EL HOMBRE EN EL ESPEJO

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...aquellas historias que se

nos contaban de niños,

pueden ser más reales

de lo que uno espera...


... no cruces frente al viejo espejo ornado al anochecer, no te detengas ni veas, lo que la obscuridad ha de poseer, ten cuidado, no te atrevas a mirar ni de reojo, lo que aquel reflejo te mostrara con enojo, pues aquel hombre malvado, te estará observando en aquella esquina sentado, si has cometido el error de frenarte y observar, mucho cuidado debes tener, de que él no se te pueda acercar, pues si se levanta de su asiento, sin duda será para robarte el aliento, no caigas en sus manos, ni creas sus palabras, pues lo más probable es que ciegue tus ojos, usando sus mañas, el hombre del espejo es misterioso y más que eso es un ser tenebroso, que espera por su presa, en aquellas penumbras densas...

Era solo un niño cuando escuche a mi padre decirle eso a mi hermano menor, yo con tan solo ocho años temblaba de miedo tras la puerta del baño, no podía creer lo que estaba oyendo y al mirar a mi hermanito, me di cuenta de que estaba temblando de miedo, mi hermano mayor coloco su mano sobre mi cuello y dándome unas cuantas palmadas, aseguro se trataba de solo un juego de mi padre, mas había algo en aquella historia, que hacía que todas las noches, estuviera escondido en lo más recóndito de mi habitación, cubriéndome con aquel escudo mágico que todo niño conoce, las sabanas y sarapes de nuestras camas, acompañado por una lampara que procuraba siempre tener recargada y un buen termo del café más amargo de mi madre, pasaron días sin que pudiera dormir, estando en vela toda la noche para poder sobrevivir, en las mañanas dormía lo más que podía, pero solo cuando el sol comenzaba a salir, de otra forma no podía cerrar mis ojos y dejar de escuchar cosas extrañas, que mis hermanos definían como cosas normales de una casa vieja.

Con el paso de los años, lo fui olvidando pues claramente mi hermano mayor tenía razón, no era más que una tonta historia por parte de mi padre, en búsqueda de atemorizarnos y mantenernos a raya, solo eso, palabras que en algún momento me atemorizaron a tal punto de casi morir de miedo, mi vida siguió con normalidad hasta aquella mañana, el teléfono sonaba insistente, yo me encontraba justo a su lado, con un vaso de ron con especias y bebida de cola, mis ojos llenos de lágrimas y mi alma rota, pues aun cuando no había levantado aquella bocina, sabía perfectamente de que se trataba, mi padre y mi madre habían estado muy enfermos y mis hermanos estaban en casa, yo por cuestiones laborales había tenido que viajar y no había llegado a tiempo, seguramente, se trataba de ellos, llamándome para darme la noticia que era más que lógica, no quería escucharlo aun cuando ya estaba consciente de lo que pasaba.

Di un trago largo para terminar mi bebida y mientras el ron rasgaba lenta y dulcemente mi garganta, levante el teléfono, acerque la bocina a mi oído y respondí de la forma más habitual y patética conocida "... ¿sí?, bueno, está bien, estaré halla tan pronto pueda...ok, también te quiero, adiós...", aquellas palabras que mi hermano menor me dijo, a pesar de ser breves y solo confirmar lo obvio, me habían hecho un daño grande, no pensaba ser como el resto y llorar de un momento a otro, sin embargo, me pare junto a la ventana, escondiéndome entre las cortinas y sirviendo otro trago de ron, esta vez sin cola, solo el alcohol, necesitaba una excusa para desbordar aquel sentimiento de mí, di media vuelta y lance el vaso con fuerza contra una de las paredes, bebí hasta la última gota de ron mientras las lágrimas brotaban de mis ojos y apretaba el puño fuerte contra el cuello de la botella, cerraba los ojos presionándolos con la tonta esperanza de que las lágrimas dejaran de salir, sin embargo no lo podía evitar, antes de que me diera cuenta, el alcohol se había terminado y yo continuaba llorando mientras me deslizaba con la espalda pegada a la pared hasta quedar sentado y doblado en el piso.

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