría enamorar con solo una mirada y que tendría a miles de hombres a sus pies.

Aquello no iba a suceder. Perssia nos pertenecía a Ángela y a mí; el obstáculo que Vasil representaba sería eliminado pronto, o al menos eso estaba planeado. Mi idea inicial había sido permanecer en la oscuridad, y durante los tres primeros años aquello había dado resultado pero, desde el día en que creyeron que Perssia estaba perdida, su protección se había vuelto rigurosa. No entendía lo que había cambiado en aquella familia, pero la misma Ángela parecía un poco paranoica con la protección durante algunos instantes; la niña seguía siendo libre para andar y jugar, pero siempre había alguien vigilándola.

Los instantes en los que podía hablarle se habían vuelto casi inexistentes. Vasil había encontrado la manera de pasar aún más tiempo con ella, jugando juntos en el jardín justo frente a mí; imitando mi relación con Perssia, nunca igualándola pero sí haciéndome enfurecer.

La última vez que había hablado con ella, hacía tres meses, solo pude saludarla y tuve que desaparecer antes de escuchar su respuesta. Ángela salió al jardín con un vestido amarillo de verano y su cabello suelto, luciendo una sonrisa radiante y haciendo reír a la niña al cargarla en sus brazos. Perssia me olvidó, ni siquiera me regaló una segunda mirada; Serbian salió al patio trasero también y las echó a ambas sobre sus hombros. Las risas de aquellos tres fundieron mi sangre; me escondí tras las casas vecinas y salí de allí tan colérico que llegué a romper las escasas pertenencias en mi pútrido departamento.

Pero no me rendía, sabía que mi relación con Pessy era especial. Ella me había demostrado un cariño real, el cual no podía desaparecer de la noche a la mañana; por más que Serbian intentara reemplazarme estos últimos tres años, iba a aferrarme al amor de aquella niña.

Ahora me encontraba tras los árboles perpendiculares a la entrada de la escuela. Mi escuela, en la que pasé incontables horas cuando niño, corriendo en los pasillos y golpeando puertas. Luego, cuando llegó Ángela, siento más recatado y portándome bien incluso en los almuerzos. El uniforme seguía siendo el mismo, pero habían cambiado el color de la fachada. Era un contraste temporal bastante confuso, produciéndome un severo dolor en la parte trasera de la cabeza. ¿Seguíamos en el presente pero habíamos vuelto al pasado?

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora