EL ESPEJO EN EL PASILLO

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El miedo no debe poseerte,

el miedo no debe entrar en ti,

no dejes que juegue con tu mente

y menos que se apodere de tu ser


Las paredes se van acercando lentamente a mí, el espacio es cada vez más reducido, siento que me falta el aire y aunque trato de pronunciar palabra alguna, mi boca no emite ningún sonido, se abre de par en par, pero nada en absoluto se escucha, entonces siento como algo sube despacio por mi garganta, pienso que se trata de vómito, pues la sensación es similar a cuando viajaba en auto por las madrugadas intentando leer un libro o un mensaje, tapo mi boca con ambas manos intentando contener aquella sensación, pero es inútil, mi respiración se acelera y mis ojos se humedecen, arde, dentro de mí, entonces me doy cuenta, aquella sensación no es igual que la de vómito, es más bien como sentir que un tipo de patas afiladas van aferrándose a mi garganta desde adentro, pienso que eso es imposible, pero es claro que algo va subiendo y lo que en un principio pensé que era líquido, se ha convertido en una tremenda bola de masa solida con un tipo de pelaje que raspa mi interior, bajo una de mis manos al cuello y siento claramente como una uñas afiladas van penetrando mi piel, cada vez más arriba, mis lágrimas comienzan a brotar y ahora me es casi imposible respirar, pienso que tal vez es lo mejor, morir en un solo instante para evitarme este dolor inexplicable, pero siento que mi mandíbula se abre un poco más, como dislocándose, entonces siento un tipo de punta afilada, perforando mi labio, y tras de esta una alargada pata de metal desdoblándose, no lo puedo creer y quiero gritar, trato de sacarlo con mis manos, pero más patas afiladas me hieren para evitarlo, mis manos sangran y están casi hechas pedazos, no sé si me duele más el hecho de que mis manos sean destrozadas o aquella sensación de tener un no sé qué asqueroso y terrorífico saliendo de mi boca, lloro si parar y siento como desgarran la parte superior de mi garganta, luego mi paladar y como se quiebran mis dientes tras el golpe de lo que parce ser la cola de un alacrán gigantesco, es solo en este instante en donde mi voz suena una vez más, en un grito desconsolado lleno de dolor y ahogado por la sangre que llena de apoco el espacio que va dejando aquel ser, entonces la luz se enciende y me encuentro otra vez parado como si nada frente al espejo, mis hermanos y hermanas pasan junto a mi riéndose a carcajadas y yo solo sudo frio, mis pupilas dilatadas como platos y mi cabello empapado, mamá pasa tras de mí y me da un tirón de orejas, mientras me ordena apresurarme para cenar con la familia, asiento con la cabeza y levanto lentamente las manos hasta mi rostro, no tengo nada en absoluto, ni siquiera un arañazo, entonces pasan papá y la abuela, él se sigue de frente pues es tarde para cenar y hay costillas, si no se apresura, pronto se las acabaran, pero ella me mira en el reflejo del espejo, directo y fijo a los ojos, como esperando a que le diga algo, levanta la mano y me muestra su muñeca en el reflejo, una herida increíblemente larga alrededor de esta y antes de que pueda decir algo, lleva el dedo anular a sus labios y hace aquel sonido de secreto shhhh.

Camine tras de ella y fuimos a cenar con el resto de la familia, veía la costillas pero tan solo de recordar aquellas alargadas y filosas patas recorriendo mi garganta, me daban ganas de vomitar, mamá me preguntaba la razón por la que no quería comer y al no saber qué contestar, solo pude decirle que tenía dolor de estómago, tome mi vaso de limonada bien fría, me disculpe y me levante de la mesa para ir a mi habitación a descansar o al menos a intentarlo, después de dicha experiencia, lo más lógico sería tener pesadillas constantes, iba mirando hacia el piso mientras recorría el pasillo, la luz estaba encendida y justo frente al acerarme al espejo, el foco comenzó a parpadear, levante la mirada y para mi sorpresa, un pequeño murciélago que había entrado quien sabe por dónde, aleteaba a su alrededor, nunca había sido de los que le temen a los animales, así que no le di importancia, di tres pasos más, mirando fijamente el piso pues no quería ver mi reflejo y recordar aquel instante.

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