Capítulo 20

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—¿Dónde está tu habitación? —preguntó Traian después de una largo período de tiempo

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—¿Dónde está tu habitación? —preguntó Traian después de una largo período de tiempo.

Desconocía la hora pero podría apostar a que mi madre llegaría en cualquier momento y me encontraría en una condición deplorable. Además, me preguntaría quién era Traian y no tenía los ánimos suficientes para comenzar a formular una respuesta cuando yo también me lo cuestionaba. ¿Qué le diría, que recién lo conocía y me había escapado del colegio con él? También era consciente de que esa tarde debí haber asistido a mi segundo día de castigo y, luego de dormir tantas horas y del drama que vino después, había faltado por completo. En otras circunstancias jamás lo olvidaría pero mi día había estado repleto de cosas confusas y muy dolorosas. Lo que menos me importaba era mi situación académica.

—Subiendo las escaleras, la puerta de la derecha —mi voz sonaba tan ronca que por un momento me detuve a analizar si era mía. Había perdido la cuenta de cuántas lágrimas silenciosas había derramado durante el tiempo que estuve refugiada entre los brazos de mi invitado; mis ojos ardían y sentía el cuerpo tan débil que no me creía capaz de ponerme en pie por mí misma.

—Voy a cargarte, ¿está bien? Necesitas descansar, te dejaré en tu habitación y luego me marcharé.

—No hace falta, puedo quedarme aquí. Debo esperar a que llegue mamá para darle la noticia.

—Escúchate, Ángela. No suenas ni te ves bien. ¿A qué hora llega tu madre? —Le respondí que cerca de las seis o un poco más tarde—. Apenas son las cinco treinta. Duerme un rato. Vas a necesitar estar fuerte.

No pude replicar. Desenterré mi rostro del hueco de su cuello y levanté la mirada. Mi cabeza pesaba como un yunque y los leves mareos lograban desestabilizarme por segundos. Realmente necesitaba cerrar los ojos y no torturarme con ningún pensamiento al menos por una hora. Así que miré la preocupación en los ojos expresivos de mi nuevo amigo y no pude evitar ceder ante su deseo. Asentí con la cabeza.

Se levantó conmigo en sus brazos. Se sentía extraño y no pude evitar notar la facilidad con la que me cargaba, como si pesara menos de los setenta y tres kilos que me agobiaban algunos días. Si se tratara de cualquier otra persona habría temido que me dejara caer y me negaría en seco a que intentara subir los escalones conmigo en brazos, pero algo dentro de mí me aseguraba que Traian no me fallaría, así que abracé su pecho apenas cubierto y permanecí quieta mientras crujía la madera de la escalera.

La puerta de mi habitación era blanca y me tensé cuando Traian la abrió sin ninguna duda. Eso era lo que había temido hacía unas horas, que viera mi aniñada habitación. Ya había dado varios pasos dentro y se detuvo un momento para contemplar todo. Lo miré analizar los colores que cubrían las paredes y la combinación de tonos pastel que en su momento me pareció adorable. Yo también había pasado mi etapa de creerme una princesa y aunque siempre estuvimos escasos de dinero, mamá y yo usamos nuestra creatividad para que el lugar se viera mínimamente decente. Ahora me arrepentía de no haber elegido mi opción B que era decorar todo con motivos de los Power Rangers; eso sería más aceptable.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora