52 - Haberte salvado

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Luego de la batalla, me sentía tremendamente cansada y un poco asustada. Hacía mucho que no tenía la muerte tan cerca. Recordé a las personas que me importaban: mi hermana, sobre todo. Después de tanto tiempo, ya había perdido interés en volver a mi Londres y mi familia. Ya había dejado de gustarme Michelle y me había rendido en el intento de regresar. Estuve durante unos meses en la Tabla Periódica saliendo con una chica de una luna casi desértica, pero no salió muy bien. Me decía que yo era muy fría.

Debía encontrar a Lisbeth y a mis otros compañeros. Llevaba tanto tiempo en este mundo y todavía no había visto a ninguno. No estaban en ninguno de los pisos por los que había pasado.

Volviendo a la plaza en la que había muerto un fantasma, el interactor dijo "Cumpliré mi promesa" y se desapareció. Me senté en el piso.

-A mí la chica de la luna ésa también me caía mal -aportó Astrid para consolarme un poco.

Probablemente para consolarse a ella también, dado que le caía mejor que a mí.

-Snif -llorisqueó.

¿Cómo llora una inteligencia artificial? Nunca lo sabría.

Decidí volver a la taberna con mis amigos los comerciantes y dormir lo que quedaba de oscuridad.

Me dolía el baso, pero podía caminar tranquilamente. Avancé por una calle bastante céntrica, con muchos negocios de dos pisos. En los pisos superiores probablemente vivían los dueños. También había algunas casas, y de una de ellas salía un bullicio bastante fuerte y estaba iluminada. Parecía una fiesta.

De la casa salió corriendo una chica que supuse que tenía dieciséis años corriendo con cara asustada. Dieciséis años en mi mundo, porque aquí, al ser los días más largos, se contaban los años más lento. Se alcanzaba la mayoría de edad a los 11 años. Osea, en este mundo esa chica tenía probablemente alrededor de diez años y medio.

En la oscuridad de la noche y teniendo la luz de la casa detrás sólo podía adivinar su silueta pero no cómo se veía. Siguiéndola salieron tres hombreas algo borrachos, uno sosteniendo el pie de una copa rota en la mano.

-¡Idiota! -gritó uno de ellos mientras la perseguía corriendo.

La chica me vió y podría jurar que le brilló el único ojo que se le veía. Corrió hacia mi. Uno de los hombres se tropezó y todos cayeron encima de él.

-¿Puedes ayudarme, por favor? -dijo cuando llegó a mi lado.

Me había agarrado del cuello de mi armadura y me miraba con ojo suplocante. Yo le llevaba alrededor de una cabeza. Me había caído bien, pero tenía que saber en qué lío estaba. No quería pasar una jornada en la cárcel por haber ayudado a alguien que cometió un delito.

-¿Por qué te persiguen? -le pregunté mientras los hombres se levantaban y ponían cara de asesinos seriales.

-¡Porque hizo lo que pidieron! -respondió como indignada.

-¡¿Qué?! -preguntamos Astrid y yo al mismo tiempo.

-¡Te juro que no hice nada malo! -hizo como un puchero de niño y miró con anhelo las dos espadas que llevaba enfundadas.

Ok. Me había caído bien. Además, parecía linda, aunque seguía sin poder ver casi nada.

-Bien -acepté-. Ponte contra la pared.

Los hombres ya se acercaban corriendo. Venían los tres juntos. Cuando me quisieron golpear salté hacia atrás. Uno se cayó de cara contra el piso. Se escuchó un golpe tan fuerte como los portazos de mi madre cuando se enojaba. Ese ya estaba fuera. Los otrs dos chocaron entre sí y perdieron un poco el equilibrio. Le pegué un puñetazo en la cabeza a uno que cayó de costado al piso. El que quedaba saltó para pegarme con el pie de copa roto, pero en el aire le pegué una buena patada en la zona de la ingle.

Dark LightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora