CAJA DE RECUERDOS

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... entre cuatro paredes,

con cristales y concreto,

olvidados y abandonados,

alguien tendría que recordarlos...


Aquí me encuentro otra vez, tras el volante del automóvil, tratando de evitar problemas y llegar a mi destino lo más pronto posible, aquella llamada de madrugada, de verdad que me tomo por sorpresa, no sabía que esperar al llegar a ese sitio, los doctores no nos daban muchas esperanzas desde nuestras últimas visitas, en sus palabras, era tiempo de empezar a hacer estomago para recibir alguna noticia poco agradable, la edad de mis padres ya era avanzada y el curarse se hacía en cada ocasión, algo más pesado, trataba de no pensar en ello, tenía las esperanzas de llegar a tiempo y verlos con una sonrisa de oreja a oreja, como cuando los visitaba frecuentemente, pero de eso, ya hace un buen tiempo.

Recuerdo aquellas mañanas de escuela, discutiendo con mi madre por levantarme, viendo a mi padre arrastrarse entre las sabanas y diciéndome: "vamos campeón, si yo puedo levantarme, tú también puedes..." vestirme a rastras y lavarme los dientes casi dormido, pelear con mis hermanos y hermanas por sentarme en aquel lugar privilegiado al frente del auto, perder contra los mayores y terminar sentado justo al centro de las batallas de comida, mocos y flatulencias de los menores, que mi madre volteara con un periódico enrollado en cada semáforo y nos acertara tres golpes en la cabeza para tenernos quietos, al fin llegar a la escuela y bajar como payasos de un mini auto desdoblándonos y estirando las piernas, despedirnos de mamá y estudiar.

Más tarde el que pasaba por nosotros era papá, la pelea de la mañana se repetía y nuevamente perdíamos ante los mayores, de vuelta era un poco más pesado, pues se combinaban los olores de todos en aquel pequeño coche que tenía las ventanas descompuestas y no podían bajar, aguantando las náuseas y rogando por llegar pronto a casa, el que mi padre nos preguntara que tal nos fue en la escuela y todos responder al mismo tiempo, no sé si de verdad papá podía escuchar y separar todas las respuestas o solo nos daba por nuestro lado al decir: "que bien hijos".

Pero, en fin, eso había sido hace ya tanto, que, en realidad, bien pudo haber pasado distinto y yo lo estaba arreglando para que sonara bien, mis padres siempre fueron fuertes, no había un solo día que faltaran a sus deberos o compromisos, si ellos decían: "allí estaré" podrías apostar lo que quisieras a que llegarían justo a tiempo, para ellos la responsabilidad era de lo más importante, siempre nos hablaban de no prometer algo en vano, que si las palabras salían de nuestra boca, así fueran tonterías, teníamos que hacer frente a las consecuencias que estas provocaran, así mismo con cualquier cosa que dijéramos que haríamos, para ellos más que palabas, se trataba de un contrato verbal.

Recuerdo esa ve que el señor Cabrera entro a casa y les dijo que en su tierra natal, se preparaban las mejores carnes enchiladas, por manos cien por ciento oriundas del lugar, prometiéndoles traerles después de su viaje, unos cuantos pedazos para que la degustaran, papá muy seriamente le dijo que no tenía que hacer ese tipo de cosas, pues en cierta forma se estaba comprometiendo a algo que seguramente no podría hacer, el señor Cabrera salió molesto de casa, casi como si mi padre lo hubiera agredido, gritando a muy alta voz, que al volver se percataría de que no solo habría la boca porque podía, sino porque quería hacerlo.

Meses más tarde el señor Cabrera volvió de su viaje y cada vez que pasaba frete a la casa, se encogía de hombros, escondiendo su cabeza entre ellos, no era como que mi padre saliera corriendo a reclamarle en donde estaba la carne, pero sabíamos perfectamente que podría hacerlo si quisiera, dos meses más tarde mi padre recibió un paquete de mi tío que vivía en Europa, dicho paquete traía botellas con licores riquísimos, mi padre tomo uno de ello y salió empuñándolo con mucha gracia, daba pasos largos, nosotros corrimos a la ventana para ver lo que haría y justo en ese momento, como si lo hubiera planeado, el señor Cabrera pasaba cerca de casa, al ver a mi padre se frenó en seco y bajo un poco su sombrero, tal vez pidiendo que mi padre no lo viera o que se lo tragara la tierra, entonces mi padre se plantó frente a él y levantando su sombrero con la mano izquierda, lo miro a los ojos, estiro la mano derecha en la que tenía la botella de licor y se la dio, el señor Cabrera empalideció de momento mientras mi padre le decía: "yo le prometí una botella de licor riquísimo que preparaba mi hermano, tan pronto me las enviara, lo hizo en la mañana y aquí esta, soy hombre de palabra y no payaso..."

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