1 - Un típico día en Londres

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- Athan! -llamó mi madre-. Anatoly te busca!

- Dile que espere! -le respondí gritando.

Me senté en la cama y me froté los ojos. Me levanté a correr las cortinas y fui al baño a lavarme la cara y los dientes. Me quité el pijama y me vestí con ropa casual. Bajé las escaleras del apartamento al comedor y tomé un desayuno frugal. Bajé las escaleras, esta vez las del edificio, y salí a reunirme con mi amigo.

- A dónde piensas ir hoy? - le pregunté.

Me miró fijo con sus ojos azules y respondió con su acento ruso:

- Vamos a ir a ver a Sherlock Holmes.

Le eché una mirada de disgusto.

- La última vez que dijiste eso por poco terminamos en la comisaría - protesté.

Sonrió, como si se hubiera divertido aquel día.

- No te preocupes - dijo- . Esta vez es en serio. Ya averigüé la dirección, es 221 B Baker Street.

- Todavía no la sabías?! -pregunté sorprendido.

- Por qué debería?

Me llevé las manos a la cara, con vergüenza ajena.

- Sabes que es aquí cerca? - dijo.

- No, creía que quedaba en Nigeria - dije irónico.

Avanzamos por las calles hasta llegar al museo.

- En serio no está aquí? Sólo un museo con su nombre?

- Qué esperabas? -pregunté- . Que haya existido?

- No existió? - preguntó sorprendido.

Otra vez, me superó la vergüenza ajena. Anatoly rió al ver mi cara. El día transcurrió de manera normal. Nos quedamos un rato por aquí, otro por allá. Luego, cuando ya anochecía, me despedí de él en la puerta de su casa y comencé a caminar hacia la mía. En el camino, una camioneta negra paró a mi lado. Un hombre alto, vestido de traje, se bajó del asiento izquierdo, el del acompañante, y dijo ciertas palabras que me sorprendieron.

- Athan Trasey, necesitamos que venga con nosotros, o no le va a gustar lo que le haremos a su querida familia.

Las palabras me helaron, principalmente porque usaron el apellido de mis padres difuntos, y no Souther, el que llevaba desde el accidente. Claro está, la amenaza a mi familia también me congeló. Las dos cosas fueron suficientes para que el hombre me ate de manos y pies y me arrastre a la parte trasera de la camioneta casi sin encontrar resistencia.

- Gracias por cooperar, Athan. Espero que tengas un buen viaje - dijo, y cerró la puerta.

El viaje definitivamente no fue bueno. Golpeé contra todos lados al pasar por innumerables baches y pozos, hasta que logramos alcanzar una calle (o ruta, o autopista, no pude estar seguro) mejor cuidada. Alcanzamos una buena velocidad hasta que, luego de quizá una o dos horas, abrieron las puertas.

- Bienvenido al internado para niños especiales! O a la prisión para niños especiales, aun no recuerdo cuál era -dijo el hombre, como si estuviera confundido.

Una mirada a su cara bastaba para darse cuenta de que no lo estaba, y otra para saber que no era un internado.

Me desataron los pies y me empujaron a los golpes hacia una especie de escuela. Pero al entrar por la que parecía una puerta trasera, me hicieron bajar por unas escaleras y pasar por un pasillo con celdas, cada una con una cucheta y un inodoro (o váter). Me tiraron finalmente a una celda que parecía vacía, hasta que noté un bulto debajo de las sábanas. Me desataron las manos y me dejaron ahí, en el piso.

Dark LightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora