Capítulo 15

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El destino lo tenía muy claro en mi cabeza

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El destino lo tenía muy claro en mi cabeza. Es cierto que yo no era la chica más inteligente del planeta, pero tampoco era estúpida. No conocía a ese hombre, no iba a darle barra libre para que me arrastrara hacia donde a él se le pegara la gana. Fácilmente podía acabar involucrada en carreras ilegales, tráfico de drogas o en algo que atentara contra mi vida. Traian... no sabía qué pensar sobre él aún. Era mejor andarme con cuidado. Ya que estaba a su merced, al menos podía intentar complicarle un poco las cosas si quería hacerme daño. Comenzaba a arrepentirme de dejarme llevar por la adrenalina y montarme en el auto del chico bonito que perfectamente podía ser un asesino o un violador. ¿Es que yo no podía tomar decisiones inteligentes al menos una vez?

—Quiero que me lleves a mi casa. Te guiaré hasta ella.

—¿A tu casa, Ángela? ¿No crees que es muy pronto en nuestra relación para fugarnos e ir a echar un travieso polvo?

Quedé anonadada ante la ligereza de esas palabras. Si realmente llegaba a sentirme incómoda, planeaba bajarme de su auto y dirigirme sola a casa. Mi día había sido lo suficientemente horrible y ni siquiera eran las nueve de la mañana.

—No voy a acostarme contigo —le recordé con dureza.

—Calma, tigresa —rió mientras giraba la esquina luego de cambiar el semáforo—. Intentaba hacerte reír. Te ves muy tensa.

No respondí. Comencé a encajar mis dedos en el cuero del asiento en un intento por controlar mi mal temperamento. No quería ser grosera, pero me molestaba muchísimo que se riera a mis expensas. Tal vez sus palabras no eran tan graves como yo imaginaba y solo me molestaba debido a todo lo que había ocurrido minutos antes en el liceo. Fuera como fuera, arrastré mi mirada por su auto en un intento por distraerme y no abrir mi amargada bocota.

Lo primero que noté fue que se encontraba hecho un desastre en la parte de atrás. No tenía basura acumulada ni comida pudriéndose, pero los asientos se encontraban cubiertos por una variedad de cosas que iban desde su ropa hasta lo que asumí que eran herramientas y piezas para el motor de un vehículo. Los asientos delanteros, sin embargo, se encontraban impecables y con un tapizado color rojo. El auto olía muy bien, con un ambientador selvático y el aroma característico de Traian.

No me quejaba, era agradable. En algún momento llegué a asumir, basándome en los estereotipos, que él manejaría una motocicleta negra cromada o algo más peligroso aún, cuando la realidad era que su auto era color negro pero nada extraordinario. Veía modelos como el suyo todos los días por la calle, incluso parecía un auto que mi madre querría manejar. Desconocía mucho sobre coches, así que ni siquiera intenté averiguar su modelo. Lo importante era que me había equivocado cuando había asumido que Traian manejaría alguna moto, o quizá un auto deportivo que parecería apto para las carreras clandestinas.

—Estás muy callada. —Así permanecí, por lo que volvió a interrumpir—: ¿Quieres hablar de lo que ocurrió?

—No.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora