ROSA INGRATA

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...el jardinero más dedicado,

le entrega cariño y pasión a su flor favorita,

la trata con delicadeza y cuidado,

más florece, ante el ser mas detestable...


Aquel hombre de mirada cansada, cara arrugada, cabeza calva, ropas sucias y barba blanca, que extiende sus manos heridas por el paso del tiempo, sobre de una taza de té limón caliente, vierte dos cubos de azúcar sobre él té y mete uno más a su boca, lo deshace lentamente con la lengua mientras mueve la cuchara en la taza, acerca un plato vacío y coloca sobre el un par de pastelillos de jengibre cubiertos con glass, toma tanto la taza como el platito de postres y se recarga sobre el desgastado respaldo del sillón reclinable que lo ha acompañado por más de veinte años, coloca el platito sobre la mesilla de junto y da un sorbo largo al té, teniendo en cuenta el no quemarse los labios con su paso, lo saborea un poco justo antes de colocar la taza junto a los pastelillos y mira con cuidado por la ventana, justo al otro lado se ve perfectamente la sala de estar de su vecino más odiado, solo un tipo egocéntrico que tiene por mascota a un engendro come flores y destroza jardines, sin embargo, por primera vez en su vida, le ha tenido que regalar una de sus preciadas y amadas flores, pero no se trataba de una común, sino "de la flor", ya sabes si eres coleccionista, plantas flores o crías animales, siempre existe una favorita entre todas, esa que roba tu especial atención y con la cual tienes toda clase de consideraciones.

Pues esa flor en específico es la que se ha llevado consigo el idiota de Carter, curiosamente en aquel preciso instante, él la colocaba en un florero muy elegante sobre la mesa de centro, todo un espectáculo para el anciano, por fin la veía con todos los pétalos abiertos, en un tono rojizo casi como las mejillas de una chica sonrojada por las palabras de algún chico bien parecido, sus pistilos alargados y presumidos saliendo de su centro, casi coqueteando con el hombre que la mira desde el otro lado, no contenta con esto, desdobla los pétalos creando una forma hermosa e inigualable, entonces viene a su cabeza aquel momento en que le regalaron la semilla de dicha preciosidad.

La persona que se la había obsequiado, venía desde un lugar muy alejado y extremadamente extravagante, nunca antes había visto al viejo jardinero y a decir verdad ni siquiera había planeado su encuentro, el joven explorador llegaba a la ciudad en uno de sus viajes más largos fuera de su hábitat, después de mucho esfuerzo por conseguir los suministros necesarios, se había quedado con el dinero justo para su retorno, no podía gastar ni un solo centavo más, ni siquiera la mitad o un cuarto del mismo, sin embargo tenía mucha hambre y sed, además de que necesitaba con urgencia un baño para desahogar sus penas, caminaba ansioso por las calles de la ciudad sin poder encontrar un solo sitio en donde lo quisieran ayudar, cansado de tanto pedir ayuda, se sentó frente a la casa del anciano y cuando estaba a punto de sucumbir al error de los desechos fecales, una mano temblorosa le tomo el hombro, este hombre al voltear un poco espantado, se topó con el rostro de una hermosa y dulce viejecita, que si bien tenía la cara un poco maltratada por el paso de los años, no le quitaba lo linda, el hombre la saludo con mucha cortesía mientras presionaba las piernas, tratando de evitar que ocurriera un accidente demasiado vergonzoso para el e incómodo para aquella ancianita.

Dicha anciana extendió su mano al hombre y le pregunto que sucedía en su vida, a lo que el explico la razón de su viaje y su gran problema económico y de momento, personal, la anciana se limitó a sonreír soltándole el hombro e invitándolo a pasar a su humilde morada, el hombre no sabía si podía existir tanta comprensión y humildad en una persona, mas confió plenamente en aquella buena obra por parte de su anfitriona, tan pronto entraron, le indico donde se encontraba el inodoro y con mucha pena y disculpándose mil veces, paso casi corriendo por su costado hasta aquella puerta, una vez adentro se relajó y dejo que pasara lo que tenía que pasar, limpio sus manos y salió para agradecer tan buen gesto de su parte, más el chico se sorprendió al ver que fuera del baño, estaba la anciana con unas ropas dobladas y una toalla, la escena se le hizo un poco extraña y aunque no sabía que sucedía, su desconcertada fue interrumpida por la amabilidad y voz de la señora: "vamos hijo, date un baño caliente y arréglate, mi marido no permitirá que cenes con nosotros en esas fachas...", el viajero no quería abusar de su confianza, mas tampoco podía negarse a tan atenta petición, así que tomo la ropa y se metió a la regadera, el baño fue rápido pero muy relajante, ya que como lo había dicho antes, no quería abusar de la hospitalidad de tan buenas personas.

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